El jueves de la presente semana por la noche, en el salón de la iglesia Nuestra Señora de Fátima, colonia Ciudad Nueva zona 2, se dio información relacionada con el agujero de la 11 avenida «A» y sexta calle, que se produjo en dicho sector. Y anteriormente por medio de diarios impresos y por servicio de televisión por cable, se hizo saber que dicho fenómeno no tenía ramales en varias direcciones, esto, como es natural, dio un respiro a los residentes cita-novos, con la consiguiente atenuación de los alterados nervios.
En estos casos, se ha puntualizado, no puede emitirse un dictamen con certeza, sino hasta hacer los estudios pertinentes con el uso de las nuevas tecnologías, pero lo cierto es que el agujero está ahí, y debe existir una causa física que lo produjo. No obstante, los vecinos, según se ha expresado, deben estar atentos en la observación de la conducta de su entorno, y en caso de observar alguna alteración, dar aviso inmediato a donde corresponde.
Esa noche, el salón se vio colmado de bote en bote, muchas personas se quedaron afuera y con el recurso de un megáfono hicieron sus preguntas, pero cabe hacer notar que algunas de ellas estaban fuera de contexto, e incluso pidiendo se les explicara sobre situaciones que estaban fuera del alcance por falta de los datos precisos, como lo explicó varias veces el representante de Conred, quien dijo que la entidad no atendía solo el caso de Ciudad Nueva, sino de toda la República.
Guatemala, nuestra bella Guatemala, de la eterna primavera, está en medio de dos confrontaciones de la naturaleza, por una parte la tormenta Agatha con su racha devastadora, y la erupción del volcán de Pacaya para la ciudad capital y sus municipios, y como decía, mi abuelita, para completar el cuadro, el peligro de diarrea, cólera y afecciones respiratorias.
No sé sí el caso de la tormenta Agatha es cíclico, pues guardo memoria de situaciones parecidas hace unas ocho décadas atrás. Se sabía de prima mano lo que sucedía aquí en la capital, pero del interior del país, hasta que venía algún viajero, los caminos, malos sin asfaltar, puros lodazales, las crecidas de los ríos que no causaban daños porque no habían cultivos ni ranchos a su vera, las correntadas no botaban puentes por su inexistencia, no ocurría nada de esto porque la población era escasa. Ahora, con todos los medios de comunicación, con la televisión, con el teléfono móvil, todo se sabe de inmediato aquí en Guatemala y en todo el mundo.
Pero en medio de esta vorágine de dolor y pena, como el sol que sale de arriba de una nube, se ve solidaridad propia, espontánea de los guatemaltecos que están prestos para tenderle la mano a sus hermanos, porque antes que nada, somos eso, guatemaltecos y sin intereses personalistas ni propagandísticos, están enviando ayuda a los diferente sitios de acopio para distribuirlos entre quienes lo necesitan.
Es de esperarse pues, que este trago de amargura se atenúe pronto para los habitantes de todo el país, como para los cita-novos, con su flamante agujero.