«En cinco años, con toda seguridad existirán periódicos escritos. Dentro de 10, si se hacen las cosas precisas, a lo mejor, probablemente sí. En 15, no estoy seguro de que sigan existiendo tal y como los conocemos. Existirán si luchamos para que existan». Esto lo dijo Juan Luis Cebrián, 29 de enero de 2009, ex director del diario español El País y recientemente fue nombrado para encargarse de la fusión de las redacciones de papel y versión digital. Fusión que le ha dado magníficos resultados a la empresa Promotora de Información, S. A. PRISA, una de las más grandes de España. Este señor, pues, sabe de lo que está hablando
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Desde ese momento, Cebrián, echó a rodar «un nuevo modelo organizativo» para modernizar la estructura de producción del diario y poner fin a un formato integrado verticalmente por que era «anticuado, obsoleto y esclerótico». Se concibió un monstruo informático que produjera contenidos para papel, para Internet y para los teléfonos celulares. El cambio ha seguido una constante como producto de un moderno concepto de periodismo actualizado, que salta a la vista. Uno entra a cualquiera de los diarios de PRISA y se encuentra con formatos que responden a un siglo XXI, donde lo multimedial es la lógica del momento. Atractivos, inmediatos, hiperconectados. Esto sucedía hace ya casi de un año y medio, cuando se veía venir la gravísima crisis que hoy por hoy enfrenta España (y Europa), ante el anunciado de cierre de numerosos diarios de todo el mundo, en particular de Estados Unidos. Leí estas declaraciones de Cebrián y me parecieron temerarias, pero certeras: «La tasa de mortalidad de los periódicos es altísima. La fiesta ha terminado para todos. Hay que afrontar cambios estructurales en la Prensa». Pero me parecía aún más premonitoria la frase con que empezaba El País esa nota: «La industria de los periódicos, nacida en el siglo XIX de la mano de la revolución industrial, se ha acabado. Los cambios tecnológicos y la crisis económica global amenazan su supervivencia si no afrontan una reforma a fondo.» Estas palabras me hicieron reflexionar sobre el enorme desafío para quienes estamos en este ámbito del análisis serio de la comunicación en el mundo y sus interesantes procesos, por su dinámico impacto en la vida social. Y ésta semana, en Internet, leí a Marcos Ros-Martín quien comentaba que el diario The New York Observer, informó a sus colaboradores que se han definido cinco categorías las cuales les permitirán analizar la huella causada por las notas de los cyberperiodistas. Así: páginas vistas por el receptor, número de posts publicados, seguidores en Twitter, cantidad de comentarios conseguidos y enlaces externos a sus noticias. Esto se convertirá, dice Ros-.Martín, en un reto para los periodistas, pues muy pronto se van a tener que reconvertir en Internautas expertos y entender todo el ecosistema informativo que se enfrentan y sus modas, tan cambiantes y poco predecibles. Los nuevos periodista de este mediático siglo XXI, casi como surgieron los bloguers hace pocos, son hoy los nuevos actores profesionales que toman fotos y videos; editan estos contenidos y los suben a sus páginas, comentan y proponen nuevos temas que resultan interesantes, pero lo hacen a cada instante. Es un modelo de Internatua-comunicador avanzado, pero que necesita la seriedad y el rigor cómo el periodista tradicional había concebido sus reglas de oro: ofrecer varias versiones de un mismo hecho, consignar diversas opiniones sobre el tema abordado y, ante todo, ante todo, buscar la verdad de las cosas. No dejarse manipular, pero tampoco manipular. Este nuevo comunicador en la WEB hasta puede opinar en una nota informativa, pero deja claro qué es su opinión… ¡El mundo está cambiando, las necesidades de información ya cambiaron y los medios también lo están haciendo! Y hay de quien se quede atrás…