Polí­tica y calamidad


Cuando la catástrofe se impone, la polí­tica se predispone. Mientras terminamos de concebir la dimensión de la destrucción causada por Agatha, la polí­tica recrea y expone las taras, las limitaciones y la pequeñez de los que detentan el poder. Durante los eventos de desastre masivo como los que suelen ocurrir por estas latitudes, se pone a prueba el talante de lo que somos como sociedad, con todo lo malo y lo poco bueno. Lo mismo puede suceder cuando se sale de viaje con parientes o amigos por primera vez, afloran las entrañas de nuestros peores demonios, el egoí­smo y la corrupción toma el control, echando la solidaridad a la calle. Quién no ha tenido ese viaje de aventura con amigos que creyó conocer, hasta que con sorpresa los desconoce en el escenario de decisiones triviales, que llevan incluso a concluir permanentemente relaciones que se creí­an infalibles. Nada más certero que eso para conocer a las personas en su verdadera condición. Tanto en una experiencia de catástrofe natural con impacto en un pueblo entero, como una situación personal que serí­a el caso por ejemplo, de viajar con alguien que entra en crisis por perder el pasaporte, se distingue un rasgo común, las personas pierden su marco de seguridad cotidiana, tanto material como psicológica, lo cual desemboca en incertidumbres que a su vez pueden llevar al caos. Obviamente que no es lo mismo perder la familia y el techo, que perder el documento de identificación, los casos son incomparables, sobre todo en situación de precariedad como suelen estar los más afectados en este tipo de catástrofes, pero en ambos debe remontarse la fase de incertidumbre o de crisis, con cordura y madurez pero sobre todo con solidaridad.

Julio Donis

Cuando un pueblo ha sido devastado como lo hizo Agatha en Escuintla, Sololá, Retalhuleu, Sacatepéquez o Izabal, la madurez la debe asumir y proponer en primera instancia el liderazgo del Gobierno que administra de turno el Estado, sin embargo la calamidad es de todos, las decenas de muertos deben ser consternación de todos y de tal manera los convocados a colaborar debemos ser todos. A contrapunto, lo que ha sucedido post Agatha en la polí­tica de los polí­ticos ha sido el teatro del absurdo y la vergí¼enza. La oposición aprovechando cualquier paso en falso del Gobierno para señalar corrupción, utilización o politización de la ayuda, no importan las ví­ctimas sino la salvaguarda de su «moral polí­tica» que allane el camino preelectoral. La «escena» entre Ejecutivo y Legislativo para pedir y aprobar ampliación presupuestaria de recursos que ayuden a mitigar la crisis recién vivida, es prueba de ello. Las carreteras arruinadas y los puentes arrastrados por la corriente demuestran mediocridad y cortoplacismo de los responsables, como si hubieran sido hechos para destruirse fácilmente. Mientas los capitalinos tratan de comprender cómo se abrió tremendo hoyo en plena zona 2, el Alcalde de su ciudad cae en la tradicional provocación de los medios y expone su prepotencia, evita la responsabilidad municipal y como estoque de florete feudal, indica que no hay recursos para atender tremendo agujero, y pregunta por qué no atacan a otros alcaldes de municipios vecinos donde también parecen abrirse hoyos, es más, invita él mismo a visitarlos. Ese mismo dí­a recibo por correo electrónico de una amiga fuera del paí­s, en el que se relaciona el hoyo con similares en otras partes del mundo, con una presumible intervención aliení­gena!! ¿Cómo le explico que el único extraterrestre por aquí­ es un viajero en el tiempo que se cree señor feudal?

Los medios también aprovechan para extraer la última gota de sangre de la situación cual vampiros, exacerban la actuación de lo que deben hacer o dejan de hacer los polí­ticos, su abordaje de la situación es lamentable y victimizante. Somos una sociedad que se rí­e de sus instituciones, haciendo aserrí­n del árbol caí­do sin visionar que de esa madera se construye la integridad de lo que somos como colectivo social. Finalmente el Gobierno, que tiene el triple reto de liderar y conducir la recuperación y reconstrucción en medio de un panorama adverso de crisis polí­tica alrededor de la agenda de seguridad; pero además tiene el dilema de mantener su Programa insignia Mi familia Progresa, está obligado a despolitizar. Y finalmente tiene el reto de dar el ejemplo de una polí­tica de altura en medio de una corte de enanos polí­ticos. Me temo que las nubes seguirán imponiendo la oscuridad, haciendo de este paí­s un inframundo de mediocridad, violencia y corrupción.