Partidos clonados


Ya se acercan las elecciones y con su inicio vienen las consideraciones para decidirse por quién votar.  Es un tiempo en el que las propuestas llueven a granel y los candidatos se hacen pedazos para convencernos de sus supuestos proyectos.  Cada uno se hace un harakiri para mostrarse convenientemente de derecha, izquierda o del centro con el propósito de que los votemos.

Eduardo Blandón

A mi manera de ver, hasta ahora nuestra clase polí­tica es la misma de siempre. Sin ideas, proyectos y repetidores de los mismos conceptos de siempre.  No hay un solo partido que persuada por proyectos innovadores (ya no digamos revolucionarios) que permitan un cambio medianamente posible.  Da igual seguir a los verdes, a los anaranjados o a los azules.  Y no se equivoca mucho quien juzga que todos son coyotes de la misma loma.

Son tan iguales, clonados, que hasta se puede demandar a un partido por el plagio de un proyecto polí­tico.  Es que todos son iguales y sus propuestas son semejantes.  Son planes poco imaginativos y generalmente ornamentales, justo como los del partido del canchito arrogante que gobierna la Municipalidad de Guatemala.  Las propuestas son intrascendentes, al punto de sentir que en nuestro paí­s vivimos en el eterno presente.

Las diferencias entre los partidos (la mayor parte) es sólo de niveles.  Pero casi todos (el 99.9 por ciento) patea con la derecha.  Entonces, si usted los escucha descubrirá que tienen el mismo discurso, con pequeñas modificaciones, como darle un poquito de mayor protagonismo al Estado, referirse más a los pobres, hablar de justicia social y migajas por el estilo.  De corazón siguen lo mismo: «cosi fan tutti».

Además, no es extraño oí­rles el discursito aquel que lo que se necesita en el paí­s es «hacer cumplir el Estado de Derecho».  Como si el famoso «Estado de Derecho» no estuviera hecho a la medida de quienes lo parieron: los grandotes o poderosos.  Por eso semejante propuesta es habitual entre nuestra derechona, que fue quien concibió semejante estado de cosas.  Seguir con lo mismo, el sistema que ellos dieron a luz, es repetirse. 

Además, usted los lee (o los escucha) y los partidos polí­ticos tienen la solución a todos los problemas que se pueda imaginar.  Justo como decí­a Colom, con la firmeza que en él es posible, cuando afirmaba que «la violencia se combate con inteligencia».  Es impresionante la claridad de los candidatos, ellos tienen las herramientas, las ideas y las ganas de transformar el paí­s.  Pero después el ciudadano se da cuenta que en realidad su candidato andaba más perdido que niño en supermercado.

Esta conciencia en relación a la mismidad de los proyectos y sus candidatos no hace sino provocar en uno el escepticismo.  Sentir que uno pierde el tiempo votándolos, escuchando sus propuestas e ilusionándose.   El resultado es la huida de tanta basura y pobreza conceptual y refugiarse en su propio trabajo o emigrar del paí­s, como lo han hecho muchos guatemaltecos.  Nuestra clase polí­tica ha socavado el sistema y no ha hecho sino provocar los deseos de escape.

Luego vienen con consignas baratas del «tú puedes», «el cambio está en ti», «tú eres Guatemala», «intégrate y cambia el paí­s», «sé positivo»… como si tanto voluntarismo fuera capaz de realizar el milagro imposible.  Por último invocan a Dios y las cosas se ponen peor.  Hacen una amalgama entre religión y polí­tica que ya sabemos los resultados, por el integrismo en que viven algunos paí­ses.

Mucho cuidado, porque hace muchos años nos gobiernan partidos en los que la fuerza del Poderoso está con ellos.  Dios es de derecha (como se puede fácilmente constatar).  De seguir así­, no queda sino invocar a Nietzsche para que lo aniquile.