Mariano Cantoral
«Escribiendo con Tourette» (Editorial Palo de Hormigo 2010), es el segundo libro publicado por el escritor guatemalteco Renato Bianchi, el cual está construido a base de una mezcla de géneros y tendencias, cualidad que lo hace extravagante y desconcertante, sobre todo cuando el lector descubre que lo que tiene en sus manos es un disco disfrazado de libro.
PARTE B
En el cuento «Los cerdos entraron al restaurante y se hartaron a los comensales» advierto un vínculo espiritual con la fábula de George Orwel, «Rebelión en la granja», en la cual los animales de una granja se sublevan en contra de los humanos dueños de la finca hasta que asumen el poder de la misma, liderados por los cerdos, quienes finalmente corrompen el movimiento al grado de convertirlo en una vil tiranía.
Pero hay también un vínculo espiritual con la historia misma de la humanidad, llena de acicaladas venganzas, revoluciones supuestamente ideológicas, que una vez triunfantes, se transforman en la antítesis de sus supuestos valores orientadores y primigenios, verbigracia, orates enfermados de complejos Napoleónicos, quienes se autoproclaman paladines de las causas justas, redentores de la ignominia, ignominia que es, dicho sea de paso, la materia prima con la cual la mayoría de ellos han estado constituidos.
Lo anterior me obliga a relacionar el contenido de este relato con otros temas que Renato desarrolla en su libro «Escribiendo con Tourette», que es por cierto, uno de los más eclécticos que he leído, pues más allá de la rareza y originalidad que el mismo pueda ser catalogado como dos discos leíbles en uno, contiene poesía, reflexiones filosóficas, relatos breves, cuentos, prosas, aforismos, entre otros textos de la más heterogénea naturaleza, incluso algunos que son inclasificables, algunos audibles, algunos mutantes y algunos fluctuantes como el precio del petróleo y el caudal de las hidroeléctricas por las cuales pagaremos más caros nuestros desvelos en el Facebook existencial, pero me estoy saliendo del tema.
Estaba en que Renato Bianchi retrata perfectamente al hombre promedio de hoy en día, es decir, al hombre prehistórico, medieval y renacentista de siempre, es decir al egoísta, al prepotente, al que destruye plagas, pero rara vez a él mismo pues no acepta que la más perniciosa de todas es él mismo., al que prefiere permanecer muerto en vida para perseguir sus sueños postizos y ningunear a quien decide dedicarse a lanzar bellas metáforas y epítetos, y respirar tropos a granel como una especie de oxígeno matinal, complementario y necesario.
Las mujeres, dentro de las elucubraciones narrativas de Bianchi, saltan a la palestra, desde una óptica socio-filosófica, cuando el autor afirma sin ambages que «Todo es misterioso en ellas, menos su interés el cual siempre sale a flote», me pregunto ¿generalización imperfecta?
Renato, también, reconceptualiza a la enfermedad mental llamada hipocondría consistente en la creencia irracional de que se es enfermo fisiológico, en el relato titulado «El enfermo imaginario», al igual que la comedia cumbre de Moliere, en la cual se mofaba del sector burgués, Bianchi lo hace pero del sector fanático, es decir, un tipo de interpretación moderna, adecuada a nuestra dogmática existencia, menesterosa de un Nihilismo sincero.
En general, el lado B del libro, parte de asumir una postura muy valedera acerca de la naturaleza humana, además de poseer, tal como afirma el joven escritor guatemalteco Lester Oliveros Ramírez en su blog personal, «uno de los poemas más bellos dedicados a la vagina».
En fin, la parte B de «Escribiendo con Tourette» contiene imágenes contundentes que ilustran los valores e imaginarios sociales y culturales de nuestras razas modernas o modernizadas a la brava, a fuerza de chatear con espíritus ininteligibles, pero seguramente tan bellos como bellacos, tal como el ejemplo que coloca Renato en el «Chat-copy-paste», un texto íntimo, estructural y literariamente novedoso, humanamente cotidiano.
Ni qué decir del relato titulado «í“s-culo», imposible de describir de mejor manera que como lo hizo David Lepe en su blog personal al afirmar que «Escribiendo con Tourette, de Renato Bianchi, es una colección de historias que van desde experiencias celestiales en moteles, apariciones terroríficas y manejo de demonios internos».
PARTE A
La parte A del libro es, según mi percepción, la más tendiente a lo poético, cualidad que le conocimos a Renato cuando publicó su primer libro «Solitud: galimatías poético» en el 2006. Las afirmaciones acerca del amor y el sexo son loables y poéticas, por ejemplo, cuando en «Heartbreak Hotel» apunta que «El sexo es la más grande, estúpida y maldita pandemia que sufre la humanidad», ante tal aserción, seguramente Sigmund Freud, entre otros libidinosos intelectuales, tendrían mucha tela qué cortar, y muchas pulsiones qué poner en práctica.
Además «Heartbreak Hotel, viene a enriquecer el catálogo de cuentos del cosmos literario mundial, que concluyen apretando el gatillo después de hastiarse de buscar porqués, recuerdo, por ejemplo, uno de Leonel Juracán y uno de Francisco Alejando Méndez, ambos guatemaltecos.
En la parte A, destacan, a mi criterio, los personajes que de una u otra forma son marginados por diversas razones, por citar algunos casos: porque ya han sobrevivido demasiado, porque quieren ser excomulgados y no se accede a su petición, porque quieren ser amados y no hay mujeres que se atrevan, porque quieren ver porno en un Hotel Decente y no hay canales pertinente para el efecto, porque niños quieren escuchar música con su pater familia de la nueva era y éste impone severas condiciones, siendo éste relato, la perfecta antítesis de otro titulado «Walk away Renne», que por cierto, es el único donde se hace referencia explícita al significante del título del libro, cuando detalla «Y es a mitad del camino de la vida, en estos momentos, en que escribo con Tourette, con los ojos infectos de sangre, con la vida rota y el alma desangrada: cuando te perdono y doy el beso que no te di de joven, porque sentía que eso me haría menos hombre».
Otro elemento destacable de éste disco leíble, es la bien lograda biografía del HOMBRE-MASA, que logra Renato Bianchi, en él, de forma amena, armónica y breve, sintetiza todas las vastas páginas que Ortega y Gasset ha dedicado para explicar éste fenómeno sociológico, que consiste en dejarse llevar por la corriente como pescado muerto en el río, y cuyo único atisbo de vida sea acaso, el consumirse todo lo comprable y/o vendible, con un buen marketing de por medio.
Según la página de Internet «La guía de la filosofía», El hombre-masa, para Ortega y Gasset, «es el que no está al mismo nivel de sí mismo, el que se encuentra a mitad de camino entre el ignorante y el sabio, que cree saber y no sabe, y el que no sabe lo que debería saber», en un sentido quizá interpretativo el Hombre-masa de Renato «Nació, creció, criticó, se burló, empujó, se divirtió, siguió a su respectivo rebaño; tuvo su dosis habitual de sexo, procreó. Nunca se cuestionó nada, ganó algo de dinero, vio a sus semejantes con el debido y respectivo desprecio; destruyó su ración del planeta y…afortunadamente murió».
Prosiguiendo con los personajes marginados del lado A del libro de Renato, en el «Relato del bromista persistente», podemos encuadrar la marginación de los más pueriles miedos y ansiedades, esquizofrénicos o fantasmagóricos de un niño, mismo relato que posee la estructura clásica de la narrativa y pudo haber sido escrita por Alan Poe si éste hubiera sido guatemalteco, y no hubiera sido asesinado por su delirium tremens antes del 2010.
Renato nos recuerda que somos «criaturas imperfectas», pues a pesar de que nos intentan catequizar en todos los contextos espaciales-temporales posibles, a pesar de que nos crucifican de modos tan variadas a la de su personaje Publicano, y a pesar de que contrario a Lázaro nos levantemos cada mañana, sin que nadie, al menos directamente nos lo pida, a rellenar la jornada con responsabilidades y placeres virtuales, pocas posibilidades hay de que seamos perfectibles, o quién sabe.
Para concluir, recurro al Bianchi cuando en «Reflexiones sobre Rocky» afirma que «En esta vida todo héroe termina noqueado…si tiene suerte», texto que se complementa con la literalidad de la página en blanco de «El significado de la vida», logrando una perfecta intertextualidad.
Como comentario final quisiera agregar que durante una plática amena con el autor del libro, éste me confesó que el 80% de los relatos poseen una inspiración autobiográfica.