Después de la solidaridad…


Cientos de guatemaltecos y guatemaltecas, por igual, fueron afectados por la ceniza del volcán de Pacaya y la tormenta Agatha. Pero fueron las personas en situación de pobreza, los campesinos e indí­genas, quienes pagaron las mayores consecuencias, perdiendo sus casas, cultivos y hasta la vida. Todo gracias a un modelo de sociedad donde la desigualdad, margina y privilegia a unos sobre otros.

Lourdes ílvarez
usacconsultapopular@gmail.com

Un modelo donde la búsqueda de la ganancia, revienta y contamina los recursos naturales, dejando graves alteraciones al ambiente.

Hay que regresar a las páginas de la historia, aunque nos intenten vedar el derecho, y notar que el saqueo y la explotación durante la Conquista y la Colonia, se reafirma en los tiempos actuales, dejando en grave vulnerabilidad a más del 70% de la población total del paí­s.

Los fenómenos naturales siempre han existido, pero sus devastadoras consecuencias son producto de la exclusión, la competencia de mercado y crecimiento ilimitado que actúa bajo la lógica de «todo es mercancí­a» y por lo tanto en lugar de seres humanos, sólo existen «consumidores».

En la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, celebrado el pasado 22 de abril en Cochabamba, Bolivia, se alertó sobre el actual régimen de producción y consumo que «busca la ganancia sin lí­mites, separando al ser humano de la naturaleza, estableciendo una lógica de dominación sobre ésta, convirtiendo todo en mercancí­a: el agua, la tierra, el genoma humano, las culturas ancestrales, la biodiversidad, la justicia, la ética, los derechos de los pueblos, la muerte y la vida misma».

Además, en el texto de declaración final se lee «la humanidad está frente a una gran disyuntiva: continuar por el camino del capitalismo, la depredación y la muerte, o emprender el camino de la armoní­a con la naturaleza y el respeto a la vida… Sólo puede haber equilibrio con la naturaleza si hay equidad entre los seres humanos».

En estos momentos de crisis, parte de la tarea moral de todas y todos es apoyar en lo más inmediato, con alimentos, ropa, agua. Según datos oficiales de la Coordinadora para la Reducción de Desastres -Conred- se encuentran damnificadas 61,243 personas y 158 perdieron la vida.

Pero además de esas respuestas de cooperación, es necesario elevar el tono y exigir que polí­ticas y leyes que buscan atacar las causas estructurales de las diferencias entre la población, sean aprobadas. Queda claro que los niveles de pobreza agudizan la devastación provocada por fenómenos naturales, le ponen rostro, nombres, apellidos y edad.

No basta la solidaridad coyuntural, no bastan los ofrecimientos asistencialitas de corto plazo como programas de Estado. ¿Qué pasarí­a si de pronto dejamos de ser patriotas para ser humanos? (M.B.)