El conflicto armado interno dejó sufrimiento y dolor en miles de guatemaltecos durante 36 años, de tal forma que civiles, insurgentes y militares fueron víctimas de muertes violentas y desapariciones forzadas, de las que principalmente se responsabiliza al Ejército, aunque con testimonios y hechos se comprueba que la resistencia armada también tuvo una cuota de poder en el trágico saldo de violencia que desangró al país. La guerrilla también mató.
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Apolinario Urízar, Esteban Yuja y Esteban Tello eran tres agricultores y comerciantes que, como otros, sabían poco o nada sobre el uso de armas. Realmente no les importaban. Más bien, se preocupan todos los días por el azadón y el machete que usaban en la milpa. El campo y su familia eran toda su vida.
Sin embargo, en el marco de la guerra interna y en medio de un ambiente hostil, los tres jefes de hogar originarios de la aldea Los Regadíos, de Quiché, junto a otros hombres de localidades cercanas, tenían que dejar sus casas por las noches, para ir a patrullar. Habían sido enlistados en las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), con las que se hacía frente a la insurgencia.
La vida en la aldea era difícil, aunque los pobladores ya estaban acostumbrados a la presencia militar, por lo que al cabo de los meses, el patrullaje ya parecía una tarea normal. Todo marchaba con tranquilidad, hasta el 11 de julio de 1982 cuando, en una noche húmeda de invierno, los tres vecinos coincidieron en el turno de patrullaje.
Dieron las 6 de la tarde. Minutos más tarde, el grupo se dirigía a la aldea «La Joya de los Gatos», en donde se encontraba el destacamento de la PAC a la que pertenecían, cuando fueron interceptados por una columna guerrillera.
Los campesinos -que no llevaban armas consigo- se detuvieron ante la sola presencia de los insurgentes, quienes sin mediar palabra, les dispararon en reiteradas ocasiones.
Todo apunta a que los tres campesinos tuvieron una muerte instantánea, de no ser porque los familiares de las víctimas dijeron después, que al encontrar sus cuerpos, notaron que tenían heridas realizadas con armas punzo-cortantes, que dan lugar a pensar que antes de morir fueron torturados.
Luego del ataque, el resto de patrulleros que acompañaban a las víctimas, logró escapar, y de vuelta en su comunidad dieron la noticia del trágico incidente. La comunidad, envuelta en la confusión, no sabía qué hacer; temían sufrir las mismas consecuencias, por lo que optaron por huir hacia las montañas.
Un día más tarde, un grupo de militares llegó a Los Regadíos y cuando los campesinos se dieron cuenta de ello, descendieron de su refugio en la montaña para pedir su ayuda. Les comentaron lo sucedido. Esperaban una respuesta.
Todos juntos fueron a recoger los cuerpos de las víctimas, sin embargo el grupo de soldados no permitió que llevaran los cuerpos para enterrarlos en el cementerio cercano, por lo que procedieron a inhumarlos en el centro de la misma comunidad, para que el hecho no se olvidara.
EXHUMACIí“N
Veintiocho años después del triple asesinato, con la ayuda del Grupo de Apoyo Mutuo y de los antropólogos forenses de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), los familiares de las víctimas están deseosos de recuperar los restos de sus seres queridos para darles una sepultura digna e intentar superar esta tragedia que los ha marcado de por vida
Así, sale a la luz una de las serias violaciones a los derechos humanos durante el conflicto armado interno, pero a diferencia de lo que sucedió en el 90 por ciento de los casos, en esa oportunidad fue un grupo guerrillero el responsable del crimen, como los hubo muchos más.
El GAM estima que el caso de la aldea El Regadío es emblemático, pues es el primero en el que hay pruebas y testigos que dan cuenta de la plena responsabilidad de la guerrilla en crímenes durante una guerra no declarada, y es la primera exhumación que la organización se hace en ese sentido
Mario Polanco, director del GAM, explica que las víctimas formaban parte de las PAC, al servicio de las fuerzas represivas del Estado durante el conflicto armado, sin embargo el Ejército no les proporcionaba armas «por la desconfianza que les tenían» y solamente «andaban con palos», por lo que no había razón para asesinarles.
Estamos muy agradecidos por lo que ustedes están haciendo hoy aquí» dijo la esposa de Urízar, sosteniendo una foto de su marido cuando los antropólogos exhumaron las osamentas de las víctimas.
La importancia de este evento radica en que la gran mayoría de las exhumaciones en Guatemala se han hecho para recuperar los restos de víctimas del Ejército, o de las PAC, grupos armados irregulares apoyados por el Ejército. Sin embargo, hay casos como éste donde población civil también fue víctima de la guerrilla y en todos los estratos sociales.
Pese a que la verdad sobre lo ocurrido ya salió a la luz con pruebas testimoniales, los familiares de las víctimas todavía no reciben el resarcimiento económico ni los beneficios otorgados a otras víctimas.
De acuerdo con el GAM, al Ejército se le atribuyen más de 150 mil muertes y más de 45 mil desapariciones forzadas, no obstante los movimientos guerrilleros también tienen cuotas de responsabilidad, por lo que debería haber asimismo un resarcimiento para las víctimas de la insurgencia.
Actualmente, esa organización acompaña a más de nueve mil casos de violaciones a derechos humanos del conflicto, aunque sólo a unos pocos se les proporciona ayuda económica, y a un número menor se le facilitan proyectos productivos y habitacionales.
Polanco critica que el Gobierno «bloquea» estos casos porque son impulsados por el GAM; sin embargo, la organización continúa con el seguimiento jurídico de alrededor de 102 investigaciones sobre violaciones a derechos humanos en la guerra interna.
ESCLARECIMIENTO
Entre 1960 y 1996, Guatemala vivió uno de los enfrentamientos armados más violentos y horrendos de América Latina. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) en el informe «Guatemala Memoria del Silencio», que se presentó en 1999, estimó que el saldo de muertos y desaparecidos en Guatemala llegó a más de 200 mil.
La Comisión señala que, como parte de la estrategia contrainsurgente implementada por el Estado de Guatemala, se cometieron desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, violaciones sexuales de mujeres, así como genocidio contra grupos indígenas mayas.
El informe de la CEH explica que como parte de su estrategia, el Ejército de Guatemala identificó a los grupos mayas como aliados de la guerrilla y enemigos internos, además «con la intención de destruir a los grupos indígenas», eliminó a líderes comunitarios, cometió masacres y acciones degradantes para aterrorizar a la población.
La CEH concluyó que el Estado de Guatemala fue responsable del 93% de las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante el enfrentamiento armado, lo cual incluye al Ejército, a los grupos paramilitares y otras fuerzas de seguridad.
La guerrilla habría sido responsable del 3% de los actos de violación de los derechos humanos y otros grupos sin identificar del 4%.
La Liga de Higiene Mental, en 1999, a través del Programa Todos por el Reencuentro, inició el trabajo de búsqueda y reencuentro de casos de niñez desaparecida por la guerra en Guatemala, como respuesta a la necesidad social de miles de familiares que reclaman verdad y justicia para su dolor.
Después de más de 10 años de trabajo, el proyecto tiene en proceso de investigación más de 600 casos de niños y niñas desaparecidos.
Los familiares de los niños desaparecidos, que pertenecen al proyecto, viven en más de 227 aldeas de las regiones del país donde el conflicto armado tuvo sus efectos más trágicos.
PROGRAMA POLITIZADO
Marco Antonio Garavito, director de la Liga de Higiene Mental, denuncia que actualmente el PNR está politizado y en varias ocasiones son beneficiadas solamente las personas allegadas al gobierno de turno.
«El PNR ha funcionado muy mal y ha sido una institución que ha servido para negociar, no tanto para las víctimas de la guerra, sino más bien políticas», declaró Garavito.
Dentro del marco del conflicto hubo violaciones a derechos humanos tanto de la guerrilla como del Ejército y de acuerdo con el entrevistado, los familiares tienen todo el derecho de la búsqueda de la reparación de los daños por parte del Estado.
La liga funciona con cooperación religiosa europea y no cuenta con ningún apoyo estatal para poder funcionar y a pesar de haberse reunido con el vicepresidente Rafael Espada, todavía no tienen ninguna respuesta a los casos que defienden.
Garavito reconoce que es gracias a las comunidades religiosas de Europa, que han podido colaborar a la dignificación de las víctimas.
Otro de los problemas observados por la Liga de Higiene Mental es que en su mayoría el PNR solamente se limita a entregar ayuda económica, pero no contempla otras cuestiones como los aspectos culturales y psicológicos.
Entre el trabajo realizado por la Liga tienen establecido un reencuentro de dos hermanas que fueron dadas en adopción durante el conflicto civil como gemelas y el 5 de mayo tenían planificado un reencuentro con sus familiares.
En el caso de los crímenes en El Regadío señaló Garavito que «aunque haya sido la guerrilla, ellos tienen el derecho al resarcimiento; no le quita el derecho al familiar como víctima del conflicto a pedir resarcimiento, hay que incorporarlos dentro de esa medida».
Se intentó conocer la reacción de César Dávila, director del PNR, pero no atendió a los llamados de La Hora.
Nombre de las víctimas:
Apolinario Urízar, Esteban Tello Cifuentes, Esteban Yuja Quip.
Exhumación: 17 al 19 de marzo de 2010.
Denuncia:
2 de febrero de 2010
Ratificación:
5 de marzo de 2010
Comunidad:
La comunidad de Los Regadíos se ubica a una distancia aproximadamente de 12 kilómetros en jurisdicción de la finca San Francisco, en el municipio de San Miguel Uspantán, en el departamento de El Quiché. En el año de 1980 era una comunidad muy tranquila con muy pocos recursos y estaba integrada por 25 familias aproximadamente; con el incremento de la violencia que se vivía por el conflicto armado interno se conformaron las Patrullas de Autodefensa Civil a finales del año 1981.