La intolerancia persiste en Honduras


La intolerancia persiste en Honduras un año después del golpe de Estado que derrocó al presidente Manuel Zelaya y ni el gobierno de Porfirio Lobo ni el Frente de Resistencia están en capacidad de impulsar un diálogo, según una investigación académica.


El estudio de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) concluyó que en el paí­s «nunca» o «casi nunca» se respeta la opinión ajena y que «el pensamiento único prevalece en ambos extremos de una sociedad polarizada, fundamentalmente a partir del golpe» del 28 de junio de 2009.

«La intolerancia provoca la descalificación del planteamiento, iniciativas y propuestas de quienes asumen una posición polí­tica diferente», dijo la investigadora Lucila Funes, que condujo el estudio.

Afirmó que «no hay capacidad de diálogo en estos momentos sobre los puntos en disputa que originaron el golpe de Estado», el intento de Zelaya de cambiar la Constitución, según sus crí­ticos para quedarse en el poder para implantar el Socialismo del Siglo XXI del presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

«Ni el gobierno ni la Resistencia contra el golpe tienen capacidad de impulsar el diálogo y el paí­s deberá entrar para ello a condiciones de ingobernabilidad total y quizás sea la sociedad civil la interesada en impulsarlo», indicó la investigadora al presentar las conclusiones del estudio.

La investigación de la Flacso fue realizada mediante entrevistas de profundidad a 22 funcionarios de los tres poderes del Estado, polí­ticos, empresarios, académicos, miembros de organismos de derechos humanos y entes no gubernamentales, representativos de diferentes sectores de la sociedad.

Funes comentó que las entrevistas no solamente posibilitaron una reflexión sobre el golpe de Estado, sino también sobre lo que «no se hizo bien» desde la década de los 80, cuando Honduras salió de los regí­menes militares a la democracia.

«Por ejemplo se objetó los procesos de desmilitarización (…) en el paí­s que posibilitaron un golpe de Estado y también hacen frágiles las democracias en otros paí­ses de Centroamérica», explicó la investigadora.