Quieren imponer una férrea disciplina presupuestaria


Vista de la Bolsa de Valores de Frankfurt, la más importante de la Europa continental. FOTO LA HORA: AFP MARTIN OESER

Alemania, tras haber aceptado pagar por los paí­ses de la zona euro, quiere como contrapartida imponer una férrea disciplina presupuestaria en Europa, a través de controvertidas propuestas que van desde sanciones hasta la expulsión de la unión monetaria.


El debate debe ser lanzado mañana por la tarde en Bruselas en ocasión de una reunión de ministros europeos de Finanzas encabezada por el presidente de la Unión Europea (UE), Herman Van Rompuy.

Los paí­ses europeos ya se comprometieron a reforzar el Pacto de Estabilidad, que tiene como objetivo limitar los déficits públicos pero que estalló en pedazos con la crisis.

El problema es que los socios europeos están divididos en cuanto a los medios para alcanzar el fin.

Alemania propondrá el viernes el bloqueo de ciertas subvenciones europeas para los paí­ses que no controlen sus déficits, una opción que ya se habí­a planteado la Comisión Europea.

«Aquellos que violen de manera sistemática las reglas deberí­an ser castigados en forma automática por una reducción, o una supresión total, de los pagos europeos», estima un alto responsable gubernamental alemán, que no quiso revelar su identidad.

Alemania quiere ir más lejos que la Comisión y pedir la suspensión durante al menos un año del derecho de voto del paí­s en cuestión en las decisiones tomadas a nivel de la UE.

Berlí­n propone a sus socios que sigan su ejemplo y fijen un tope con cifra y una fecha lí­mite para los déficits en sus constituciones nacionales.

Sin ir más lejos, Francia dio un paso en esa dirección el jueves al anunciar su voluntad de anclar la cuestión del déficit a su constitución a partir de un objetivo de «equilibrio de las finanzas públicas».

Alemania quiere además un procedimiento de quiebra para los Estados demasiado endeudados. Si no habla explí­citamente de expulsión de la zona euro, los paí­ses concernidos no tendrí­an de facto más alternativa que salir de la Eurozona.

El principal problema es que muchos paí­ses, entre ellos Francia y la Comisión Europea, tienen muchas reticencias frente a esta opción «nuclear», que necesitarí­a un cambio de las reglas que rigen la UE, algo d lo que muchos no quieren oí­r hablar tras el terrible proceso de adopción del Tratado de Lisboa.

Más allá de esto, Francia se niega a que la atención se centre solamente en los déficits e insiste en que también se examinen los problemas de «competitividad», una manera de criticar el modelo económico alemán, basado en las exportaciones a sus socios europeos al precio del rigor salarial.

Parí­s querrí­a que Berlí­n contribuya al crecimiento de los otros dando impulso a su demanda interna, una ofensiva que se ve desde Alemania como una cortina de humo para desviar la atención de los verdaderos problemas.

El ministro alemán del Interior, Thomas de Maizií¨re, cercano a la canciller Angela Merkel, reconoció el miércoles que la gestión de la crisis del euro somete al motor franco-alemán a una dura prueba, tal como lo demostraron las crí­ticas de Parí­s a la decisión unilateral de Alemania de prohibir la especulación a la baja de ciertos productos financieros en sus mercados.