En memoria del fallecido escritor y premio Nobel de Literatura, José Saramago, me enviaron una de sus disertaciones. En ella se refiere a la democracia, y señala que para los pueblos «el poder del ciudadano en la esfera política, se limita a tirar un gobierno que no nos gusta por otro que talvez nos vaya a gustar, y nada más».
Luego aduce que las grandes decisiones son tomadas en otra esfera. Y se refiere a las conocidas Instituciones Financieras Internacionales -IFI»s-, como el Fondo Monetario Internacional -FMI-, y el Banco Mundial -BM-, y señala «que ninguno de ellos es democrático», y que no podemos hablar de democracia, si «aquellos que gobiernan el mundo no son electos democráticamente por el pueblo». Y reflexiona que los representantes de los países ante esas organizaciones no los elige la población.
Además de ser una manera de recordar a este gran escritor, sus palabras son prudentes para dar pie a un tema necesario de analizar en torno a quienes realmente conducen los destinos de nuestro país.
Por desinformación o desinterés, poco se conoce quiénes operan políticamente alrededor de la aprobación de planes económicos y tratados comerciales como el Tratado de Libre Comercio -TLC- con Estados Unidos, o el Acuerdo de Asociación -AdA- con la Unión Europea.
Como bien dice Saramago, se piensa que se vive en un país democrático porque nos permiten cambiar a uno u otro gobernante entre muy pocas opciones y no muy distintas. Sin embargo, no nos damos cuenta que en el plano económico y comercial, áreas que definen en mucho las posibilidades de salir -o no- de una desoladora realidad, con falta de desarrollo, y de alta vulnerabilidad social, como la que viven muchos connacionales, poco se nos consulta y no se hace prevalecer los intereses de las mayorías.
Y en efecto, como dijo el Premio Nobel, el FMI y el BM tuvieron mucho que ver en el desmantelamiento de las instituciones estatales, particularmente las que apoyaban la agricultura campesina, arguyendo que el mercado daría oportunidades a casi un millón de campesinos que viven de esa actividad económica, y que hoy muestran grandes niveles de vulnerabilidad alimentaria, y conflictividad social.
También la Organización Mundial del Comercio es responsable, en gran medida, de que el país eliminara las barreras arancelarias a productos que el país tiene o tuvo capacidad de producir y proveer a la población, a través del TLC con EEUU y el AdA con la UE. Y, ¿cuántos fuimos consultados, o tan siquiera informados de lo que estaban concediendo a las potencias extranjeras y a las transnacionales? Y ¿por qué se desoyeron las protestas del sector campesino, de los productores de alimentos como granos básicos, la leche, las carnes, que dijeron que serían afectados? Es la falta de democracia real a la que se refiere Saramago.
Ahora los promotores del libre comercio hablan del éxito de los acuerdos, porque promueve la entrada de inversión extranjera y aumenta las importaciones. Cada vez hablan menos de oportunidades de exportaciones, porque casi no las hay -principalmente si se habla de pequeñas y medianas empresas- ni de beneficios al consumidor, porque ya vieron que los mercados internacionales son muy volátiles, y los precios se disparan constantemente.
Y en realidad ¿es un beneficio el crecimiento de las importaciones, y la llegada de la inversión? El 1 de julio llegamos a 4 años de la entrada en vigencia del TLC con EE.UU. ¿Se observan cambios en lo económico? El beneficio ha sido para las transnacionales (muchas dedicadas a la extracción de recursos naturales) y para las grandes empresas.