El ex dictador Manuel Noriega será juzgado a partir del lunes en París acusado de haber blanqueado 2,3 millones de euros en Francia a fines de los 80 provenientes del cartel de Medellín, 20 años después de su captura por tropas estadounidenses que invadieron Panamá para derrocarlo.
Noriega, de 76 años, extraditado por Estados Unidos a Francia el 27 de abril pasado tras cumplir 17 años de cárcel por tráfico de droga, será juzgado por segunda vez en Francia, los días 28, 29 y 30 de junio, por el Tribunal Correccional de París; esta vez sí estará presente.
La sentencia debería conocerse en el otoño boreal próximo.
Esa instancia que juzga delitos penales, lo condenó en 1999 en ausencia a 10 años de cárcel y a más de 11 millones de euros de multa, por el lavado en cuentas bancarias en Francia en 1988 y 1989 de 15 millones de francos procedentes del poderoso cártel de la droga que dirigía Pablo Escobar.
Panamá pidió hace tres semanas a Francia la extradición del ex dictador para que cumpla allí 20 años de cárcel por la desaparición en 1985 del opositor Hugo Spadafora. Francia aclaró que pedirá el acuerdo de Estados Unidos.
La justicia francesa lo interrogará sobre el origen de los millones depositados en cuentas de los bancos BNP, CIC, Banco do Brazil, Credit Lyonnais y BCCI en París y en Marsella.
Otras cuentas estaban a nombre de su esposa Felicidad -también condenada en 1999 a 10 años de cárcel y a 15 millones de euros de multa aunque al parecer nunca fue notificada- de sus hijas Sandra, Thais y Lorena, del entonces embajador de Panamá en París, Gaspar Wittgreen y de la cónsul en Marsella, Doris Aparicio Crocu Nilza.
El Tribunal dictó entonces una orden de captura contra Noriega, que desde julio de 1992 cumplía en Florida una condena a 40 años de cárcel, reducida sucesivamente.
Militar de carrera convertido en hombre fuerte del país tras la muerte de Omar Torrijos en un misterioso accidente de aviación en 1981, Noriega siempre afirmó que el dinero depositado en Francia provenía de su fortuna personal y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de la que fue espía desde los años 70.
El servicio francés de inteligencia y de aduanas empezó a investigar el origen de las cuentas bancarias de la familia Noriega en diciembre de 1989. Parte del dinero había servido para comprar tres apartamentos en distinguidos barrios de París.
Fueron las investigaciones efectuadas por Estados Unidos las que aportaron «también la prueba del origen criminal de los fondos depositados en Francia» pues Noriega recibió remuneraciones a cambio de permitir el tránsito de cocaína por Panamá, según la instrucción francesa.
A partir de marzo de 1982, tres toneladas de cocaína por mes transitaron por Panamá «bajo la protección de Noriega», dice el documento.
Por 19 vuelos sin incidentes que transportaron 20 toneladas de esa droga, Noriega recibió 500.000 dólares, según uno de los testimonios ante la justicia estadounidense retomados por la instrucción francesa.
El documento menciona brevemente los vínculos de Noriega con Escobar, su acuerdo con la CIA para entregar armas a los contras que luchaban contra el gobierno sandinista en la vecina Nicaragua, y la intervención en su defensa de Fidel Castro en 1984 cuando la policía panameña destruyó un laboratorio del cártel de Medellín que él mismo había autorizado en la selva del Darién desatando las furias de Escobar.
Noriega podría ser condenado a 10 años de cárcel, aunque la pena podría ser reducida considerando los tres años que demoró su extradición a Francia.
La defensa, liderada por el reconocido experto penalista financiero Olivier Metzner, se centrará en el estatuto de prisionero de guerra que la justicia estadounidense otorgó a Noriega, en su inmunidad como jefe de Estado y en su salud.
Otro de los defensores, Antonin Levy, dijo a la AFP que Noriega, con hipertensión y secuelas de una hemiplegia, «está muy mal» porque sus condiciones de detención «no son las convenientes».
En audiencias previas, un avejentado Noriega acusó a Estados Unidos de «conspiración internacional» en su contra, lejos de la pomposa figura que en 1987 recibió la Legión de Honor en París, durante la presidencia de Francois Mitterrand.
El ex dictador panameño Manuel Antonio Noriega, que será juzgado en París acusado de lavado de dinero de la droga en la década del 80, fue un militar sin escrúpulos, agente de la CIA vinculado con Pablo Escobar y a Fidel Castro, que quizá imaginaba una vejez tranquila en París.
Pero a los 76 años de edad y con una salud delicada, Noriega tendrá en cambio que responder ante un tribunal sobre el origen del equivalente en francos a 2,3 millones de euros depositados en aquel tiempo en Francia, que según la fiscalía provenían del cártel de Medellín.
Nacido en febrero de 1934 en el Darien, limítrofe con Colombia, en el seno de una familia pobre de origen colombiano, Noriega abrazó muy joven la carrera militar dejando atrás, por razones económicas, su deseo de ser psiquiatra.
Tras participar en 1968 en un golpe militar contra el presidente Arnulfo Arias, comenzó su ascenso al defender al general Omar Torrijos contra una tentativa de derrocamiento, convirtiéndose en uno de los militares más cercanos del caudillo nacionalista, que lo puso directamente al frente de los servicios de inteligencia. En 1973 Noriega dirigía el servicio de inteligencia de la Guardia Nacional de Panamá.
Desde esa época, había sido enrolado como espía de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA), omnipresente en Panamá para vigilar el Canal.
Luego de la muerte en 1981 de Torrijos en un misterioso accidente de aviación, tras la negociación de los tratados que aseguraron la devolución del Canal a Panamá, Noriega se convirtió en el hombre fuerte del país.
En el marco de las guerras civiles que azotaban a la vecina Centroamérica, Noriega fue capaz de jugar en varios frentes, lo que le permitió mantenerse durante casi 20 años en el poder, pasando de aliado fiel a enemigo número uno de Estados Unidos, con la llegada a la Casa Blanca de George Bush padre (1988-92), antiguo patrón de la CIA.
En 1983, las Fuerzas Armadas, la policía, el departamento de inmigración, el control aéreo y la administración del Canal estaban bajo el control único de Noriega, general y comandante en jefe de la Guardia Nacional.
Según testimonios recogidos por la justicia estadounidense, Noriega se jactaba en aquellos años de tener «excelentes relaciones» con las «más altas autoridades francesas». Quizá ello explica que el ex dictador «cerrara los ojos» para dejar pasar por el Canal los convoyes nucleares que sirvieron para las pruebas nucleares francesas en el Pacífico, señalaba semanas atrás el semanario satírico francés Le Canard Enchainé.
A medida que avanzaba la década, Washington empezó a aislarlo y la represión interna se intensificó. En 1986, una filtración de la inteligencia norteamericana llevó al diario The New York Times a cuestionar el papel de Noriega en el asesinato, dos años antes, de un opositor que fue decapitado.
Un nuevo golpe recibió en 1987 cuando un ex jefe del Estado Mayor, el coronel Roberto Díaz Herrera, lo acusó de corrupción, fraude electoral y de ser responsable del accidente aéreo que costó la vida a Torrijos.
Aunque Noriega conservó cierto apoyo popular gracias a un discurso tercermundista, esas acusaciones desencadenaron manifestaciones en Panamá. El Senado estadounidense le exigió abandonar el poder pero el militar se negó y desafió al vecino del Norte, que lo acusó de complicidad en tráfico de drogas.
El 20 de diciembre de 1989, tropas estadounidenses lideraron una cruenta invasión en Panamá -en la que murieron cientos de civiles- para derrocar a Noriega, que estuvo refugiado dos semanas en la Nunciatura antes de rendirse.
Transferido a una prisión de Florida, fue condenado a 40 años de cárcel por la justicia estadounidense, que le reconoció como «prisionero de guerra».
La condena fue sucesivamente reducida a 30 y a 17 años por buena conducta, que cumplió en septiembre de 2007.
Francia lo condenó en ausencia en 1999 a diez años de cárcel por lavado de dinero del narcotráfico y pidió su captura y extradición, que el 26 de abril de 2010 firmó Hillary Clinton, jefa de la diplomacia de Estados Unidos.