De vuelta con su columna semanal


Enorme alegrí­a tuve hoy cuando, al leer la edición de Siglo Veintiuno, encontré en su espacio habitual de los lunes la columna de Felipe Valenzuela, uno de los más talentosos periodistas de Guatemala. Como siempre, El Demente ígil nos muestra su enorme habilidad para redactar en forma amena y con un enorme mensaje, en este caso centrado en el milagro de su propia existencia y cómo fue protegido por su íngel de la Guarda en el momento aciago en que uno de los tantos criminales que andan sueltos por nuestro paí­s le pegó un balazo en la cabeza.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Miles de personas anualmente en Guatemala sufren ataques en parecidas circunstancias y no pueden contar el cuento. Luis Felipe, con los muchos talentos que tiene, vio cómo un poder superior le preservó la vida para que su caso nos ayude a todos a perseverar en la lucha contra la violencia y la criminalidad que enluta a tantos hogares en nuestra patria. Como muy bien nos dice esta mañana, «la vida es bella» y lo es en tal dimensión y magnitud que tenemos que convertirnos todos en luchadores por la vida, en sus defensores acérrimos, enfrentando a esas fuerzas del mal que se apoderan de nuestro entorno. Yo estaba fuera de Guatemala cuando me avisaron que habí­an baleado a Felipe y sentí­ enorme frustración y cólera no sólo porque es un amigo muy apreciado, sino porque a lo largo de muchos años de escucharlo en el ejercicio de nuestra profesión, aprendí­ a admirarlo por la firmeza de sus principios, el respeto a sus semejantes y el nunca oculto compromiso con las causas más nobles de nuestro paí­s. Un balazo en la cabeza es generalmente mortal y cuando alguien lo sobrevive, elevadí­simo el porcentaje de ví­ctimas que sufren enormes consecuencias que les incapacitan marcadamente. En el caso de Felipe, por bendición de Dios y protección de su íngel de la Guarda, no sólo está allí­ para contarlo, sino que con sus facultades, habilidades y talentos intactos, situación que lo hace a uno pensar que Dios lo guardó aquí­ para algo muy especial, para que su ejemplo y su proyección nos sirvan a todos los que ansiamos vivir lejos de esa pesadilla que es actualmente en Guatemala la vorágine de violencia que no se puede contener y contra la que nos sentimos todos impotentes e indefensos. Dentro de poco, seguramente, Felipe estará de vuelta en Emisoras Unidas para continuar con la formidable labor informativa que realiza y que sirve para ir poniendo dedos en las muchas llagas de nuestra realidad. Imagino que no le será fácil cuando, en cabina, tenga que reportar algún hecho de sangre y, por fuerza, deba recordar los aciagos momentos que vivió cuando con plenas facultades se dirigió al Hospital Bella Aurora en busca de atención médica angustiado porque la sangre que manaba del rostro era la prueba contundente de lo delicado de su situación. Creo que las dolorosas experiencias que uno ha sufrido, en carne propia o por familiares que han logrado sobrevivir a situaciones excepcionalmente dramáticas, tiene que ser un acicate para mantener el compromiso de centrar el esfuerzo en la construcción de una sociedad más segura, donde nuestros hijos y nietos puedan vivir sin el terror permanente de ser ví­ctimas de un asalto o de un ataque armado de esos que se mantienen en el manto de la más absoluta impunidad. Bienvenido de vuelta al ruedo, Felipe Valenzuela, porque indudablemente somos muchos los que sentimos que la radio, sin tu voz y claridad de ideas, como que pesa menos.