La espuela de mi padre



POR ZOILA SANTA CRUZ DE MOLL

En aquellos tristes dí­as, para mi aciagos

en que mi amado padre murió,

tomé de entre sus cosas campiranas, a hurtadillas

una espuela… dejando la otra…

para algún hermano, que, como yo, la quisiera…

Más, ¡hubo que ver,

qué de San Quintí­n y qué revuelo,

armó mi hermano mayor, con los mozos de la cuadra

y los vaqueros, buscando por mi causa aquella

espuela!

Y, aunque como cristiana, no soporto que a otros,

por mi culpa indaguen, esa vez me hice mala y fuerte,

hasta que las sospechas recayeron, como siempre,

en Juanito,

pequeño jinete consentido y olvidadizo que «Â¡todo pierde!»

Ahora, después de un buen tramo de tiempo,

cuando por quitarle un poco su frí­o de metal de muerte

y ausencia, hago tintinear la estrella de mi espuela,

se opera para mí­ un gozoso milagro.

Miro a mi padre de cuerpo entero,

vestido para montar y con tejano sombrero;

con el plan de ir a ver la floración de los cafetos;

y con la ilusión -¡que a mí­ nunca me pudo esconder!-

de encontrase con el torrente

manantial de agua,

el pájaro

y

la flor…

porque mi padre,

bajo el abogado y el agricultor,

¡ocultó al poeta!

(1976)