El mejor equipo gana la mejor Liga


Gerard Pique, defensa central del Barcelona, celebra por la gramilla la obtención del campeonato de Liga. FOTO LA HORA: AFP ALEJANDRO GARCIA

¡Alirón, alirón, el Barí§a campeón! La Liga cayó rendida finalmente a brazos del Barcelona, más seductor que el Madrid, ví­ctima del drama de Sí­sifo, derrotado después de un esfuerzo homérico. Los azulgrana no han abandonado la cumbre desde que la alcanzaron el año pasado con la conquista de seis trofeos. En la última jornada, renovaron el tí­tulo de un campeonato que han gobernado de forma extraordinaria desde el inicio, sin concesiones, siempre convencidos de su suerte y de su futbol, superiores colectivamente y en el mano a mano.


Lionel Messi, delantero del Barcelona, ganó además el Pichichi y la Bota de Oro. FOTO LA HORA: AFP JAVIER SORIANO.Pep Guardiola se ratifica como entrenador y va subiendo réditos para su prestigio. FOTO LA HORA: AFP LLUIS GENEEl Barcelona ganó el tí­tulo de Liga con un récord de puntos, sumando 99. FOTO LA HORA: AFP JAVIER SORIANO.

Al fin y al cabo, el Barí§a nunca jugó con el retrovisor sino que compitió de cara, desde la afirmación, con la suavidad y elegancia de un Rolls Royce, alejado del ruido de los Ferrari del Madrid. Han vivido los madridistas pendientes de un error del Barcelona que no se ha dado y se han puesto reiteradamente en manos de los personajes más rocambolescos del torneo, desde Canales a Pochettino, sin que la táctica tampoco les haya dado resultado. Los azulgrana respondieron ayer a su condición de favoritos con una actuación solemne, hasta cierto punto habitual y corriente, muy natural.

Aunque ya sabí­a que sin Xavi las cosas son más difí­ciles, la afición azulgrana se habí­a pedido un partido fácil para descansar y disfrutar de un torneo que ha resultado tan largo y excitante como estresante por la chapa que ha dado un fenomenal Madrid. Ayer, por una vez, no tení­a que estar pendiente del resultado del equipo de Florentino y Ronaldo, como cuando la suerte del dream team estaba ligada a los resultados de Tenerife y A Coruña. Anoche le bastaba con ganar en el Camp Nou y poner la radio simplemente para acompañar, nunca para sufrir, signo de los tiempos de mejora del equipo y del club, que ya cuenta 20 Ligas, la mitad en los últimos veinte años. Y el triunfo azulgrana nunca se discutió salvo un ratito muy en el inicio del partido.

Al Barí§a le llevó un tiempo entrar en juego ante un adversario que se plantó con una defensa de cinco en el Camp Nou. A los azulgrana les disgustan los partidos que exigen un cierto control emocional como el de ayer, y más cuando les faltan futbolistas que marcan estilo como Xavi u ofrecen un punto de pausa y lucidez, virtudes de Iniesta. Ausentes ambos, Guardiola apostó por Touré y Keita como volantes y el equipo tuvo más tiro exterior y fuerza, y de salida también menos control de partido. Aturullados, los azulgrana concedieron nada más empezar dos ocasiones al Valladolid, sobre todo una a Manucho, cuyo remate sacó Puyol cuando estaba batido Valdés. Falló el meta, que combinó malamente y de forma reiterada con Piqué, como si uno y otro no se conocieran de nada en la vida, y no atinaron los delanteros pucelanos cuando tení­an franca la porterí­a.

Al equipo azulgrana le temblaba el pulso, le faltaba cintura y no encontraba la manera de darle ritmo y continuidad al juego. No daba con Messi. La Pulga reapareció a tiempo, pasado el cuarto de hora, y tuvo el gol muy cerca. Le falló también la punterí­a cuando sólo tení­a que colocar la pelota y retardó un poco más la victoria azulgrana, anunciada en cuanto los volantes agarraron el sitio en la cancha y la recuperación y anticipación se impuso a la elaboración. El tanto cayó como fruta madura por gentileza de Luis Prieto. El central puso el pie a un centro de Pedro y sorprendió a su portero. El segundo gol ya fue otra cosa, una nueva historia, la expresión de que el Barcelona le habí­a cogido el gusto al encuentro: Messi bajó a la medular, regateó un par de veces, se apoyó en Touré y habilitó a Pedro para que marcara.

El gol fue tan bello, tan sereno y exacto, que parecí­a no admitir una copia de su equipo ni una réplica del rival. Falsa impresión. Aparecido Messi como hilo conductor y muy puesto Touré, convertido en centrocampista universal, la única duda estaba en saber si la Pulga igualarí­a el registro de goleador de Ronaldo (34). Y Messi empató al brasileño con dos tantos de museo. Touré se arrancó en el 3-0 con un caño, como si fuera Iniesta, profundizó con la potencia de Keita y la puso para la llegada de Messi con la precisión de Xavi. Y después, el propio Touré, le entregó de nuevo el balón al argentino, que se marcó una jugada excepcional y también muy suya: dos quiebros, dos zagueros eliminados y dos goles en su cuenta: 4-0.

Nada pudo hacer Clemente, al que siempre le gustó llevar la contraria, por más que le pidiera a su equipo que embistiera como un toro. El problema para los pucelanos es que el Barí§a es José Tomás. Ambos se superan a diario desde el riesgo y la emoción, a partir de la ética y la técnica, igual de expuestos ante el enemigo, prohibido dar un paso atrás, convencidos de que si no se superan a sí­ mismos en cada actuación serán acusados de decepcionar. Así­ las cosas, los azulgrana no pararon de jugar hasta el final para suerte de una hinchada muy festiva desde el descanso, feliz por el éxito de su equipo.

Tan dulce se puso la noche que Guardiola dio salida a Ibrahimovic, a Henry y a Iniesta. Nunca un partido de la presente Liga, siempre exigente y pesada, habí­a resultado tan plácido y emotivo en un Camp Nou entregado de nuevo a Messi, a la Masia, al més que un club, a un lí­der en 28 de las 38 jornadas, al trofeo Zamora (Valdés), al Pichichi (Messi), al mejor campeón de la Liga por puntos. Nadie ha ganado la Liga con tanta autoridad y rotundidad como el Barí§a. No por esperada, resultó menos bonita, así­ que largamente festejada por la gent blaugrana.

Las claves de este Barí§a


La historia del mejor Barcelona es la de un grupo forjado en una misma filosofí­a: jugar para ganar. El Barí§a de Guardiola es la versión más romántica del principio fundamental de cualquier deporte, pero ha adornado el más puro sentido de la competición dando importancia al cómo se consiguen los retos. En ese punto es donde radica el éxito del técnico, inamovible en sus planteamientos. Su equipo conoció este año la cara más injusta de la derrota. Cuando cayó lo hizo fiel a sus principios. La Liga 09-10 ha acabado siendo el único tí­tulo de un Barcelona campeón al que nadie es capaz de poner caducidad. Más bien parece que se ha tomado un respiro.

Messi: el argentino ha completado su mejor temporada. Este año se ha rediseñado como un futbolista total, aún en proceso de madurez, que ha sabido colmar sus aspiraciones personales asumiendo como suyas las del grupo. Guardiola ha centrado su posición en el campo. Messi ha batido récords y, salvo en la eliminatoria con el Inter, su papel ha sido fundamental en los momentos más delicados.

Guardiola: el técnico ha mantenido la lí­nea de la temporada anterior. Durante unos meses se negó a hablar de su renovación, pero la insistencia del club y los rumores cada vez más fuertes de que dejarí­a la entidad le forzaron a firmar la continuidad. í‰l habí­a puesto como premisa que el compromiso de la plantilla fuera total. La eliminación de Copa del Rey ante el Sevilla terminó de convencerle. En su expediente han aparecido dos borrones: los fichajes de Chigrinski e Ibrahimovic, dos peticiones muy personales, que han decepcionado.

El grupo: su compromiso ha quedado refrendado en todos los partidos importantes. Las victorias clave se celebraron como si fueran un tí­tulo. Las derrotas sonadas se lloraron como efecto de la impotencia del que se siente capaz de más. Este Barí§a admite muchos adjetivos, pero la palabra que mejor le define es «equipo».

Defensa: Puyol y Piqué se han convertido en una de las mejores parejas de centrales de la historia del club. La importancia de esa posición es aún mayor en un equipo que juega a atacar. Un delantero tiene permiso para fallar un gol. Un defensa queda marcado por un error. Piqué se ha confirmado como un futbolista de talla con unas maneras propias de zagueros de otra época. Puyol sigue siendo el sacrificio y el máximo exponente del compromiso.

Pedro/Bojan: A Bojan se le espera desde hace unos años. No se ha desesperado y en el tramo final se ha erigido en uno de los hombres más valorados del equipo. Pedro ha sido desde el principio de la temporada el mejor exponente de una cantera que no cesa de producir jugadores de categorí­a. La irrupción del canario debe demostrarle a Bojan que el momento, tarde o temprano, llega.

Ibrahimovic/Chigrinski: quizá resulte demasiado catalogarlos de fiasco, pero sí­ es verdad que la fama que les precede les obliga a más. Ibrahimovic ha hecho goles, pero lo realmente grave son las crí­ticas a su actitud en apariencia apática. A Chigrinski se le incorporó por unas cualidades muy especí­ficas de las que apenas hubo noticias.

Messi, la figura


Igualó el récord de 47 goles de Ronaldo Nazario en el Barí§a

Messi acabó la mejor temporada goleadora de su carrera con 47 goles, 34 de ellos en Liga, lo que le sirvió para ganar el Pichichi y la Bota de Oro como máximo realizador del continente.

El delantero argentino acabó la temporada marcando en la fiesta azulgrana ante el Valladolid. Messi aprovechó una asistencia de Toure Yaya para hacer el 3-0 que dejaba sentenciada la Liga y luego puso la guinda anotando el cuarto y definitivo gol en una jugada personal.

El vigente Balón de Oro igualó los 47 goles que Ronaldo Nazario marcó en todas las competiciones -también hizo 34 para llevarse el Pichichi- como azulgrana en la temporada 96-97, hasta ahora el mejor goleador de la historia del Barí§a.

Los 34 goles en Liga le han valido para aventajar en siete al «Pipita» Higuaí­n y en ocho a Cristiano Ronaldo para convertirse en Pichichi de nuestro campeonato por primera vez en su carrera.

Messi además ha conquistado la Bota de Oro, que premia al mejor goleador europeo. superando a Di Natale (Udinese) y Drogba (Chelsea), con 29 goles. Luis Suárez, del Ajax, hizo 35 en la Eredivisie, pero el coeficiente de la Liga holandesa es menor.

Messi ya habí­a entrado en la historia goleadora del Barí§a al ser uno de los cinco futbolistas azulgranas que habí­a marcado más de 30 goles en una misma temporada tras Mariano Martí­n, Romario, Ronaldo y Samuel Eto»o.

Guardiola, el artí­fice


Johan Cruyff, el presidente de honor del Barcelona, ha confesado que uno de sus mayores desasosiegos es que Pep Guardiola «se preocupa tanto por los detalles que un dí­a puede enfermar». Afectado por la alopecia, el técnico azulgrana se espantarí­a seguramente, a sus 39 años, si se parara a pensar cómo envejecerá como técnico. Ahora no tiene tiempo porque se ha desvivido por su equipo, estuvo alguna noche sin dormir después de la eliminatoria perdida contra el Inter y ha acabado tan cansado de la Liga que está convencido de que será el torneo que menos echará en falta. Hubo un dí­a en que incluso pensó que era inútil continuar porque la gente se empeñaba en comparar los números del presente ejercicio con los del anterior y siempre salí­a derrotado tras ganar los seis tí­tulos en juego. «Perderemos y sufriremos», se le oyó decir antes de batir el récord de puntos y victorias de la Liga.

Un amigo í­ntimo de Guardiola sostiene que el pulso Barí§a-Madrid ha sido tan largo, tenso, malintencionado e incontrolable que alteró la forma de ser del técnico y hasta le convirtió a veces en peor persona. Al entrenador le han abrumado muchas portadas, determinadas decisiones, algunas preguntas y designaciones, tanto como para pensar que el jugador número 12 no era su afición, sino el peor de los enemigos. Hasta la naturaleza ha jugado en su contra cuando se presentó en forma de volcán antes de viajar a Milán. La temporada ha sido agotadora para Guardiola, que abre y cierra la ciudad deportiva como el amo de la fábrica que aparca su coche el primero y lo retira el último para que los empleados sepan que está pendiente del trabajo.

Incluso Mí rius, su hijo, le preguntó una tarde a la salida del colegio, después de la destitución de Ernesto Valverde en el Villarreal: «Papá, si alguna vez pierdes, ¿también te echarán?». A muchos niños les gustaba Eto»o y no han parado de inquirir por qué el técnico habí­a prescindido del camerunés. Una cuestión de feeling. Guardiola sostiene, como Cruyff, que el segundo año es el más difí­cil para un campeón. «Hay que reparar en los detalles, los gestos, las cosas que te hacen ver cómo está el grupo», confiesa; «tienes que mirar a la cara de los futbolistas, descubrir al que quiere jugar y no dar más vueltas a la cuestión, no reparar en mayores consecuencias ni condicionantes». A Guardiola le ha costado congeniar los egos y conjugar a Ibrahimovic con Messi.

Al principio de la temporada, se impuso la inercia del triunfo del curso pasado y el Barí§a encadenó las dos Supercopas y el Mundial de clubes a la Liga tras la Champions y la Copa del Rey de 2009. El equipo, sin embargo, se sintió muy exigido en la liguilla de la Copa de Europa y fue eliminado de la Copa por el Sevilla después de un mal resultado en la ida (1-2), disputada durante la cabalgata de Reyes. «Â¡Desapúntate!», como entrenador azulgrana, le soltó su hija, Maria, cuando le comentó que no podrí­a acompañarle a recibir a Sus Majestades porque tení­a partido. Chigrinski, Milito y Márquez se juntaron aquella noche y al técnico le culparon de tirar la Copa. El Barí§a no se clasificó porque, en la vuelta, el portero Palop cuajó seguramente la mejor actuación de su vida (0-1). Pasados los Reyes, Guardiola se llevó a Maria y Mí rius a la visita de la plantilla al hospital de la Vall d»Hebrón para que participaran de la ofrenda de regalos a los niños que tampoco habí­an podido acudir a la cabalgata.

A Guardiola hay que interpretarle a veces por sus gestos, no sólo por sus decisiones, siempre intervencionista. «A mí­ me pagan por tomar decisiones», resume. Una frase que de nuevo evoca al cruyffismo y le permite marcar diferencias con Frank Rijkaard, que prefirió que su equipo, deslumbrante en la victoria, se consumiera como uno de sus pitillos en la derrota. «Guardiola se anticipa a los problemas», asegura Cruyff. «Así­ actué el verano pasado», responde el entrenador, «aunque, durante la temporada, alguna vez pensé que habrí­a sido mejor no liarse».

Obsesionado con la perfección y convencido de que podí­a mejorar al equipo, Guardiola no se arrepiente de nada, aunque Henry y Márquez, a los que separó de Ronaldinho, Deco y Eto»o, se hayan borrado o Chigrinski e Ibrahimovic sean cuestionados como los fichajes de Hleb o Cáceres de la temporada pasada. Y menos después de que se corrigiera en febrero con una decisión capital. A Guardiola le disgustó mucho el partido de Jerez ¿lo considera el peor de su etapa? y tampoco le convenció el de Stuttgart. Entendió que tení­a que actuar. «Tenemos que hacer alguna cosa y procurar que sea la correcta», convino con sus ayudantes. Optaron por sacar a Messi de la banda derecha y situarle como enganche por detrás de Ibrahimovic.

A partir del partido contra el Málaga, el Barí§a se desplegó con un 4-2-3-1, aunque los volantes nunca jugaron de forma paralela, sino que el técnico juntó a los cinco mejores alrededor del balón. Mejoró el argentino a cambio de empeorar el sueco. El balance no admite dudas. La cantera de La Masí­a marca las diferencias. Aunque se pueda equivocar, Guardiola le pone tanta pasión al trabajo que los futbolistas le siguen a pies juntillas. «Su pasión es contagiosa», coinciden en el vestuario; «hace que todos sintamos lo mismo por la manera como lo cuenta y transmite». El equipo se ha sentido como don Quijote, luchando contra todos y contra todo, defendiendo su causa frente a molinos de viento como el Madrid, derrotado en los dos partidos, abatido por la justicia poética azulgrana.

Renovado el tí­tulo, a Guardiola le queda mucha faena para el año que viene: insistirá con Ibrahimovic ?si es que continúa? porque el sueco enriquece el ataque por su capacidad para encarar los centros, asociarse y juntar o estirar al equipo y repetirá que los jugadores y la pelota deben avanzar juntos desde la defensa. Nada le motivará más que cumplir la promesa de renovar su contrato arrancada por aclamación popular en un concierto de Manel porque, si el madridismo cree que sólo Florentino Pérez puede redimirle, el barcelonismo coincide en que únicamente Guardiola le mantendrá campeón.

Guardiola es utilizado como referente para las secciones del club y como modelo en las escuelas de negocio: personaliza la fórmula del éxito después de dos años como técnico del Barí§a. Derrengado y feliz, ahora se tomará unas vacaciones con Cristina, con Maria, Mí rius y Valentina, orgulloso de su equipo y de su club, consciente de su «sentido trágico», como escribió el periodista Antoni Puigverd: «Sus ví­nculos con el Barí§a son los del amor (…) Guardiola pone su persona al servicio de la causa. Todas esas virtudes responden a un fondo ético que definiré como «sentido trágico» (…). Guardiola se ha armado de lucidez trágica. Se enfrenta a su tarea de cambiar el destino del Barí§a con rigor cientí­fico, con pasión de amante, con severidad y empatí­a de profesor. Y con el sentido trágico del profeta: consciente de que acabará ardiendo un dí­a u otro en el altar del sacrificio».

Persecución sin descanso


El bólido azulgrana no se lo quitó de enmedio. Dejarlo atrás fue una misión imposible. El Barí§a llegó antes, pero el Real Madrid le pisó los talones hasta el final. El retrovisor del campeón todaví­a sigue viendo el escudo madridista, subcampeón en la mejor temporada numérica de toda su historia.

La carrera por el campeonato fue una carrera ilegal, entre coches tuneados con velocidades supersónicas y óxido nitroso. Fue apasionante. El mejor Barcelona se cruzó en la carretera con el Real Madrid del imposible, equipo que no se rindió hasta que la Liga dijo basta. La persecución madridista tuvo su mérito. Nunca perdió la fe, nunca se dio por vencido. Siguió persiguiendo al Barcelona a pesar de los acelerones.

La derrota blanca en el Clásico del Bernabéu apuntaba al final de todo para el Real Madrid de Pellegrini. Nadie contaba con el Madrid, sólo el propio equipo blanco, que le dijo cada semana al Barcelona que ahí­ iba a estar esperando cualquier mí­nimo error para superarle.

El retrovisor de Casillas vio al Barcelona por última vez antes del Clásico en Chamartí­n. El Barí§a le adelantó por la derecha y ya no perdió la posición. El Madrid aguantó y apretó hasta que se acabó la gasolina. Fue el todo o nada.

Guardiola: «Digno rival»


Terminado el festejo con una vuelta de honor al Camp Nou, sin Copa que enseñar, lo primero que hizo Guardiola al comparecer ante los medios fue acordarse del Madrid para felicitarle por su competitividad a lo largo de todo el campeonato. «Quiero felicitar al entrenador y a los jugadores del Real Madrid porque es de admirar su comportamiento. No hubiéramos hecho a los 99 puntos sin ellos, ni ellos a 96 puntos sin nosotros. Ellos han dignificado su institución». Insistió: «Quiero que sepan que hay mucha gente que desde aquí­ les admira por cómo lo han hecho, por el respeto que nos han tenido a nosotros y a la propia competición. Han sido ejemplares. Los altavoces son tan grandes que nos confunden; el Madrid son el entrenador, los jugadores… son Raúl, Iker, Xabi Alonso y merecen mis respetos como institución…».

¿Los altavoces?, le preguntaron. Y como la llevaba guardada durante mucho tiempo, no se cortó. En un tono suave, se lamentó: «No es agradable lo que hemos oí­do desde que el Madrid fue eliminado de la Champions. El año pasado era el canguelo, hasta que ganamos 2-6 y se callaron. Este año, igual. Nos sabe mal porque nos han menospreciado y han faltado al respeto de los jugadores. Cuando un equipo gana siete tí­tulos es que han hecho bien algo. Me duele».

Volvió a recuperar Guardiola el discurso: «Nosotros no hacemos bandera de todo lo que conseguimos. Simplemente hacemos un esfuerzo y lo celebramos si lo hacemos bien. Creo que hemos hecho un trabajo de hormiga. El que al final nos ha hecho estar aquí­. Sus altavoces son muy grandes, lo sé, pero creo que estos jugadores merecen un poco más de respeto. Nosotros seguiremos en silencio». Y cerró: «Que hagan ruido pero que no nos ataquen».

«Â¿Cambiará esto el año que viene?», le preguntaron. «No, y vosotros lo sabéis mejor que nadie», respondió. «Â¿Y con otro entrenador?», siguieron. «El año que viene seguirán igual. Imagí­nate si viene el otro entrenador», se desahogó en referencia a José Mourinho. Guardiola consideró que, después de ganar tres tí­tulos la pasada temporada, es impresionante haber sumado otros cuatro en este curso y que el hecho de no alcanzar la Copa y la final de la Champions da sentido al éxito de la temporada anterior: «Saber que no volveremos a Abu Dabi da sentido a haber ido, no jugar la final de la Champions da sentido a haberla ganado el año pasado. Nos ha faltado poco. Una cuestión de detalles. Ha sido un año muy duro, desde el principio, y agradezco a nuestra gente cómo nos ha tratado». Le pidieron que le pusiera nota a la temporada, No pudo, pero respondió: «Muy alta, por venir de donde vení­amos, no es fácil. Perder sólo un partido en esta Liga no es fácil. Nos ha faltado la guinda», afirmó en referencia a la eliminación en las semifinales de la Champions. El entrenador ensalzó los valores de sus jugadores, en lo deportivo y en lo personal: «Hay un punto muy amateur en estos futbolistas: les gusta ir a entrenar, les gusta jugar, les gusta competir». Por eso, el técnico se mostró optimista pensando en el futuro.

Seguramente, resulta fácil teniendo a Leo Messi en la plantilla. «Leo tení­a la ambición para ganar el campeonato, para hacer goles, para igualar a Ronaldo con cuatro partidos menos. Ha hecho 43 goles y ha dado 13 asistencias. Es increí­ble. Que es lo mejor que he visto, no tengo ninguna duda. Y con diferencia. Este chico es irrepetible».

«Tenemos un buen portero y un muy buen delantero, o extremo o mediocentro, como lo queráis llamar. Pero ellos saben que sin el equipo seria imposible conseguirlo», argumentó en referencia a Valdés, ganador del Trofeo Zamora como portero menos batido, y a Messi, pichichi. «En dos años hemos hecho 203 goles en Liga. Con eso está todo dicho. Ví­ctor sabe que si no hay generosidad en defensa no se puede ser el Zamora»

Valorando los pequeños detalles, se acordó del derby en Cornellá, cuando el equipo sobrevivió con uno menos. «Ganamos la Liga en Cornellí . El punto del campo del Espanyol nos dio el campeonato. Salimos lí­deres y sabí­amos que si lo conseguí­amos, serí­amos campeones». Tras recordar que sólo el Villareal de Valverde fue capaz de puntuar en el Camp Nou, agradeció a la afición su apoyo y le pidió que disfrute: «Que la gente lo celebre, pero que no rompan nada, que no están las cosas como para romper nada». Y avisó para acabar: «El año que viene intentaremos dar un paso adelante para hacerlo mejor. Podemos hacerlo mejor».