La elección el miércoles del presidente alemán por el Parlamento, que salvo sorpresa de última hora designará a Christian Wulff, dirigente del partido conservador CDU de Angela Merkel, se anuncia como un nuevo test para el impopular gobierno de la canciller.
Si la elección se realizase por sufragio directo saldría elegido Joachim Gauck, otrora pastor de la ex República Democrática de Alemania de 70 años y candidato de la oposición socialdemócrata/ecologista.
Pero como la coalición gubernamental de los conservadores (CDU/CSU) y los liberales (FDP) dispone de mayoría en la Asamblea federal, la elección de Wulff, actual jefe del gobierno regional de Baja Sajonia (norte), no deja lugar a dudas.
Wulff, un sonriente y elegante abogado de 51 años, se convertirá muy probablemente en el presidente más joven de la República federal, un cargo más que nada honorífico.
Es uno de los potenciales rivales de Merkel para dirigir el partido pero, una vez en la presidencia, ya no hará sombra a la canciller, al menos durante los próximos cuatro años.
Precoz en política, donde empezó a militar con sólo 20 años, y trabajador incansable, con jornadas de 18 horas, es conocido como el «Kennedy del Leine», nombre del río que atraviesa Hanóver, la capital de su región.
Este católico casado en segundas nupcias sustituirá a Horst Kí¶hler, que dimitió para sorpresa general el 31 de mayo tras hacer unas declaraciones sobre la participación militar de su país en el extranjero que provocaron un gran revuelo político.
Su dimisión cayó en mal momento para los conservadores de Merkel, que acumulan problemas, sobre todo la derrota en las elecciones regionales de mayo.
También se le reprocha a Merkel su indecisión en la crisis del euro y su incapacidad para cortar de raíz las disputas de sus ministros.
Aunque la elección de Wulff es formal, si llegara a ser derrotado «sería seguramente una enorme derrota en términos de prestigio» para el gobierno, opina el politólogo Nils Diederich, de la Universidad Freie de Berlin.
«Pero no veo que haya suficientes disidentes para hacer peligrar la elección de Wulff (a pesar de que) la política gubernamental de los últimos meses ha generado mucho resentimiento», añadió.
Según un reciente sondeo, nueve de cada diez alemanes están descontentos con el Gobierno.
Incluso Merkel, que hasta hace pocos meses era la canciller más popular de la posguerra, sale mal parada en los sondeos, con 20% de alemanes que quieren su dimisión.
Si Wulff no logra la mayoría absoluta en la primera o en la segunda vuelta, Gauck tendría una ocasión de imponerse por mayoría simple en la tercera ronda. Pero para eso necesitaría el apoyo del partido de extrema izquierda Die Linke, donde muchos activistas le tienen inquina.