Cuando lean este titular dirán que estamos locos. Pero en el partido inaugural de la hoy campeona del mundo contra Suiza, la selección de España aprendió lo que era sufrir en Sudáfrica 2010 y no hay campeón que no haya sabido pasar las penas.
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Luego de esa derrota, la Roja vio para adentro y no hacia afuera. Nunca buscaron culpables y sí soluciones. Si ya tenían actitud de equipo, se volvieron un equipazo (por hermandad) aunque no lo demostraron en toda la primera ronda del mundial, de hecho, lo mostraron hasta que llegó Alemania y lo confirmaron ayer.
Luego de la derrota el camino para ser campeones del mundo no era fácil ni alentador, porque tenían que jugar un partido trampa con Honduras y cerrar con una joven selección de Chile, con mucho futbol y sobre todo futuro.
El juego contra los catrachos, se destrabó con dos goles de Villa Maravilla y éste mismo falló un penal que pudo haber abierto el camino a la goleada. De hecho, el dos a cero contra Honduras fue el marcador más abultado que tuvo la Roja en todo el Mundial.
España marcó 8 goles y recibió dos tantos, uno contra Suiza y el segundo contra Chile. El tercer partido de España fue contra la selección de Marcelo Bielsa. En ese encuentro, España se encontró con un gol fortuito de Villa quien marcó desde muy lejos con el arco sin arquero, pues éste había salido a rechazar un pase a lanzado a la espalda de los defensores.
Luego fue Iniesta quien terminó de asegurar el triunfo, pero España concluyó el encuentro contra Chile con más pena que gloria, a pesar que terminaba primera del grupo y lo esperaba Cristiano Ronaldo y Portugal en octavos.
El fútbol de la selección de Vicente del Bosque seguía sin aparecer, pero las victorias se iban dando gracias a buenos momentos colectivos y a destellos de individualismo. Y jugando así, apareció el equipo de Queiroz en octavos. En los primeros 45 minutos de dicho encuentro, España estaba tan desdibujada como Fernando Torres quien fue más gana corazón y derroche que fútbol.
En la segunda parte, del Bosque dio entrada a otro Fernando pero éste de apellido Llorente y el partido cambió por completo porque España pudo canalizar en ocasiones de gol la posesión que mantenía del balón. Villa marcó el gol luego de recoger un rebote originado por un remate suyo y España estaba en cuartos donde enfrentaría a Paraguay. La campeona del Mundo empezaba a carburar.
En los cuartos, España ganó en un partido que tuvo de todo, incluyendo más sufrimiento para la Roja y fue el partido que marcó el regreso de San Iker y la aparición de Pedro Rodriguez. Casillas le atajó un penal a Oscar Cardozo y empezó a escribir su historia del Mundial y a acrecentar su leyenda. Luego, Xabi Alonso falló un penal que tuvo que repetir por invasión de área.
Faltando pocos minutos y cuando parecía que los guaraníes lograban la prorroga y buscaban la lotería, Pedrito, el gallo tapado de del Bosque, hilvanó una buena jugada, la estampo en el poste y el de siempre, Villa, la terminó metiendo en el fondo del arco.
Ese gol marcó la historia para la Roja porque lo metió por primera vez en semifinales y les daba la oportunidad de soñar. Pero era un sueño bien realista, pues enfrente tenían a la de siempre, Alemania, quien al igual que ellos venía de menos a más, dejando en el camino a Inglaterra y Argentina por goleadas.
Era la revancha de la final de la Eurocopa del 2008 y el partido ideal para los amantes del fútbol. Los alemanes buscaban revancha y los españoles buscaban confirmar la reciente «paternidad» sobre el equipo teutón.
Y allí, contra los alemanes apareció la Roja. Ofreció el partido más espectacular del mundial, el fútbol más bonito e hizo temblar al mundo, pero sobre todo a Holanda que ya lo esperaba en la final. Alemania, el equipo temido, fue un espectador más del estadio Moses Mabhida de Durban. Puyol anotó un golazo en una jugada sacada del libro barcelonista y el mundo se rindió ante la Roja, la euforia creció y hasta el pulpo Paul se contagió.
Lo increíble, lo impensable había llegado. España era finalista y estaba a las puertas de hacer historia pues tenía la posibilidad de ser una selección campeona del Mundo.
Pero en medio de la euforia, en medio de las predicciones y de los preparativos de fiesta, del Bosque, un estadista del fútbol les puso el video del final contra Suiza. Les recordó lo que se había sentido en aquel momento y les hizo énfasis en que había sido la unión del grupo la que había sacado a flote un barco que se empezaba a hundir como el Titanic.
Como profesionales que son, los españoles nunca hablaron de ellos en lo personal, de los árbitros o de que Villa podía ser el máximo artillero y Casillas, el de siempre, el mejor arquero.
Los jugadores hablaron de su país, de lo importante que era entender el momento, gozarlo, vivirlo y sacar el máximo provecho. «No podemos ganar si no gozamos y no gozaremos la final si no hacemos nuestro futbol» decía ayer del Bosque en el vestuario de Soccer City, minutos antes de salir a calentar.
Así salió España a jugar la final. Generó durante los primero 10 minutos varias ocasiones pero luego se desdibujó y perdió efectividad porque sus líneas estaban muy fraccionadas. Holanda, lo de siempre, lo de Brasil, poco fútbol, mucha patada e intentando meterse en la cabeza de los españoles.
Receta que ya le había funcionado con Brasil, pero que falló con España por una sencilla razón: España aprendió a sufrir y supo que en la máxima concentración estaba el secreto para el título.
Esa concentración evitó que la ansiedad se apoderara de ellos, el gol iba a llegar, ya sea que fuera en tiempo reglamentario o en la tanda de penales pero iba a llegar; solo había que ser paciente y tenerse fe. Iniesta, imploró y fue escuchado: golazo y el sueña era realidad.
Apareció el Dios del fútbol haciendo justicia, dando el título al mejor, al que jugó y a los que se acordaron de los caídos. Iniesta y Ramos dedicaron su gol y su mundial, respectivamente, a compañeros llamados a la vida divina y eterna.
Bien por España y su gente. Por su técnico, por sus jugadores y por su espíritu.
Ganó el fútbol y los aficionados. Ganó Sudáfrica y todo el continente. Pero sobre todo, ganó la vida, ganaron los principios y España nos dio una lección inolvidable: No hay sueño que sea inalcanzable si se trabaja a conciencia, con fe y principios. El fútbol es más que un juego y el mundial más que un evento. Adiós Sudáfrica y hasta la vista Brasil.