«Vive la pasión del futbol»


Acudimos estos dí­as al padre de todos los circos, él que concita la atención de casi todo el mundo porque está pensado así­, con carácter «mundial»; es el espectáculo capaz de revitalizar la alicaí­da economí­a según los analistas financieros, por la infinidad de oportunidades para hacer dinero a partir del espectáculo de masas, ahí­ aparece ya la clave, grandes conglomerados listos para el consumo a partir del inocente juego de dos equipos que desean acertar la mayor cantidad de veces un objeto llamado pelota en el área contraria. Esa candidez sólo queda ya en el espí­ritu recreativo de niños y jóvenes que juegan con la pelota, en aquellos barrios en los que la pobreza impide inevitablemente la irrupción del mercado, y lo que queda es divertirse.

Julio Donis

Es casi inevitable, lo que empieza con las ligas locales, nacionales y continentales, tiene su clí­max en la gesta cuatrienal que reúne a las mejores 32 selecciones en un evento de caracterí­sticas romanas, un evento en el que no se escatiman recursos para crear el ambiente competitivo más desbocado del planeta. Un silbatazo agudo y furtivo da inicio al intercambio, 22 hombres corren, patean, caen, golpean, estiran la cabeza, y en el mejor de los casos celebran de mil maneras en un frenesí­ que capta la atención de cámaras y espectadores, cuando finalmente el objeto esférico que todos tratan de manipular entra por lo que llaman «porterí­a», es el momento de sí­ntesis del entrenamiento, compromiso y esfuerzo fí­sico, pero también de la inversión hecha a través de publicidad, equipos y tecnologí­a en un deporte, es el instante en que se reúne técnica, capacidad fí­sica y dinero. ¡Ah! pero no nos engañemos, lo que vemos realmente es la puesta en escena de dos esquemas tácticos a cargo de dos responsables que desde afuera siguen el encuentro. En el lado de las gradas, frente a las pantallas que ahora son planas, con el oí­do pegado al radio, o ahora en el mismí­simo artilugio celular, millones de personas siguen la afrenta deportiva y de vez en cuando, según la trayectoria del balón, la exaltación cual gritos de guerra, es masiva, es mundial, éstos son lo que conforman el conglomerado llamado afición.

Ahora bien, ¿qué hay detrás del deseo de ver a un grupo de jugadores patear y correr tras una esfera? ¿Qué hace que ese gusto sea de carácter transnacional e incluso transcultural? ¿Cuál es la hebra fina que teje un delirio general, dirí­amos mundial, por la idea del gol? Avanzo mi respuesta desde ya, deportes extendidos como éste ofrecen la oportunidad única de dos caracterí­sticas necesarias para la reproducción de las condiciones del modelo capitalista, la primera, un mercado masivo y ávido de comprar cualquier baratija que autocomplazca su identidad deportiva, con lo cual se reproduce permanentemente dicha necesidad. Una prueba de ello es la cantidad de millones que se invierten en este deporte y en el evento mundial, las inversiones en publicidad y tecnologí­a deportiva han dispuesto en mejores condiciones el espectáculo para que la competencia sea más reñida, ya no sólo son Brasil o Alemania los dominadores, el mercado ha equiparado las condiciones del espectáculo, sólo lo necesario, para seguir alimentando la falsa idea de alzar la copa del Mundial.

Y el segundo, la autoalinenación, producto del consumo material que garantiza la mediatización polí­tica de una gran masa exaltada. Lo que está exacerbado en la conflictividad de la dimensión polí­tica mundial, es un eco atenuado en la competición deportiva, la naturaleza competitiva humana está domada y encausada para los fines mercantiles; para esta gesta declaramos el apoyo a un equipo o al otro, es raro el que se declare neutral, la mayor parte de veces vamos con la potencia, pero también están los «correctos» que le van a los equipos menos provistos. El asunto es competir para ganar, aunque sea a través de este deporte. Un entrenador le decí­a a su equipo «perder equivale a morir». Así­ están las cosas en estos dí­as de crisis polí­tica, de grietas en las calles y hoyos de impunidad, de puentes que se ahogaron y de pasión por el futbol al amanecer.

PS: Dos velas se apagaron esta semana y debemos seguir avanzando con la luz que nos dejó Saramago y Monsivais…