La crisis humanitaria se agrava


Dos uzbecos lloran al observar su casa destruida en Shark, en las afueras de Osh. FOTO LA HORA: AFP VIKTOR DRACHEV

Kirguistán iniciaba hoy un luto nacional de tres dí­as por la muerte de unas 180 personas en los enfrentamientos étnicos y esperaba la llegada a la región de un enviado estadounidense para gestionar la creciente crisis humanitaria.


El vecino Uzbekistán, donde se han refugiado ya más de 75 mil personas que huyeron de la violencia entre grupos de la minorí­a uzbeka y kirguisos, pero que ya solo admite a enfermos o heridos, ha empezado a recibir ayuda humanitaria internacional.

En Kirguistán, el gobierno interino decretó tres dí­as de duelo a partir del miércoles y las banderas estaban izadas a media asta. Según un nuevo balance del ministerio kirguiso de Salud, 187 personas murieron en los enfrentamientos.

En la frontera, en Velkesem, varios cientos de uzbekos, esencialmente mujeres y niños sin pertenencias, se concentraban en los alrededores del puente que une Kirguistán a Uzbekistán, según un periodista.

La frontera que pasa por un canal artificial está cerrada y grandes bloques de hormigón y alambradas de espino impiden el paso al puente, en el que se encuentra una decena de soldados uzbekos.

Sólo hay cinco tiendas de campañas para todos los refugiados y una sola cisterna de agua, vetusta y oxidada. Las temperaturas alcanza los 35ºC y los refugiados no tienen comida.

«No recibidos ninguna ayuda. Dormidos en la calle con los niños, incluso bajo la lluvia. Hace cinco dí­as que estamos aquí­. Nadie viene. La gente aquí­ tiene hambre y sed. No tenemos medicinas», relató Mokhindil, de unos cuarenta años.

Ante la amplitud del fenómeno, se esperaba el miércoles la visita del diplomático estadounidense Robert Blake a Taskent, la capital uzbeka, y al valle de Ferghana, cerca de la frontera kirguisa.

Blake, encargado de misión por la Secretaria de Estado Hillary Clinton, «llegará el viernes a Biskek, la capital kirguisa, donde mantendrá conversaciones directas con el gobierno el sábado», indicó Philip Crowley, portavoz del departamento de Estado.

«La crisis humanitaria se agrava y estamos dispuestos a enfrentarla», añadió el portavoz.

El primer avión cargado con ayuda humanitaria internacional llegó el miércoles a Uzbekistán para los refugiados que huyeron de Kirguistán, indicaron las autoridades locales.

El avión, que aterrizó en Andijan (este de Uzbekistán), transportaba unas 800 tiendas del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), indicó a la AFP un responsable del ministerio uzbeko de las Situaciones de Emergencia. Se espera la llegada de otros dos aviones de ACNUR durante el dí­a.

Por otra parte, el secretario del Consejo de Seguridad kirguiso, Alik Orozov, viajó el miércoles a Moscú, donde tiene previsto reunirse con su homólogo ruso Nikolai Patruchev y el ministro ruso de Relaciones Exteriores Serguei Lavrov, indicó la agencia Itar-Tass.

Abordarán el tema de la aceleración del suministro de la ayuda humanitaria por parte de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, de la que son miembros Rusia y Kirguistán.

En las dos principales ciudades kirguisas del sur, Och y Djalal Abad, donde estallaron la semana pasada los enfrentamientos, reinaba el miércoles por la mañana una calma relativa.

En Och, donde se registraron nuevos disparos de artillerí­a el martes por la noche, las autoridades limpiaban la ciudad y evacuaban los coches quemados. Las tiendas de alimentación empezaban a abrir de nuevo en la ciudad, vigilada por los militares.

En Djalal Abad, el mercado y algunas tiendas han vuelto a abrir. Las fuerzas de seguridad seguí­an patrullando por las calles y se instalaron tres puestos de control en la carretera entre Biskek y Och.

ANíLISIS Regalo envenenado


Rusia, a la que Kirguistán pidió ayuda militar, está actuando con extrema prudencia en esta ex república soviética afectada por una sangrienta ola de violencia interétnica, tratando de evitar implicarse en un conflicto de consecuencias imprevisibles.

Kirguistán, cuya ola de violencia ha causado por lo menos 187 muertos, solicitó dos dí­as después del inicio de los disturbios ayuda militar rusa para restablecer el orden, el gobierno ruso se la negó.

Según los analistas, para Rusia su influencia en Kirguistán tiene un precio y podrí­a convertirse en un regalo envenenado.

Tanto una intervención militar como un implicación de poca magnitud en el conflicto podrí­an tener grandes repercusiones en los próximos años.

«Rusia es muy prudente respecto al enví­o de sus tropas en Asia», subrayó Konstantin Zatulin, diputado y director del Instituto de los paí­ses de la CEI (Comunidad de Estados Independientes, 11 ex-repúblicas soviéticas).

Según él, la desastrosa intervención en Afganistán en la época soviética enseñó a Rusia a no volver a implicarse en conflictos de ese tipo.

«Grupos rivales en Afganistán recurrieron a nosotros a fines de los años 1970. Lo que tuvimos como resultado fue una guerra de varios años que acabó con muchas vidas», agregó.

Además del traumatismo relacionado con la guerra en Afganistán, Rusia no quiere implicarse en un conflicto regional.

«Rusia no quiere ser acusada de interferir directamente en Kirguistán a causa de la posibilidad de propagación del conflicto en la región, que implicarí­a con seguridad a Uzbekistán y Tayikistán», dijo Chris Weafer, analista en el banco de inversiones Ouralsib en Moscú.

«La última cosa de lo que no quisiera ser acusado el paí­s, es de intervenir en la región o estar implicado en otro conflicto como el georgiano», agregó, refiriéndose a la guerra relámpago entre Rusia y Georgia de 2008, que afectó las relaciones de Rusia con Occidente.

Según analistas, en el valle de Ferghana, lugar de recientes levantamientos, la mezcla de una animosidad histórica y de rivalidades interétnicas tiene el potencial de desestabilizar a toda el Asia Central.

Estos problemas se originan en la época estalinista, cuando la región fue dividida de manera arbitraria entre Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán.

En esta región estratégica, en especial por el acceso a Afganistán, el Kremlin, antes molesto por la actitud del derrocado presidente Kurmanbek Bakiev, quien aceptó el mantenimiento de una base militar estadounidense, reservó en un primer tiempo un recibimiento más o menos cálido al gobierno kirguiso interino.

Pero pronto las autoridades rusas, desencantadas, parecieron tomar distancias con el gobierno de Bichkek, que llegó al poder tras los levantamientos de abril que causaron la caí­da del régimen de Bakiev.

El Primer ministro Vladimir Putin declaró en mayo que Rusia no tiene ninguna idea clara sobre los «procesos internos» en Kirguistán.

«Hay decepción» en Rusia, indicó Zurab Todua, experto del espacio possoviético en el Instituto de Religiones y Polí­ticas, y agregó que «por ahora Rusia da pasos atrás y espera que la situación evoluciones».