Alteración de la naturaleza, desastre en Guatemala


La tristeza se presenta en algún momento de la vida al sufrir la pérdida de un ser querido por la muerte inevitable; o lamentar lo imprevisto como el desastre que la última semana del mes de mayo vino sobre gran parte del territorio de Guatemala y sus habitantes por dos causas alteradas de la naturaleza: el volcán Pacaya con su erupción incandescente de piedras de gran tamaño que dieron muerte a un apreciable reportero; lava que avanza inutilizando terrenos, y expulsando habitantes; ceniza y arenilla de impredecibles resultados. Y simultáneamente la Tormenta Agatha, persistente por tres dí­as que completó el caos; ambas causas con consecuencias de pérdidas humanas, materiales; de animales y la destrucción de la producción alimentaria; dejando millares de familias en situaciones de carencia de todo lo indispensable. Esto agregado a los sucesos malos y diarios que ya se sufre en nuestro entorno, por causa de la violencia y delincuencia, siempre en aumento en nuestro paí­s.

Santiago Villanueva Gudiel, svillanuevagudiel@hotmail.com

Si esta situación nos mueve a despertar espiritualmente, debemos buscar la protección de Dios, y esperar su bendición; rectificar nuestras acciones contra la naturaleza; y tener visión previsora de futuras contingencias; siendo ahora a la vez, de bendición los unos a los otros ayudándonos en todos los niveles de la sociedad humana; siendo las manos y los pies de Dios hacia los necesitados.

Entendemos por supuesto como bendición mayor, la necesidad de cada ser humano de tener a Dios por único Ser Supremo, y a su Hijo Unigénito, el Señor Jesucristo por único Salvador del pecado, y protector de los que creen en í‰l, para vivir delante de su presencia real y relación personal con í‰l, en todo momento de la vida, como í‰l lo prometió antes de su ascensión al cielo.

La mayor bendición que DIOS ha dado especialmente para cada ser viviente en la tierra, es la del regalo que hizo al mundo de su HIJO UNIGí‰NITO, el Señor JESUCRISTO, que enriquece a la humanidad, le trae al corazón alegrí­a y no tristeza, la abundancia necesaria y no escasez, y sobretodo su conocimiento que impide cometer errores. La razón es: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en í‰l cree, no se pierda, más tenga vida eterna.»

El regalo es la persona del SEí‘OR JESUCRISTO, no la imagen o semejanza de í‰l; La razón es SU AMOR en esencia; y el medio es CREERLO con cordura para ser felizmente ENCONTRADOS y no quedar perdidos y en tristeza en la tierra y después en la eternidad. Por eso dijo el Señor Jesús:-Porque no envió Dios a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por í‰l-. Porque -separados de í‰l nada somos-; toda persona solamente con el Señor JESUCRISTO en su fe y el corazón está enriquecida, salva, completa e integrada al Reino de Dios; y como consecuencia, dispone de las riquezas de Dios en Cristo, quien para enriquecernos se despojó de ellas asimismo, para que con su pobreza seamos ricos en fe, bendiciones, gozo, alegrí­a y amor por vivir en su presencia real y relación personal con í‰l en todo momento.

Nada es de mayor valor y trascendencia en este momento, que llegar a tener el eminente conocimiento del Hijo de Dios como el Señor y Salvador de nuestra existencia y en medio de las vicisitudes en esta tierra. Así­ lo dice su Palabra: «No se alabe el sabio en su sabidurí­a, ni en su valentí­a se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Más alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas quiero, dice Jehová.» Jeremí­as 9:23-24.

Los grandes profetas de la antigí¼edad siempre buscaron vivir en la presencia de Dios, y atentos a su Palabra para hablarla, explicar su adoración y anunciar sus juicios en la tierra sobre la idolatrí­a y pecados de este mundo; para llegar a experimentar en su Nombre, los hechos portentosos que realizaron en su tiempo como: Elí­as y Eliseo, al anunciar que por tres años y medio no lloverí­a del cielo, ni siquiera rocí­o; y se convirtiera el paí­s idólatra en situación de crisis; sin lluvia, siembras, cosechas, ni arroyos ni rí­os; y sus habitantes vivieran una hambruna.

Sin embargo, en aquella situación y como hijos en la fe de Abraham, Dios los bendijo de manera sobrenatural al mandarlos a compartir con otros sus bendiciones. A Elí­as le compartieron de pan y carne los cuervos que le llevaran dos veces diarias al arroyo de Kerit; y cuando éste se secó, le mandó ir al lugar de Sarepta, después a Suném, a compartir escasas tenencias, pero en bendiciones, en el hogar de viudas y amas de casa con su marido y sus hijos, que estaban bajo la cobertura de Dios, y durante los tres años y seis meses que duró la crí­tica situación de la alteración de aquella irregularidad de la naturaleza, no les escaseó ni menguó lo que tení­an.

De estos casos el Señor Jesús hizo referencia como ejemplo de su realidad, mostrando así­ hogares que significan lo que es vivir bajo la orden de Dios; en tiempos como los actuales de un estado de desastre que sufren los paí­ses de Centroamérica y especialmente en el nuestro: Guatemala.

Aquellos hechos de alteraciones de la naturaleza, como de salvamentos milagrosos, se han reproducido muchas veces en la historia israelita, como en la realidad del cristianismo actual, en experiencias semejantes que se ven y se oyen por la Televisión usando a medios contemporáneos de bendición, como son los ministradores evangélicos de la Gracia del Dios Altí­simo, que con el poder sobrenatural del Nombre del Señor Jesús, están alcanzando milagros portentosos por centenares que benefician a la humanidad.