Las dos Coreas decidieron hoy reanudar conversaciones a nivel ministerial durante las cuales podría aprobarse el reinicio de una ayuda crucial para el régimen comunista, después de que Pyongyang se comprometiera a desmantelar sus instalaciones nucleares el pasado martes.
Sólo dos días después del acuerdo de Pekín, delegaciones del Norte y del Sur se reunieron en la ciudad norcoreana de Kaesong, a unos kilómetros de la frontera con el Sur.
Después de unas horas de conversaciones, decidieron que los encuentros ministeriales se reiniciarán entre el 27 de febrero y el 2 de marzo en la capital norcoreana.
El encuentro ministerial se celebrará del 27 de febrero al 2 de marzo en Pyongyang, según decidieron las delegaciones de las dos Coreas en una reunión de rango inferior celebrada este jueves en la ciudad fronteriza de Kaesong, precisaron las fuentes.
«Las dos partes confirman su voluntad de desarrollar relaciones bilaterales de acuerdo con el espíritu de la declaración del 15 de junio» (de 2000), precisa el comunicado común dado a conocer en Kaesong.
El 15 de junio de 2000, las dos Coreas celebraron una cumbre histórica en Pyongyang, iniciando una política de acercamiento tendente a normalizar las relaciones entre los dos países que teóricamente siguen en guerra.
Ningún tratado de paz ha terminado el conflicto que se produjo entre 1950 y 1953.
La declaración del 15 de junio estipulaba que las dos Coreas se comprometían a trabajar por la paz y la reconciliación, objetivo seriamente cuestionado por los programas nucleares militares de Corea del Norte.
Las negociaciones intercoreanas a nivel ministerial habían sido suspendidas en julio como represalia por los disparos de misiles por Corea del Norte.
Su reinicio abre el camino a la reanudación de la ayuda humanitaria que el Sur otorga al Norte, víctima de una escasez crónica de alimentos.
Seúl había suspendido una entrega de 100.000 toneladas de abonos y de 500.000 toneladas de arroz.
El régimen de Pyongyang cuenta en gran medida con la ayuda extranjera, china en primer término, surcoreana luego, para alimentar a sus 23 millones de habitantes.
En los años 1990, una hambruna provocó cientos de miles de muertos, según organizaciones humanitarias.
Desde entonces, el país es prensa de una escasez crónica de alimentos, situación que podría agravarse con las graves inundaciones ocurridas a mediados del año pasado, según las ONG.
La explosión de prueba de la primera bomba atómica, el 9 de octubre, impidió el reinicio de la ayuda humanitaria surcoreana, pero los encuentros de fines de febrero deberían hacerlo posible, según responsables gubernamentales.
El desacuerdo sobre el tema nuclear parece haber sido superado el martes después de la firma de un acuerdo en Pekín, al cabo de negociaciones entre las dos Coreas, Estados Unidos, China, Japón y Rusia.
Corea del Norte se comprometió a iniciar de aquí a dos meses el desmantelamiento de su programa nuclear a cambio de una ayuda energética y de tratativas para normalizar sus relaciones con Estados Unidos.
No obstante, persistían las dudas sobre el compromiso norcoreano.
George W. Bush se empeñó en rechazar las críticas en especial del embajador estadounidense ante la ONU, John Bolton que estimó que el acuerdo carecía de firmeza.
En Seúl, algunos criticaron la «precipitación» del gobierno surcoreano para restablecer la ayuda humanitaria.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, dijo ayer en conferencia de prensa que el acuerdo nuclear alcanzado con Corea del Norte es «un buen primer paso», aunque todavía queda mucho por hacer.
«Es un buen primer paso. Queda mucho trabajo por delante para asegurarnos de que los compromisos contenidos en el acuerdo se hagan realidad. Pero pienso que es un paso importante en la dirección correcta», dijo Bush durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca, un día después de que Corea del Norte aceptara desmantelar sus instalaciones nucleares a cambio de ayuda energética.
Bush defendió el acuerdo frente a las críticas, provenientes en su mayoría de conservadores estadounidenses, que lo han interpretado como una señal de debilidad, especialmente en momentos en que Pyongyang empieza a sentir el impacto de las sanciones financieras impuestas por Estados Unidos y la ONU.
El ex embajador de Estados Unidos en Naciones Unidas, John Bolton, lo calificó de «acuerdo muy malo», al estimar que contradice la política de Bush y muestra debilidad en plena crisis con Irán por su programa nuclear.