La justicia ante la «memoria selectiva» de Noriega


El ex dictador panameño Manuel Noriega llega en una camioneta a la Corte. FOTO AFP / FRED DUFOUR

La justicia francesa anunciará en una semana cuál será el futuro de Manuel Noriega, quien durante sus tres dí­as de juicio por blanqueo de dinero de la droga, mostró una verdadera «memoria selectiva» frente a los hechos que datan de hace dos décadas, cuando era dictador de Panamá.


Noriega, de 76 años, avejentado y con problemas de salud, llegó a Francia el 27 de abril extraditado de Estados Unidos donde cumplió 17 años de cárcel por complicidad en el tráfico de cocaí­na del cártel de Medellí­n en los años 80.

«No recuerdo» respondió Noriega a la presidenta de la Sala 31 del Tribunal Correccional de Parí­s, Angés Quantin, que el martes lo interrogó de forma insistente sobre el origen de los fondos que en 1988 y 1989 depositó en varios bancos de Francia a nombre suyo, de su esposa Felicidad y de sus tres hijas.

La justicia francesa reprocha a Noriega el blanqueo de 2,3 millones de euros (2,8 millones de dólares) y a su mujer de casi tres millones de euros.

«La señora tení­a sus propios ingresos (…) no podrí­a responder por ella», se limitó a responder Noriega.

Ambos fueron condenados en ausencia en 1999 a 10 años de cárcel y a sendas multas pero ella nunca recibió la notificación de la condena ni el pedido de extradición, que según los defensores de Noriega, Francia nunca emitió.

Las respuestas «evasivas», «dubitativas» y las «lagunas» de Noriega a la hora de hablar de dinero -como reflejó la prensa- no convencieron al abogado de Panamá que pidió 27 millones de euros para ese paí­s.

Yves Baudelot lamentó que se haya «escuchado a un Noriega muy locuaz en su lucha contra la droga pero con dificultades para explicarse sobre los millones de dólares en cuentas europeas».

El fiscal, Michel Maes, que pidió 10 años de cárcel, la pena máxima, sostuvo que el papel de Noriega «fue simple y claro: proteger el transporte regular de droga por Panamá y de las sumas de dinero» que recibí­a de un «tráfico í­ntimamente vinculado con el cártel de Medellí­n».

Según el representante del ministerio público «el único objetivo» de colocar el dinero en el BCCI -banco conocido por el origen dudoso de sus depósitos- «era blanquear dinero de la droga».

Pero uno de los defensores de Noriega, Yves Leberquier, reprochó al fiscal basar su acusación en la instrucción de la causa en Estados Unidos que «no aportó ninguna prueba sobre el origen del dinero» y en declaraciones de testigos extraditados a ese paí­s «gracias al general Noriega».

«La policí­a francesa no hizo la más mí­nima verificación sobre el origen del dinero», afirmó el letrado antes de un juicio que no duró más de 15 horas en total y en el cual no compareció ningún testigo.

Leberquier reclamó a Quantin que tuviera en cuenta el «contexto polí­tico» en plena Guerra Frí­a luego de constatar, como indicaba un periodista del diario Le Monde que el tribunal «escuchó sin presentar demasiada atención las consideraciones polí­ticas» del caso.

Noriega, que en los años 70 se convirtió en espí­a de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) dirigida por George Bush que en 1989 llegó a la Casa Blanca, se presentó como un «soldado profesional» que «recibió los mejores elogios de los Estados Unidos» pero tras negarse a ser la «punta de lanza» de Washington para terminar con las izquierdas en la región se convirtió en su oveja negra.

«Yo estaba bajo una orden de asesinato» de Estados Unidos, se defendió Noriega, derrocado y capturado por marines durante una cruenta invasión en diciembre de 1989 que «arrasó con el barrio más pobre de Panamá».

De traje y corbata, y cansado tras varias horas de comparecer de pie en una sala sin ventilación en pleno verano y sin micrófonos que funcionen, los 20 años transcurridos parecí­an caerle encima al militar que en 1983 controlaba el codiciado Canal de Panamá, y a quien Francia distinguirí­a con la Legión de Honor. Ayer, Noriega volvió a la cárcel parisina de La Santé, donde sus hijas Lorena, Sandra y Thays tienen derecho de visita una hora por dí­a.