La Biblioteca Nacional, obra del doctor Arévalo


Antonio Ortiz (I), el que esto escribe y un amigo, Efraí­n Morales, los dos ya fallecidos, en el Parque después del derribo de la Guardia de Honor y después de la Biblioteca Nacional. FOTO LA HORA: FOTO URREA

POR JOSí‰ ANTONIO GARCíA URREA

Con agrado leí­ la información del homenaje que se le tributó el 15 de mayo en curso al ingeniero Efraí­n Recinos, en el Centro Cultural Miguel íngel Asturias, cuya sala principal lleva su nombre, ya que fue el artí­fice de todo el complejo; pero como ya no puedo asistir fí­sicamente a estos importantes eventos, como se dice, asistí­ espiritualmente.


Me cabe la honra de haber sido, en cierto modo, «compañero» de edificio del ingeniero Recinos, cuando fui Jefe de Relaciones Públicas del Centro Cultural de Guatemala, lo cual me dio oportunidad de admirar su grandeza; hombre alejado de yoí­smos, inmerso en su sentido creador. Algunas veces cambié impresiones en su taller, situado en ese complejo, el que por un Acuerdo Presidencial le pertenece de por vida.

El ejercicio periodí­stico brinda la oportunidad de relacionarse con altas personalidades en distintos campos del desarrollo social de los pueblos, que viene a ser una compensación de las tribulaciones a las que está sujeta esta profesión.

Al leer una entrevista (Prensa Libre, 14-05-2010), relacionada con el cierre de la entrada al pequeño parqueo del edificio de la Biblioteca Nacional, con el pretexto de crear un área peatonal, hace unos dí­as Marí­a Eugenia Gordillo -la escritora y promotora de varias disciplinas culturales, actual directora de la Hemeroteca Nacional- hizo una protesta periodí­stica por esa arbitrariedad.

Entre otros temas, en esa entrevista, el licenciado Gustavo Adolfo Montenegro formuló la pregunta relativa a la creación del Instituto de la Marimba en el Centro Cultural, a lo que el ingeniero Recinos respondió: «Eso está parado. Entró este gobierno y eso se quedó en el abandono. Imagí­nese, agregó, la única institución de su tipo en el mundo y no les importa». Para mis adentros pienso, es que tenemos también una globalización de la cultura de la patada.

Pero hay algo en lo que me puso a pensar esta entrevista; cuando el ingeniero Recinos habla de que el primer error es de diseño, pues en 1957 el edificio se hizo sin contemplar un pequeño parqueo subterráneo para empleados. Cierto, pero el complejo que alberga la Biblioteca Nacional, el Archivo Nacional de Centroamérica y la Hemeroteca, fue construido por orden del entonces Presidente de la República, doctor Juan José Arévalo, porque según lo dijo él, habí­a la intención de construir en ese predio el edificio de la Embajada de Estados Unidos de Norteamérica, y el presidente Arévalo dijo que «él no querí­a que la casa del Procónsul de los Estados Unidos estuviera frente al Palacio Nacional».

Esto lo repitió años más tarde, como ex presidente, en una actividad que hubo en el Archivo. Yo lo grabé, pero desafortunadamente, por emergencia, le presté el cassette a un compañero, recomendándole que me lo retornara, pues esa grabación era un tesoro. Hasta la fecha, estoy esperando la devolución. í‰l se recordará.

Visité periodí­sticamente esos trabajos, pero sin duda, por la premura -pues se hicieron a marchas forzadas- se omitió lo del parqueo, como lo anota el ingeniero Recinos, y tal vez algunos otros detalles que ahora constituyen un obstáculo para el desarrollo de las actividades que se efectúan en ese complejo.

Y continuando con un poco de historia, ya que el tema se presta, en ese lugar estuvo la Guardia de Honor, enfrente, en el parqueo del Banco del Ejército, el Ministerio de Fomento, en donde se originó la TGQ; las torres del inalámbrico, en la 24 calle, entrada al Teatro Nacional. En esa TGW se originó el primer radioteatro infantil de la Tita Corina, cuyo nombre es: Lucí­a Martí­nez Sobral y Beteta de Sáenz de Tejada. El barí­tono Guillermo Andreu Corzo, hací­a el Gigante de los tres pelos; a los patojos nos asustaban sus carcajadas. Atrás del Ministerio, sobre la 4a. avenida, estaban las ruinas de lo que fue la Casa de la Moneda, con sus paredes de media vara de grosor.