El fútbol espectáculo: ¿por qué apasiona al mundo? (II)


Huizinga decí­a que el juego «posee las dos cualidades más nobles que el hombre puede encontrar en las cosas; ritmo y armoní­a», por eso, los buenos juegos tienen hoy un ritmo endemoniado, como el que Alemania (armónicamente) le ganó a una Inglaterra desarticulada, ayer domingo, 4 por 1. Fue un juego tí­pico de un Mundial de Fútbol, una final anticipada de dos gigantes en todos los órdenes, más allá de cualquier consideración deportiva.

Ramiro Mac Donald
http://ramiromacdonald.blogspot.es/

En el campo de juego hay un orden absoluto, que representa la vida misma (leyes, penalizaciones, sanciones, etc.) por eso, el fútbol es emoción, misterio, tensión… total incertidumbre. «No hay equipo pequeño» decí­a mi padre, que iba a los partidos en el Mateo Flores todos los domingos que podí­a, especialmente cuando jugaba el Comunicaciones. En el campo de juego hay un reflejo psicológico de la grandeza y la pequeñez del ser humano: por momentos los equipos grandes entran «sobrados» de confianza (perdiendo irremediablemente) y los pequeños, se engrandecen para ganarle a los campeones, haciendo «hombradas» que son recordadas por siempre.

Callois nos recuerda varias de las caracterí­sticas del juego, aplicables al fútbol: es un deporte libre, nadie es obligado a jugar o el espectáculo no sirve de nada; circunscrito a un espacio y tiempo predeterminado con anticipación; totalmente incierto: nadie sabe quién va a ganar ¡o no tendrí­a gracia alguna! Totalmente reglamentado, en grado extremo, porque crea una ficción totalmente nueva cada vez que se desenvuelve, pero basado en un ordenamiento riguroso que es el único que cuenta en esos instantes. Y es creadora de esa segunda y apasionante realidad momentánea (durante 90 minutos) al grado que ficcionaliza momentos inolvidables para jugadores y espectadores, durante toda su vida.

Ante estos elementos, cabe una pregunta: ¿funda un nuevo orden de realidad el fútbol? Sí­, podrí­amos considerar que crea una realidad paralela a la vida cotidiana y se apropia de ella, en especial los encuentros del Mundial, porque inunda hasta el más í­ntimo de los rincones de la comunicación para las masas, y ésta invade nuestra vida hoy más que nunca. El fútbol le permite a la gente reí­r y llorar, olvidar por momentos las penas cotidianas y ser, un poco, el otro: ponerse en los zapatos del que está jugando, pues se identifica con sus í­dolos/héroes, como lo hací­an los ciudadanos de Roma con los gladiadores.

Otro elemento importante en el fútbol, es que a su alrededor convergen las personas de la más diversa procedencia, uniendo sus gargantas en un solo grito sin importar su nivel profesional, social, religioso o ideológico. Todas las barreras se borran, porque allí­ todos son uno solo: fanáticos que gozan de instantes de la pasión que les despiertan sus once favoritos.

Una de las preguntas más agudas que los crí­ticos del fútbol hacen, es si este deporte transmite valores positivos a las juventudes. En especial, se cuestiona la conducta, fuera del campo de juego, de algunos personajes oscuros del fútbol, que han desperdiciado su vida en francachelas, abuso de drogas, despilfarrado dinero en cosas sin sentido, tienen conductas impropias o no son ejemplos dignos de imitar, aunque sean jugadores extraordinarios. Porque el dinero fácil viene a sus manos, hoy en este mundo mercantilizado, y el fútbol es una fuente increí­ble de dinero en corto tiempo… y los vuelve locos.

No, no me estoy refiriendo al caso de Diego Maradona. Cada generación ha tenido su «enfant terrible». El es un pésimo ejemplo de ser humano, que está buscando redimirse ante la vida, por medio de una reconversión que muy pocos le creen… pero de todo hay en la viña futbolera. Concluiremos el próximo lunes.