Raúl Hernández Chacón.
1. Educar es una de las tareas más significativas que realiza el hombre y la mujer. Tarea que es insoslayable, debido a que las nuevas generaciones se nutren de la cultura que se comparte, se vivencia y se recrea permanentemente. El niño desde el vientre, con la alimentación recibe toda una serie de códigos propios del ambiente donde se desarrolla. Hablamos aquí de la educación en general, de la formación integral, del desarrollo de la persona humana, con todo lo que ello conlleva. Es así como los padres de familia son los primeros y principales educadores de sus hijos. Además existe un espacio cultural muy significativo, que tiene influencia decisiva en la formación del hombre y de la mujer: el centro educativo. Allí participa de una manera directa el educador, la persona que profesionalmente se especializa para educar, no sólo instruir. Esta circunstancia obliga consideran una serie de situaciones en torno a la TAREA DE EDUCAR. Eduardo Blandón, en LA HORA, se refiere a esa tarea en términos muy significativos, dice: los maestros tiene el desafío de ser más amigos de los estudiantes, jugar con ellos, sentir con ellos, ser más simpáticos.» esa idea de priorizar las relaciones humanas en la tarea educativa, tiene, sin duda alguna, es una exigencia hoy, cuando se han agudizado las manifestaciones de deshumanización en el mundo y particularmente en Guatemala. Por eso, la tarea de educar tiene una importancia alta y en el marco de las celebraciones del día del Maestro en Guatemala, sobresale el hecho de que, dignificar al maestro es reconocer su importancia y su enorme responsabilidad en la puesta en práctica de los valores universales que norman la conducta humana: la vida, la libertad, la verdad y la justicia. Al analizar la situación social del mundo actual, toda conclusión lleva a reconocer que la educación está en razón directa del problema capital del mundo de hoy: educar para la convivencia fraterna y la dignificación del ser humano, como persona y como ciudadano capaz de respetar y hacer respetar al otro.
2. Educar hoy, es entonces una tarea indispensable, una actividad, la más importante, si se quiere asegurar el presente y el futuro de la humanidad. Así como es vital la satisfacción de las necesidades indispensables para la vida: alimentación, vivienda y vestido, así es de necesaria la Educación. sin Educación el hombre y la mujer estarán desprovistos de las herramientas necesarias para sobrevivir. Pero es sólo de los conocimientos, habilidades y destrezas. Hay fundamentalmente otro aspecto, desde la perspectiva de la formación del hombre: los valores, las relaciones humanas, el respeto al otro, a su dignidad, a la vida en todas sus manifestaciones, a la libertad de expresión, de pensamiento, de desplazamiento. La libertad para pensar y actuar con responsabilidad, sin afectar al otro. Esta temática subyace en todo proyecto educativo y es la agenda oculta del profesor, que utiliza los contenidos como pretexto, para formar personas. Es agenda oculta porque generalmente no es un tema a exponer o un aspecto considerar. Es la vivencia permanente de la praxis del educador y de la educadora, que enseña con el ejemplo, que transmite los valores con sus propia vida, su acción profesional y educadora. Que se traduce en rectitud, en puntualidad, en responsabilidad, en actitudes siempre respetuosas con los demás, que sabe que la alegría de educar es vivirla a plenitud, como sí ésta fuera la última sesión del profesor con sus alumnos. El educador y la educada, y son muchos, sabe y tiene la capacidad de aprovechar las coyunturas para educar, para vivenciar valores: hoy con la solidaridad del que sufre las inclemencias del tiempo, del que es explotado con sueldos miserables, que conoce y aplica las leyes y reglamentos que le garantizan estabilidad laboral y salarial, que comprende las injusticias y acciona para corregirlas, que denuncia las violaciones a los derechos humanos, que tiene una clara y bien definida de lo que la democracia, como participación responsable en la vida social y económica de su país. En fin, el educador y la educadora no pierde las ocasiones de la vida diaria, para educar en valores, que se resumen en la práctica de la verdad, de la justicia y de la libertad.
3. Para esos educadores y educadoras anónimas, para las y los maestros de la escuela en los más apartados rincones de Guatemala, para aquellos que entregan su vida, sus recursos económicos, su pensamiento permanente para hacer más y mejores hombres y mujeres, para ellos el reconocimiento de la labor cumplida. Nadie les felicita, nadie les reconoce, pero su aporte a la sociedad es valioso, no tiene precio. Basta la sonrisa cristalina y temprana del niño y de la niña que con beso en la mejía le dice su maestro y a su maestra: ¡Feliz día del Maestro.!