Esperar un año por un minuto


Imagen de la carrera, llena de pasión para ganar. FOTO LA HORA: AFP FABIO MUZZI

La vida de las 17 «contradas» de Siena, los barrios medievales en que está dividida la renombrada ciudad italiana de Toscana, vive al compás del Palio, la antigua carrera hí­pica, que si bien dura apenas un minuto representa el mayor trofeo para su población.


«Cuando ganas el Palio, eres el rey del mundo», confiesa a la AFP Fabio Perinti, hijo del eximio «capitán» de la contrada del erizo, impaciente por la carrera del viernes, que se repite el 16 de agosto, las únicas dos veces que se corre al año.

Como en el caso del carnaval de Rí­o de Janeiro y sus escuelas de samba, las contradas tienen un peso enorme en la sociedad local, aunque la historia del Palio de Siena es mucho más compleja, ya que se remonta a los siglos XII y XIII, y cuenta con una inagotable gama de sí­mbolos, banderillas, metáforas y modelos de relacionarse sociológicamente.

Las contradas están dirigidas por un «priore», una dignidad elegida por los habitantes del barrio por tres años, pero durante las dos carreras del año el «capitán» es el mayor responsable, la persona que decide las enmarañadas estrategias de la competición, con alianzas entre contradas o jinetes, los cuales montan el caballo a pelo.

En el cementerio de Siena, la tumba del Lido Perinti está decorada con el emblema del barrio, un erizo de medio metro de alto y banderillas que identifican los colores del barrio.

Otros legendarios capitanes reposan rodeados por los colores y blasones de sus contradas, entre ellas la loba, la jirafa, la torre, la oruga, el unicornio, en una mezcla de colores, rayas y dibujos amarillos, rojos, blancos, azules.

«La contrada es como una gran familia, un lugar en el que se socializa, en el que los jóvenes aprenden los valores de la vida», explica Andrea Viviani, «priore» de la contrada de la loba.

El barrio representa además una suerte de seguro social, que ayuda cuando se necesita y hasta llega a donar sangre.

El barrio de la loba cuenta hasta con un museo en el que se conservan los trajes tradicionales de todos los Palios en los que ha corrido y los estandartes de seda pintados que ha ganado a lo largo de su secular historia: el primero obtenido en 1696, el último tres siglos después, en 1989.

La carrera, entre las más antiguas del mundo, en el que participaba el pueblo y no los nobles, se desarrolla en la plaza central, la mí­tica Piazza del Campo y dura un minuto y 15 segundos, el tiempo para recorrer tres veces la plaza semicircular de 1.200 metros.

La gestión es más que engorrosa, participan sólo diez contradas entre las diecisiete, elegidas a suerte y según un turno especí­fico y se admiten alianzas para impedir que el barrio enemigo gane y se permite inclusive sobornar al jinete.

Todo es válido, hasta golpear el jinete y el caballo adversario.

A pesar de las modernas protecciones montadas en los últimos años para impedir los accidentes, parecidas a las que se emplean para la Fórmula 1, se siguen registrando accidentes.

Pero los caballos no son más sacrificados tras las caí­das y para evitar denuncias de las asociaciones de protección de los animales pueden jubilarse en una tranquila escuderí­a de propiedad de la alcaldí­a.

«Desde hace 20 años el ayuntamiento de Siena firmó una convención con una clí­nica veterinaria y se encarga de cuidar a los caballos que se lastiman en el Palio», explicó el veterinario Raffaello Ciampoli, director de un centro localizado cerca de Siena.

Altoprato, Quimper, Pegaso, Elmizatopec, Delfort Song, ganador del Palio en 1994, viven un retiro tranquilo, entre las dulces colinas de Toscana.

Las yeguas Vaniti Girl, Lasco Light, Rajana y Zullina, que se hirió en el 2001 en una curva fatal, se ocupan tranquilamente de sus potrillos en un campo cercano.