Es imprescindible academizar la polí­tica


Me imagino que cierta decepción se habrá sentido entre los estudiantes de Derecho, de cualquier universidad, o bien entre los que han estado pensando en estudiar esta carrera. Incluso, me imagino que los egresados habrán sentido una profunda decepción de su «decano» al conocer los señalamientos de su corresponsabilidad en el proceso de postulación fallido a Fiscal General.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

A raí­z de que la Corte de Constitucionalidad (CC) ordenara que se anulara el proceso y que se repitiera, pero sin los decanos y otros miembros por haber participado ya en la postulación, el sistema académico universitario deberí­a haber entrado en crisis, ya que se le estarí­a vinculando directamente en el deterioro del sistema de justicia.

Los decanos de las facultades de Derecho ya también habí­an participado en procesos con anomalí­as, como el de magistrados a la Corte Suprema de Justicia y Corte de Apelaciones, así­ como en el del director de la Defensa Pública Penal.

La idea de incluir a los sectores universitarios tení­a la intención de academizar la polí­tica y otorgarle, así­, cierto prestigio a los procesos. Además, serí­a de suponer que los decanos son los catedráticos más prestigiosos de cada facultad y que, probablemente, conocerí­an a los aspirantes, ya que les habrí­an impartido clases magistrales.

Esta práctica seguramente funcionarí­a en cualquier paí­s, pero hay que reconocer que en Guatemala casi cualquier idea no tendrí­a éxito, porque los poderes oscuros corromperí­an cualquier práctica. Y esta práctica seguramente no es ajena a otras facultades, como las de Economí­a, en la Postuladora a Contralor General de Cuentas, o la misma Universidad de San Carlos de Guatemala, que tiene calidad jurí­dica para presentar iniciativas de ley, o tienen representación en la CC y la Junta Monetaria, por ejemplo.

Por ello, considero que el intento de academizar la polí­tica ha fallado, no porque no se pueda, sino porque, obviamente, los poderes oscuros intentarán influir en todos los sectores que tengan poder de decisión dentro de las polí­ticas de Estado.

En Guatemala, sobre todo en las instituciones que hoy dí­a están afectadas por el sistema de Comisiones de Postulación, deberí­an regirse, más bien, por una carrera dentro de la institución. Pese a que la Constitución no contempla este sistema dentro de su articulado, las comisiones de postulación podrí­an valorar sobremanera la carrera y experiencia de los aspirantes; sólo es cuestión de tener voluntad polí­tica, así­ no se violarí­a la Carta Magna.

El error -considero yo- de academizar la polí­tica consiste en que a las universidades (incluyendo su representación a través de las facultades y/o decanos) ha consistido en que se ha dado poder de decisión, lo cual ha provocado que se dé el proceso contrario, es decir, que se politizó a la Academia.

Sin embargo, considero que es imprescindible que el sector académico, representado en las universidades se involucre de lleno en la búsqueda de soluciones de la problemática nacional.

Me gustarí­a, por ejemplo, que las universidades del paí­s confluyeran en una especie de Instituto de Investigación Nacional, en la que cada una aportara a sus mejores catedráticos y profesionales, para realizar análisis de coyuntura en todas las áreas de la problemática nacional; por ejemplo, energí­a, estadí­stica, economí­a, finanzas, sociologí­a, antropologí­a, cultura, medicina, farmacologí­a, pedagogí­a, humanidades, ambiente, ingenierí­a civil, ciencia y tecnologí­a, psicologí­a, ciencias polí­ticas y un larguí­simo etcétera que corresponde a igual número de facultades que existen en el paí­s.

Así­, los gobiernos de turno, las comisiones legislativas, las cámaras de la CSJ, y otras instituciones estatales tengan un corpus de investigaciones académicas que alumbren las decisiones polí­ticas que tomen.

Por ejemplo, ante problemas como el hundimiento en Ciudad Nueva o la destrucción de puentes tras Agatha, hubiera sido valiosí­simo el pronunciamiento del sector académico de los ingenieros civiles de las universidades, a fin de que las autoridades tuvieran una opinión de peso para establecer causas y diseñar estrategias.

De igual forma, serí­a deseable que los académicos en Biologí­a se pronunciaran por la situación en el lago de Amatitlán, la mina Marlin o la petrolera en la laguna del Tigre. Saber qué opinan las Facultades de Medicina para las epidemias de dengue o de desnutrición crónica y aguda. Las Facultades de Psicologí­a sobre la supuesta psicosis que provoca la violencia. Y así­, la cantidad de temas serí­an ilimitados.

El problema es que las universidades sólo han participado en los procesos en que tienen poder de influir en la polí­tica, y se han olvidado realmente de aportar académicamente a la solución de la problemática nacional.