Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom ha fomentado la criminalidad, ya porque se ha abstenido de actuar, ya porque su actuación ha sido ineficaz, hasta lograr que el Estado de Guatemala sea un Estado de Criminalidad, o un próspero productor de robo, secuestro y asesinato, hay que ser conspirador.
Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom ha inaugurado nuevas eras de ilícita depredación del tesoro público, hasta lograr que el Estado de Guatemala sea un Estado de Corrupción, o un próspero productor de ilícita riqueza, entonces hay que ser conspirador. Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom es una impresionante demostración de ejercicio irresponsable, negligente e inepto del poder público ejecutivo, hasta lograr que el Estado de Guatemala sea un Estado de Caos, o un próspero productor de males públicos, entonces hay que ser conspirador. Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom crea y fomenta conflictos entre los guatemaltecos, hasta suscitar la sospecha de que un encuentro sangriento entre ricos y pobres, o capitalistas y obreros, o ladinos e indígenas, le causaría íntimo regocijo, hay que ser conspirador. Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom, so pretexto de contribuir a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos más pobres, es un impune traficante de votos, hasta provocar la degeneración de los procesos electorales, entonces hay que ser conspirador. Si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom es una estafa ideológica, una fraudulenta promesa política, un modelo de ineficiencia administrativa pública, un agente de incertidumbre jurídica, o un ominoso engendro de la democracia, hasta constituirse en una maldición nacional, entonces hay que ser conspirador. En suma: si ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom es uno de los gobiernos más maléficos de la historia de Guatemala, u opinar que su poder destructivo es mayor que el poder que poseen las tormentas tropicales o los terremotos, hay que ser conspirador. Y hay que serlo, por el supremo bien de Guatemala. Empero, si no ser conspirador es opinar que el gobierno del presidente ílvaro Colom es terror del crimen, santo guardián del tesoro público, ejemplo magnífico de ejercicio responsable, diligente y apto del poder público; grandioso representante de la unidad nacional, salvífico benefactor de pobres, deslumbrante aurora ideológica, paradigma de honesto cumplimiento de promesa política, modelo universal de eficiente administración pública, manantial de certidumbre jurídica, y mesiánico redentor de la democracia, entonces es imposible no ser conspirador. Nadie conspira para derrocar al irresponsable, negligente e inepto gobierno del presidente ílvaro Colom; pero él mismo (es decir, el presidente Colom) conspira para destruir el Estado de Guatemala. Y debería ser destituido, acusado y condenado. Precisamente su mejor residencia sería la cárcel. Y debería ser sujeto de persecución penal pública a partir del día mismo en que ya no sea Presidente de la República. Post scriptum. Si ser conspirador es ejercer el derecho de opinar libremente, entonces la misma Constitución Política de la República otorga el derecho a conspirar, contra cualquier gobierno.