Al menos 16 personas murieron hoy en un atentado suicida en pleno centro de Bagdad, pese a los esfuerzos de las fuerzas de seguridad para aplicar un plan destinado a restablecer la calma en la capital, un día después de una ola de mortíferos ataques.
Un kamikaze hizo estallar una camioneta cargada con explosivos en medio de la multitud en un almacén de comida en el multiconfesional distrito de Iskan.
La explosión dejó además 40 heridos y provocó el derrumbe de una casa, según informó un oficial de seguridad.
«Hay mujeres y niños entre las víctimas, incluyendo a 12 personas de una misma familia, muertos o heridos cuando se desplomó su casa», dijo este oficial, explicando que dicho depósito era utilizado para distribuir alimentos subsidiados.
Los soldados estadounidenses se habían unido a sus homólogos iraquíes para controlar la situación en el sector.
En la noche, tres civiles murieron en la explosión de obuses de mortero en Suwaib, un barrio al sur de la ciudad, según la fuente.
Este atentado se produjo a pesar de la masiva operación de seguridad desplegada por las fuerzas iraquíes y estadounidenses y un día después que una serie de atentados en mercados que dejó al menos 79 muertos y unos 165 heridos.
En el distrito de Mansur, cerca donde se produjo el atentado suicida, el tránsito había sido desviado hacia las arterias principales y era vigilado por numerosos puestos de control.
No obstante, la gente dudaba de las medidas. «Â¿Dónde está el plan de seguridad?», interrogaba un transeúnte.
El general de brigada Abdel Karim Jalaf informó que tres sospechosos, incluyendo a dos que describió como «asiáticos», eran interrogados después de haber sido detenidos luego de los ataques del lunes.
Estos atentados fueron un duro golpe para la autoridad del primer ministro Nuri Al Maliki, justo cuando destacaba las virtudes de su plan de seguridad.
Al Maliki habló en lunes en la televisión llamando a los iraquíes a apoyar el despliegue de miles de militares y policías al mismo tiempo que podía verse a sus colaboradores inquietos por las explosiones que se oían en Bagdad.
El martes, sus tropas estaban nuevamente desplegadas en masa en puestos de control en toda la ciudad, pero para muchos iraquíes hartos de la guerra, la manera y la frecuencia de los ataques demuestra que la situación está fuera de control.
«Lo que ocurre actualmente es apenas una mejora de las antiguas medidas. El aparato de seguridad no funciona bien. Desmantelar al ejército iraquí fue un error», dijo Nasser Al Ani, un parlamentario sunita del Partido Islámico del vicepresidente Tareq Al Hashemi.
Después del derrocamiento de Saddam Hussein, en marzo de 2003, las nuevas autoridades estadounidenses en Irak disolvieron a las fuerzas armadas iraquíes controladas por los sunitas y en su lugar crearon un ejército de desocupados.
Muchos de ellos ingresaron en las filas de las milicias rebeldes chiitas.
Después de la elección de un gobierno dirigido por los chiitas, Estados Unidos trató de organizar una nueva policía y un nuevo ejército con resultados limitados, en medio de una creciente violencia confesional y un aumento de los ataques insurgentes.
Este mes, Al Maliki y sus aliados norteamericanos lanzaron un nuevo plan para pacificar a Bagdad con la participación de 80.000 hombres.