La reunión a realizarse esta semana en Guatemala para analizar el problema de la violencia y criminalidad que afecta a los países centroamericanos es una muestra de la necesidad de entender al narcotráfico y el crimen organizado como una de las amenazas serias para la paz y la estabilidad en el mundo de hoy, puesto que no se trata de hechos aislados que se producen en alguna región del mundo, sino que de actividades criminales que tienden sus tentáculos, en mayor o menor medida, en la mayor parte del Planeta porque se aprovecha la insaciable demanda que hay por los narcóticos ilegales.
En todos los continentes existen países que tienen dificultades institucionales para funcionar eficientemente y la fragilidad del Estado es una abierta invitación para que los grupos que operan al margen de la ley se beneficien de la incapacidad de asegurar el imperio de la ley en todo el territorio y para todos los que habitan el país. Pero a ciencia cierta, el problema se origina no en la debilidad estructural de algunos Estados, sino en que los países más ricos, destino final de las drogas ilegales, no hacen absolutamente nada para combatir el consumo y pretender centrar su esfuerzo únicamente en el trasiego.
Es como si a un paciente con diarrea se le quiera curar colocándole un corcho para evitar que salgan las heces. Por bueno y bien colocado que esté el tapón, ni el más idiota puede imaginar que con ello va a curar al paciente y justamente eso es lo que están tratando de hacer en la guerra contra las drogas, puesto que la idea es volcar todo el esfuerzo y los recursos a poner el corcho para impedir el trasiego y todos sabemos que no hay capacidad de contener ese flujo como tampoco se podría detener la diarrea con igual procedimiento.
Vale el parangón para entender que los países destino de la droga tienen dos caminos a escoger. O atacan seriamente a sus propias pandillas de distribución y tráfico, o endurecen las acciones contra el consumidor final para reducir la demanda. Reducir la demanda es como lograr que el enfermo del estómago elimine la infección que le hace producir la diarrea. Mientras eso no suceda, solo un tonto pensará que está haciendo algo efectivo para curar al paciente.
No se trata de ninguna ciencia ni hace falta un conocimiento especializado para entender el problema en términos tan sencillos y comparativos. Los países consumidores creen que si ponen un corcho se acaba su problema porque no saldrá más droga, pero no se ha inventado ni para la diarrea ni para la droga, el corcho capaz de contener esos flujos malignos. Por ello hay que atacar la enfermedad y no sus síntomas.