Héroes guatemaltecos en EE. UU.: ejemplo para todos


Una cámara de seguridad captó las últimas horas de vida de Hugo Alfredo Talé Yax, quien falleció cuando intentó defender a una mujer de una agresión. Inserto, una fotografí­a de archivo de José Rosales, transmitida en la televisión.

Dos guatemaltecos, dos historias y dos factores en común: migrantes y héroes. José Rosales y Hugo Alfredo Talé dieron su vida por el prójimo. No pensaron dos veces en ayudar a las personas que necesitaban auxilio, aunque su valentí­a les costara la vida. Son dos ejemplos de héroes, que nada tienen que ver con los de ciencia ficción.

Redacción La Voz del Migrante
lahora@lahora.com.gt

Como la mayorí­a de guatemaltecos que migran hacia los Estados Unidos, José Rosales se encargaba del trabajo pesado. Todos los dí­as, temprano, se levantaba para cumplir con sus obligaciones como jardinero en la mansión de la familia Brar.

José se dedicaba a pintar, limpiar o cortar el césped. También trabajaba en el sector de la construcción. Los Brar le dieron empleo en sus empresas de bienes raí­ces y en la mansión Centreville, un inmueble de 9 mil metros cuadrados, ubicada en un terreno de 10 acres.

El pasado lunes por la mañana todo parecí­a normal. Pero de pronto, dos hombres armados irrumpieron en el garaje de la familia. Al percatarse de la situación, Rosales se interpuso entre ellos. «Aléjate de mi hermano y mi mamá», les dijo.

Frente a las intenciones de los asaltantes, el fornido Rosales decidió contraatacar. Saltó contra uno de ellos para arrebatarle el arma. Sin embargo, el otro invasor amenazaba con matar a la madre de la familia, así­ que Rosales tuvo que ceder y devolvió la pistola.

Pero no fue suficiente. Uno de los asaltantes asestó una bala contra el guatemalteco. Los dos intrusos huyeron del lugar tan pronto como mataron a Rosales.

Al iniciar las investigaciones, la Policí­a dijo que no sabí­a si la familia era el blanco de los asaltantes o si únicamente habí­a sido un crimen al azar. «Sin José, creo firmemente que no estarí­a vivo ahora», dijo Robbie Brar, un miembro de la familia, quien habló públicamente por primera vez el martes. «En una situación donde la mayorí­a de la gente probablemente huye, (José) se mantuvo en el lugar para proteger a personas, que ni siquiera están relacionados con él. í‰l es un ángel de la guarda».

NADIE LO AYUDí“

El guatemalteco Hugo Alfredo Talé Yax tení­a 31 años viví­a en las calles de Queens, en Nueva York. Era un inmigrante guatemalteco que viví­a como los «sin techo». Su valor heroico, al defender a una mujer de una agresión, le valió para morir desangrado en plena calle, sin que nadie se detuviera a ayudarle.

Intentó ayudar a una mujer, que era atacada con un cuchillo por quien acabó siendo su propio asesino. Hugo Alfredo fue apuñalado varias veces en el pecho por el agresor de la mujer a la que protegió, antes de salir corriendo para perseguir a su asesino, pero mientras intentaba correr tras él, cayó muerto, fulminado, y quedó tirado en la calle, inmóvil, con la cara en el suelo, sobre un charco de sangre que crecí­a a medida que pasaban los minutos.

El ví­deo de la cámara de vigilancia, conseguido y publicado por el New York Post, da cuenta de esta impresionante tragedia humana. El guatemalteco estuvo tirado en el suelo durante una hora y veinte minutos, hasta la llegada de los bomberos, y durante ese tiempo hubo de todo. Desde un transeúnte que le sacó una foto con el celular, hasta otro que miró lo que le ocurrí­a, y comprobó que habí­a sido apuñalado, pero aún así­ le volvió a dejar tirado y siguió su camino.

El hecho fue tan impactante, que el New York Times, que suele considerar poco fiable al New York Post, confirmó la historia con la Policí­a, porque en la redacción, según cuentan ellos mismos, tení­an dudas sobre la autenticidad de una historia tan cruda.

Finalmente, Hugo Alfredo fue enterrado el sábado por la tarde en el cementerio de la comunidad la Esperanza, en la capital guatemalteca. El cadáver llegó de Estados Unidos y fue trasladado por sus familiares a su ciudad natal.

De acuerdo con las investigaciones del caso, el guatemalteco, a sus 31 años, perdió todo por la falta de empleo y viví­a en la calle.

En Guatemala la gente aplaudí­a al paso del féretro y las autoridades municipales entregaron al padre de la ví­ctima banderas guatemaltecas y estadounidenses.

«De verdad fue un héroe. Defendió a alguien que no conocí­a, es una lección para todos» dijo el padre, Juan Pablo Talé.