Pastelero a tus pasteles


Si todos los seres humanos estuvieran preparados y calificados para desempeñarse en cualquier puesto, cargo nacional o internacional, el mundo en general, los paí­ses en particular, no tendrí­an mayores problemas, ni de qué preocuparse.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

La historia nos evidencia, demuestra y enseña que los errores se repiten y se vuelven a repetir a través de la evolución del mundo. Cada hombre es el producto del medio ambiente en que nació y se desarrolló, también de la genética que se traslada de generación en generación  en las familias y de la preparación, experiencia o estudios que adquiere mediante el esfuerzo constante y continuado.

 

Por ello, es lamentable que tanto en las organizaciones internacionales como Naciones Unidas, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OEA, Unasur, etc., no se nombre, no se escoja a los hombres y mujeres más calificados para un puesto o peor aún, que se nombre o se creen puestos por amistad, compadrazgo o relación familiar.

 

Mis abuelos y mis padres, igual que muchas familias se sacrificaron y se esforzaron porque sus hijos y nietos se prepararan académicamente, desde el principio de su vida comprendieran sus derechos y obligaciones y no escatimaran horas de trabajo y esfuerzo para superarse.

 

Gracias a ese estí­mulo, la totalidad de la generación que se integra por mis hijos y sobrinos son profesionales universitarios, hablan dos o varios idiomas y saben que tienen la obligación de trabajar y de preocuparse de quienes vienen integrándose a medida que pasan las siguientes generaciones.

 

Este hecho y ejemplo, es el mismo que debemos insistir en solicitar, tanto en la administración pública como en la administración privada. De esa forma debemos comprender que como seres humanos falibles no somos universalmente capaces y que para hacer un buen pastel se necesita un buen pastelero, que no es igual académicamente un abogado, ingeniero, comunicador social y demás que estar preparado para cualquier puesto.

 

Eso me hace recordar lo que hace algunos años me dijera un compañero y colega que se habí­a preparado como Abogado y Notario pero carecí­a de la experiencia, habilidad y conocimiento como administrador público o privado y se encontró ante la situación que le ofrecí­an la gerencia de una importantí­sima entidad del sector público. Ante el hecho me pidió opinión, le respondí­ que era preferible que un hombre bien intencionado aceptara la gerencia y se supiera rodear de un equipo que tuviera las capacidades administrativas y que al no aceptar -por razones polí­ticas e intereses particulares- llegara una persona que no sólo no estuviera técnicamente preparada, ni con la experiencia suficiente sino que además llegara a cometer errores y abusos por no tener las bases ético y profesionales adecuadas. El colega aceptó, a los pocos meses le pregunté cómo se sentí­a y me respondió: «Me siento como tú te sentirí­as como magistrado de la Corte Suprema de Justicia, inadecuado, sin la experiencia y la seguridad para poder tomar decisiones prontas y adecuadas.

 

Todo lo manifestado es lo que me preocupa cuando veo las necesidades de un Haití­ que a diferencia de un Chile, tiene el mismo problema de reconstrucción y desarrollo pero no tiene el mismo recurso humano.