Panzós: Caso abierto de una masacre (Segunda parte)


Los medios de comunicación informaron que en la Federación Autónoma Sindical de Guatemala (FASGUA), varios campesinos kekchí­s dieron a conocer que el dí­a de la masacre diversas comunidades, entre ellas, Panzós, Sepón, Secocop, Cabonchá, Semococh, y Rabetzal, entregarí­an una carta al alcalde de Panzós, Walter Overdick (señalado posteriormente como miembro corrupto de la Dirección de Migración guatemalteca en la frontera) con relación al problema de tierras. Los campesinos denunciaron que los habí­an amenazado en la alcaldí­a «porque podí­a pasarles algo muy malo» y, por esta razón, decidieron presentarse en grupo.

Carlos Cáceres
ccaceresr@prodigy.net.mx

Los campesinos que denunciaron los hechos -después de la masacre- en la FASGUA indicaron que mujeres, hombres y niños se quedaron en el lugar. «Eran unos mil campesinos» -admitió el soldado Bartolo Rodrí­guez- quienes se dieron cuenta que en el salón comunal «permanecí­an unos 50 soldados, pero nadie les dio importancia». Ellos se habí­an apoderado de la alcaldí­a junto con varios latifundistas encabezados por Flavio Monzón, miembro del partido ultraderechista Movimiento de Liberación Nacional (MLN) y propietario de las fincas San Vicente y Tinajas, otros fueron reconocidos como Julio Chiquí­n, de la finca Cahaboncito; Edwin Bics, de la finca Polochic; Manuel Moco Sánchez, de la finca Sachoc; Joaquí­n González, de la finca La Soledad, y otros como Boanerges Beltetón, Javier Baldí­o y Raúl Aní­bal Añal.

Los dirigentes indí­genas continuaron exponiendo en la sede sindicalista a los medios de comunicación de Guatemala, que vieron al alcalde quien con señas los llamó. Cuando se aprestaban a entregarle la carta que llevaban, se aproximaron alrededor de 15 soldados, se acercaron a un campesino a quien le dispararon a menos de metro y medio y «ahí­ empezó la masacre»: los campesinos se tiraron al suelo boca abajo. Principiaron a escucharse detonaciones en todos los rumbos. Las balas caí­an de lo alto del salón comunal donde habí­a tropa y recuerdan «que estallaron seis granadas en el salón» y «otras fueron arrojadas a la gente en el parque. Los soldados persiguieron a muchos de los campesinos que se tiraron a las aguas del rí­o Polochic, donde murieron ahogados». Muchos heridos se fueron a las montañas y murieron bajo los árboles. A quienes lograron huir hacia el monte los persiguieron en helicópteros.

El reporte del Gobierno expresó que los campesinos habí­an atacado al Ejército y terratenientes con sus herramientas de labranza; sin embargo, el Centro Universitario del Norte (CUNOR), de la Universidad de San Carlos de Guatemala, destacó: «Los campesinos en ningún momento iniciaron una acción suicida, pues llevaban consigo a sus mujeres y niños». Nunca se tendrá el dato exacto del número de muertos. La prensa guatemalteca informó de 140 y organizaciones sociales de la región se referí­an a más de 160. Los eternos impulsores guatemaltecos del crimen alcanzaron sus objetivos: quedarse con la tierra de quienes la trabajaban, incorporar inmensas utilidades a sus bolsillos, y disminuir por medio de la masacre la protesta campesina.

El funcionario más confuso fue Hans Laugerud, hermano del presidente de la República, a cuyo cargo estaba el Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA): acusó a la guerrilla de los hechos e indicó que los culpables eran «los finqueros que mantienen el puño cerrado y han robado propiedades». En diversas publicaciones se dio a conocer la incapacidad e ignorancia de este señor en materia agraria.

Nota: Los entrecomillados e información en general se encuentran en los diferentes medios de información de la época.