La corrupción en los medios de comunicación


í‰ste es un tema difí­cil porque se trata de hacer una autocrí­tica y que, quizá, moleste a algunos de mis colegas.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

Sin embargo, creo que es necesario hacer un autoanálisis del papel de los medios de comunicación, sobre todo luego de que el aún jefe de la CICIG, Carlos Castresana, denunciara que el plan de descrédito en su contra tuviera eco -gracias a pagos a periodistas, llamados también «fafas»- dentro de la Prensa escrita, radial y televisiva.

En mi humilde opinión, considero que los medios de comunicación han modificado su objetivo o su razón de ser (su misión y visión, según los expertos en reingenierí­a). Anteriormente, el periodismo era una profesión de mucha valentí­a, heroí­smo y estoicismo y, en consecuencia, el periodista tení­a estas caracterí­sticas también, y creí­a firmemente que su contribución para dar a conocer la Verdad (con mayúscula) era lo fundamental para el desarrollo de la sociedad.

Ahora, en los tiempos del liberalismo y del relativismo de la verdad (con minúscula), los medios de comunicación han debido modificar su misión y visión, y más que ser esencialmente generadores de periodismo, son eminentemente empresas, como cualquier maquila, banco, venta de servicios, importadora o cualquier tipo de actividad rentable.

Este cambio de visión se demuestra en la entrevista -que el mismo Castresana hiciera eco- realizada por un canal de televisión a favor de un prófugo de la justicia, uno de los hermanos Valdés Paiz, en que hay indicios que se consensuó la entrevista y hasta estaba establecido qué preguntas se harí­a, y las respuestas (como en los concursos femeninos de belleza) estaban más que memorizadas.

El jefe de la CICIG exculpó al periodista que realizó la entrevista haciendo ver que él estaba haciendo su trabajo, lo cual es muy cierto. Lo que pasa es que el cambio de visión en los medios de comunicación, convertidos en empresas, buscan brindar a sus clientes el producto deseado.

Y en esto cabe aquello que se dice (aunque casi no se cumple) que «el cliente siempre tiene la razón», y la entrevista al prófugo de la justicia se realizó con el criterio de ofrecer al cliente (que en este caso especí­fico es el telespectador) lo que supuestamente pide.

Pero, considero que hay que establecer la diferencia entre los productos; anteriormente, como ya argumenté, los medios de comunicación intentaban ofrecer a sus destinatarios la Verdad (con mayúscula); sin embargo, las empresas que se visten con el disfraz de medios de comunicación venden, como en el caso de esta entrevista, morbosidad, sin importar que se les pueda imputar un delito como encubrimiento propio u obstrucción de la justicia.

Cabe decir que la entrevista a la que me refiero no es la única (ni la última) que se hace a un prófugo. Cabe decir, también, que las fafas no surgen con el cambio de visión de los medios de comunicación, sino que existieron, incluso, cuando la Prensa tení­a esa misión romántica de ofrecer la Verdad.

Me parece justo hacer esta diferenciación entre una empresa de noticias y una romántica Prensa, ya que los lectores, oyentes y telespectadores aún siguen considerando a todos los medios de comunicación como los portadores de la Verdad absoluta, y todaví­a se le exige a los periodistas que informen para conocer mejor el espectro polí­tico, económico, social, cultural, deportivo y de otra í­ndole noticiosa.

Esta creencia, por ejemplo, ha hecho a una sociedad sumamente sumisa que cree todo o casi todo lo que se dice en los medios de comunicación, sin diferenciar que algunos de éstos están ofreciendo una verdad (con minúscula) que sólo atañe a intereses económicos de un grupito que puede pagar la inclusión de su agenda noticiosa en estas empresas de morbosidad.

Obviamente, el tener el favor de medios de comunicación -sobre todo los masivos y los destinados a las clases bajas y medias- es favorable para cualquiera, incluyendo al crimen organizado, narcotráfico y delincuentes esporádicos, sobre todo sabiendo que el sistema judicial es prácticamente nulo y que sólo algunos medios periodí­sticos son verdaderas tribunas y no mostradores, y que su fiscalización es más efectiva que la labor del MP. Y es labor de los lectores y espectadores dejar de recibir la información en forma pasiva, y rechazar a las empresas que venden morbo disfrazada de verdad.