Paul Verlaine y el Dí­a D


El 1º. de junio de 1944, el Coronel Helmuth Meyer jefe de Inteligencia del 15 Ejército de la Wermacht, brincó en su asiento. Uno de sus escuchas monitoreando la BBC de Londres captó el mensaje esperado, la primera parte de un verso del poema Canción de Otoño de Paul Marie Verlaine. El texto en francés «Les sanglots longs des violons de l»automme», indicaba que la invasión estaba próxima a realizarse. Cuando el locutor leyera el segundo verso la fecha exacta serí­a conocida. Tras un trabajo minucioso el Almirante Wilhelm Canaris jefe del Contraespionaje Alemán, habí­a descubierto la clave para determinar el dí­a de la invasión a Europa.

Doctor Mario Castejón
castejon1936@hotmail.com

La mañana del 5 de junio a las 9:15 a.m., la cálida voz del locutor de la BBC transmitió de nuevo: Ahora escuchen atentamente algunos mensajes personales, mencionó algunos avisos intrascendentes hasta que llegó el esperado: «Blessent mon coeur d»une langeur monotone», era el segundo verso del poema de Verlaine, la invasión se realizarí­a en las 72 horas siguientes a contar de las 0 horas de ese dí­a. No habí­a una palabra, una voz cuchicheada a través de la radio que no fuera escuchada por los hombres de Meyer. Treinta expertos dentro de una casamata de hormigón, hablando cada uno de ellos fluidamente tres idiomas. Los escuchas del Maquis francés también esperaban la segunda parte del poema Canción de Otoño. Igualmente esperaban otros dos mensajes en clave que el locutor de la BBC pronunció diciendo: «Hace calor en Suez» y luego, «los dados están sobre la mesa». Eran el punto de partida para iniciar el sabotaje previo a la invasión. El primero para interrumpir el transporte ferroviario, el segundo para cortar el telégrafo y las ví­as telefónicas.

Meyer se dio cuenta que sus hombres habí­an recibido quizás el mensaje más importante de la guerra y que podrí­a cambiar el destino de Alemania. Lanzó aviso al Cuartel de Rommel, luego al Cuartel General del Oeste y al Cuartel de Operaciones de Hitler. A pesar de la inminencia del ataque, el aviso de Meyer no fue tomado en cuenta. Se dio la alarma, ya cuando las operaciones de los Ejércitos Aliados estaban en marcha y las divisiones Panzer bajo las órdenes exclusivas de Hitler no habí­an sido movilizadas a las playas. El General Hans von Salmuth al frente del 15 Ejército expresó ante la alerta roja: «Soy zorro viejo para excitarme demasiado», tres horas más tarde esa noche, 18 mil paracaidistas se estaban dispersando en la zona. El 8 de junio Hitler pedirí­a explicaciones y se montó una investigación para establecer por qué no se habí­a declarado una alerta total. Para el Mariscal Edwin Rommel a cargo de la Muralla del Atlántico fue el golpe más duro de su carrera. El grupo B del Ejército bajo su mando reaccionó tardí­amente y los 124 aviones del ala 26 que defendí­an la costa habí­an sido retirados la tarde anterior. Por un azar del destino, ese dí­a 6 de junio estaba en Berlí­n, salió del Castillo de la Roché Guyon, su Cuartel General, el dí­a 4 para celebrar el cumpleaños de su esposa. Confiando en sus meteorólogos, Rommel creí­a que la invasión no serí­a hasta finales de julio, coincidiendo con la ofensiva de verano soviética.

El 6 de junio de 1944 quedó inscrito en la Historia como el Dí­a D, el inicio del derrumbe de la Europa de Hitler. Ese dí­a martes 6 a partir de 15 minutos después de la medianoche, asaltaron las costas de Normandí­a más de 250 mil hombres. Cinco mil barcos se agolparon en las proximidades de la desembocadura del Sena, formando un frente de más de 250 kilómetros. Soldados estadounidenses, británicos, franceses, canadienses, belgas, checos, holandeses, noruegos y de otras nacionalidades constituyeron la fuerza de invasión. Iniciaron la operación a medianoche del dí­a 5, los paracaidistas de la 101 y 82

División aerotransportada, lanzados en una costa iluminada por la luna llena. Cinco minutos después, correspondió a los hombres de la 6ª. Británica que tení­an a su cargo iluminar las zonas de lanzamiento para el resto de tropas aerotransportadas.

La decisión del dí­a escogido y responsabilidad del éxito o fracaso de la invasión, como él mismo asumió al anunciar la invasión, cayó sobre las espaldas de Dwight D. Eisenhower, General de cinco estrellas, un espigado sureño de fácil sonrisa y calvicie incipiente. Era poseedor de cualidades innatas y otras que asimiló conforme crecí­a en su profesión, la más importante de ellas, saber escuchar y tomar decisiones en el momento preciso. Al otro lado del mar, otro hombre con parecidas caracterí­sticas esperaba la invasión: El Mariscal de Campo Erwin Rommel, el Zorro del Desierto, estratega de las campañas victoriosas del ífrica Corps y el soldado más reconocido de Alemania. Rommel sabí­a lo que estaba en juego ese dí­a: inspeccionando las fortificaciones de las playas en Normandí­a dijo a su ayudante el General Helmuth Lang: Créame Lang, las primeras 24 horas de la Invasión serán decisivas, de su resultado depende el destino de Alemania… tanto para los aliados como para Alemania ese será del dí­a más largo del siglo. (continuará)