Amin Maalouf ganó el Prí­ncipe de Asturias de Letras


Amin Maalouf, escritor libanés, ganó el premio Prí­ncipe de Asturias para las Letras. FOTO LA HORA: AFP PIERRE-PHILIPPE MARCOU

El escritor libanés afincado en Francia Amin Maalouf ganó este miércoles el premio Prí­ncipe de Asturias de las Letras 2010 tras superar en las últimas votaciones al poeta chileno Nicanor Parra y a la escritora española Ana Marí­a Matute, indicaron los organizadores.


Amin Maalouf (Beirut, 1949), que trabajó como periodista en Beirut y fue enviado especial en Vietnam y Etiopí­a, recibió el Premio Goncourt en 1993 por su novela «La Roca de Tanios».

Su literatura mezcla la realidad histórica con la ficción, y actúa como un puente entre oriente y occidente. Francófono y considerado una de las voces más importantes de la literatura árabe, Maalouf es autor de «León el africano», «Samarkanda» o «Los jardines de luz».

Al premio fueron presentadas 27 candidaturas de 16 paí­ses, quedando finalistas Maalouf, Matute, y Parra.

En la edición del año pasado, el premio recayó en el escritor albanés Ismail Kadaré.

El otorgado este miércoles es el cuarto de los ocho premios y el de las Letra es concedido «a la persona, institución, grupo de personas o de instituciones cuya labor creadora o de investigación represente una contribución relevante a la cultura universal en los campos de la Literatura o de la Lingí¼í­stica», según los estatutos.

Los premios Prí­ncipe de Asturias los entrega la Fundación que lleva el nombre del prí­ncipe Felipe, heredero de la corona de España, y cada año premia a ocho personas o instituciones en ocho ámbitos: artes, cooperación internacional, concordia, ciencias sociales, comunicación y humanidades, deportes, investigación cientí­fica y técnica y letras.

Cada galardón está dotado con 50.000 euros y una escultura creada por Joan Miró y los entrega el prí­ncipe Felipe en una ceremonia en el teatro Campoamor de Ovideo (norte de España), ciudad sede de la Fundación, en el otoño boreal.

PETICIí“N

Semanas atrás, Amin Maalouf firmó, junto con Juan Goytisolo, José Saramago, Manuel Pimentel y otras gentes de buena voluntad de España y fuera de España, una petición para que el Premio Prí­ncipe de Asturias de la Concordia le sea concedido este año a los moriscos expulsados de su tierra en los siglos XVI y XVII. Es un asunto de justicia y equidad: otros compatriotas forzados al exilio por el fundamentalismo nacional-católico, los judí­os sefardí­es, ya recibieron ese galardón en 1990. No sabemos si el deseo de Maalouf y los otros firmantes se materializará ahora o en ediciones venideras, lo que sí­ sabemos es que el Prí­ncipe de Asturias de las Letras recayó el miércoles sobre el escritor libanés. El jurado destacó su infatigable defensa de la cultura y de la convivencia.

Maalouf es un hombre particularmente feliz por el hecho de que el galardón sea español. Su primer gran éxito internacional, la novela León el Africano (1986), versa, de hecho, sobre un granadino exiliado: Hasan Ben Muhamad Al-Wazzan. «Siempre me ha interesado mucho Al Andalus, ese modelo de convivencia de las tres religiones monoteí­stas y esa edad de oro de la civilización árabe, pero al personaje de Hasan, también llamado León, llegué por causalidad», cuenta. «Un dí­a, estaba leyendo un libro sobre otro gran viajero, Ibn Batuta, y, en una nota a pie de página, vi que tal comentario de Ibn Batuta habí­a sido confirmado por León el Africano. El nombre era raro, me llamó la atención. Así­ que busqué en un diccionario y leí­ que habí­a nacido en la asediada Granada nazarí­ de Boabdil, que, tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos, su familia habí­a huido a Marruecos para no verse obligada a adoptar el cristianismo, que habí­a sido un gran viajero y geógrafo y que habí­a terminado en una corte papal. Ya no pude abandonarle. Leí­ todo lo que habí­a sobre él, viajé a Granada y escribí­ esa novela».

Nacido en Beirut en 1949, instalado en Francia para escapar de las guerras que desangraron Lí­bano en los años setenta y ochenta, escritor en francés, ganador del Goncourt en 1993, Maalouf ha escrito ensayos y novelas maravillosos sobre el mundo arábigo-musulmán de ayer y de hoy como Las cruzadas vistas por los árabes y Samarcanda, y textos iluminadores sobre la actual condición humana como el reciente El desajuste del mundo. El haber nacido en el seno de una pequeña comunidad, la greco-católica, de un paí­s que siempre ha sido punto de encuentro, y de fricción, entre Oriente y Occidente, el Islam y el cristianismo, la polí­tica y la religión, la sensualidad y los negocios, el amor y la guerra, ha forjado su personalidad de intelectual que defiende a la par la universalidad de los valores de la ciudadaní­a democrática y la riqueza de la diversidad cultural. Frente a los ultras de la pureza de sangre, Maalouf propone el mestizaje, la asunción de las muchas identidades con las que cargamos la inmensa mayorí­a.

En el caso de Maalouf esas identidades serí­an las de beirutí­, libanés, árabe, de origen cristiano, de idioma francés, de valores laicos y democráticos, de convicciones europeí­stas, de gustos mediterráneos… e hispanófilo. «España», dice, «me atrae por dos razones poderosas. Una es Al Andalus. Otra es que siempre he soñado con que Lí­bano se convirtiera en un paí­s moderno, desarrollado, democrático. Tení­a muchos elementos para conseguirlo, pero no ha podido ser. En cambio, España ha hecho un verdadero milagro en los últimos 30 años».

La geografí­a, estar en el lado occidental del Mediterráneo, favorece hoy a España y perjudica a un Lí­bano que, en el lado oriental, sufre en carne propia la tragedia palestina y los otros tumores del Levante. «El mundo entero, y no solo los habitantes de la zona, necesita una solución rápida y justa a los conflictos de Oriente Próximo, empezando por el palestino», dice Maalouf. «Lo que ocurre allí­ envenena desde hace décadas todo el planeta. Y el mundo también necesita una Europa más unida y con mayor peso. Si Europa no se une, si no consigue una armoniosa integración de los inmigrantes, si no se alza como la gran referencia de la libertad, la ecologí­a, la paz y la cultura, todo el mundo lo sufrirá. Europa es, debe ser, la voz de la razón».

Maalouf espera que el premio que ayer le fue concedido no impida que España sea capaz de reconocer algún dí­a la tragedia que sufrieron los moriscos. «Los judí­os sefardí­es y los moriscos fueron grandes ví­ctimas de una visión de uniformidad cultural y religiosa que entonces se impuso a la fuerza en España y que reaparece una y otra vez en la historia. Conozco muchas historias de moriscos expulsados de España que se instalaron en Marruecos y otros paí­ses mediterráneos. Siempre vivieron con la nostalgia de España, con el deseo de volver a casa».

Cabe recordar que así­ arrancaba León el Africano: «Mi sabidurí­a ha vivido en Roma, mi pasión en El Cairo, mi angustia en Fez, y en Granada vive aún mi inocencia».