A lo largo de cuatro decenios el tema de la narcoactividad ha sido abordado en sinnúmero de cónclaves, foros, conferencias, cúpulas o simples reuniones, a un costo de muchos millones de dólares o quetzales que no han salido de ninguna otra parte más que de los bolsillos de los contribuyentes. Mientras tanto, la gente trabajadora, honrada y totalmente alejada de la delincuencia y del vicio, seguimos padeciendo sus consecuencias y con las preguntas de siempre: ¿Cuánto habremos mejorado su control, combatido eficazmente a los responsables y contrarrestado de alguna manera sus terribles consecuencias?
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Claro, la hipocresía, las conveniencias, como las estrategias de quienes quieren dar la apariencia de estar dándole una “férrea lucha†al narcotráfico se siguen repitiendo con increíble desfachatez, entre otras, que nunca antes se habían logrado tantos decomisos de armas, vehículos o laboratorios; miles de millones de kilos o toneladas de droga, ocultando hábilmente que solo unos cuantos pelones de tercera o cuarta línea jerárquica de implicados en el negocio del siglo y de nuestra historia, van a parar con sus huesos a las cárceles. Hablando sin ambages, la droga mueve al mundo y tanto Guatemala como los demás países de Centroamérica no son la excepción, y por ello seguimos de mal en peor, enquistándose cada día que pasa hasta en la sopa. Veamos los números, comprobemos que no es hablar pendejadas cuando se dice que por chorros sale el dinero de entidades estatales o de las mentadas ONGs para sufragar sinnúmero de cónclaves que no tienen otro propósito que el de aparentar que se está haciendo mucho, pero que a la hora de ver resultados aparecen ceros por todos lados. Por ejemplo, el último show desplegado en Guatemala llegó a la repetida conclusión de que “el área centroamericana debe estar unida, hacer una alianza o actuar de manera conjunta ante las instancias internacionalesâ€, palabrerío que en resumen significa seguir tendiendo las manos a los países u organizaciones amigas para que nos den más y más pisto y solidaridad, para luego, continuar en el círculo vicioso de más cónclaves, foros, conferencias, cúpulas o simples reuniones en donde abundan, para beneficio de unos cuantos, platillos exquisitos, buenos licores, suntuosos hoteles y las consabidas “distracciones†de siempre. Mientras tanto, aquellos que les conté, con o sin estado de Sitio siguen haciendo de las suyas, fuera en Petén, Cobán, Huehuetenango, en la capital y en sinfín de lugares más, financiando campañas electorales, comerciando la droga al por mayor y menor impunemente y haciendo pedazos a nuestra sociedad, en especial a nuestra juventud, la que finalmente termina pagando el pato. ¿Cuánto tiempo más vamos a permitir que nuestros dirigentes solo vivan de las apariencias, viéndole la cara a la población de lo que no es, pues no tiene ni un pelo de tonta?, ¿es que nunca nos vamos a indignar para exigir eficacia, con buenos y efectivos resultados?