Ostenta el título de Sir concedido por Isabel de Inglaterra, pero aun así, el chico travieso que creció en Liverpool admitió ayer sentirse impresionado por tocar en la Casa Blanca.
«Estoy nervioso, soy fan de Obama», confesó Paul McCartney. «Y, reconozcámoslo», declaró a los periodistas, «esta no es mi audiencia habitual».
La beatlemanía se instaló ayer en el número 1600 de Pennsylvania Avenue, donde todo estaba preparado para que McCartney recibiera de manos del Presidente de Estados Unidos el Premio Gershwin de la Canción Popular otorgado por la Biblioteca del Congreso.
El galardón, que lleva este nombre en honor al dúo de compositores y hermanos George e Ira Gershwin, reconoce «a los músicos cuyas carreras promueven la canción como un vehículo de expresión artística y cultural».
Por la mañana, McCartney acudió a la biblioteca del Congreso para declarar que se sentía «honrado» por recibir uno de los premios más importantes de este país aunque todavía con poca historia -solo lo tienen Paul Simon (2007) y Stevie Wonder (2009)-. El ex beatle, que cumplirá 68 años el día 18, es, pues, el primer no estadounidense en recibirlo.
El premiado respondió a las preguntas de un cuerpo de prensa necesitado de noticias buenas. «Â¿Tengo que decir algo?», preguntó el compositor cuando accedió al podio colocado para la ocasión en la sala 119 de la Biblioteca del Congreso, donde el calor era asfixiante. «Diré algo», se animó un pretendidamente tímido McCartney. «Â¡Es fantástico estar aquí!».
-¿Qué le parece el presidente Barack Obama? -disparó un reportero.
-Es un gran tipo, así que… ¡déjenle en paz! -recomendó sir Paul.
Cuestiones hubo alguna más pero el cantante solo se atrevió con las que domina. Preguntado sobre qué haría para resolver el desastre del vertido de petróleo en el golfo de México, dejó claro que el tema le venía grande. Sí confesó algunos de sus secretos de compositor.
-¿Cuándo y cómo le visitan las musas?
-Es un misterio -dijo. La melodía de Yesterday le llegó en un sueño.
«Algunas de las canciones que uno escribe, no sabe de dónde salen», contó, «por lo que tengo que creer en la magia».