El hoyo de la impunidad


No es el agujero de la zona 2, aunque tienen en común la oscuridad del color negro al final, y una sensación de vértigo si se observa directo hacia el fondo. Ambas son las impresiones que se imponen en una sociedad que no logra romper con el poder fáctico e informal que deambula por la libre, como serpiente sigilosa y segura en medio de la incipiente institucionalidad. El azolvamiento, como ya sabemos, empezó hace mucho tiempo, y las agua sucias de la mezquindad son fluidas y esparcidas por testaferros y por capos, sus flujos nauseabundos inundan la ciudad de la doble moral; mientras muchos alardean con el discurso pulcro de la Ley, aludiendo la transparencia del agua pura, se beben en agua sucia del timo y de la transa.

Julio Donis

La edificación de las instituciones incipientes de la democracia están destinadas al agrietamiento y al riesgoso derrumbe porque en los cimientos y en sus estructuras yacen los hongos poderosos del crimen organizado, que aflojan y fisuran para que jamás se consolide el cemento de un proyecto democrático. La magnitud del poder de estos habitantes de la oscuridad es descomunal y mayor que la del Estado, porque el Estado mismo está infiltrado y corrompido, pero no lo sabe porque le fue extraí­da la membrana cerebral, justo la que garantiza la manipulación y expoliación a discreción sin que el paciente se muera, solamente con la motricidad suficiente para servirse de él, cual Frankestein. Es importante en este punto, resaltar la condición de relación social del Estado, no como una institución tangible y separada del colectivo social sino como interrelación, lo cual me lleva a la deducir que las relaciones sociales entre guatemaltecos están fuertemente permeadas por el crimen y la corrupción.

El guatemalteco común no imagina con detalle el avasallamiento de este poder infame porque la tradición doblemoralista le programó para su desmovilización polí­tica, lo cual a su vez garantiza el encubrimiento de esta cultura de la mentira verdadera. Los clanes de abogados son los soldados especializados para abrirle brecha al poder oscuro, son ellos los que retuercen y diseñan los marcos normativos, la ley misma, para amparar el ejercicio informal del menú exquisito de negocios. Atrás de ellos vienen legiones de aspirantes que sueñan con la misma misión, cuidar el laberinto a cambio de una migaja ofrecida por el monstruo. La irrisoria y casi ociosa aspiración que ser amparados por un régimen de derecho, en este escenario de catástrofe y deslaves institucionales, se resumen sobre la siguiente realidad contundente: cuál es la posibilidad de justicia que clamamos para casos, por ejemplo, como el de cientos de mujeres asesinadas, si no hemos sido capaces de resolver, con excepción de un par, los crí­menes de lesa humanidad que se cometieron durante la guerra interna!

El hoyo se tragó a Castresana y este paí­s enfrenta una nueva crisis, activada por la designación de un Fiscal tachado, los que alardean y defienden Estado de Derecho y democracia se sienten burlados; el Gobierno de Colom enfrentará desgaste polí­tico descomunal por la decisión tomada, las hienas estelarizadas por operadores en medios de comunicación y ordas de juristas rí­en porque obtuvieron su presa, la sociedad civil prepara sendas manifestaciones que reclaman estado de derecho y democracia en una tí­pica lógica liberal. Hace mucho tiempo que caí­mos al hoyo, de hecho lo vemos desde abajo.