Oración, llanto y comunión


Una mujer peregrina realiza sus oraciones durante la visita del Papa. FOTO LA HORA: AFP JAVIER SORIANO

Una muchedumbre devota se congregó hoy en el santuario de Fátima y pese al frí­o, oró, lloró y comulgó con el papa Benedicto XVI, para demostrarle también su sostén y afecto en un momento difí­cil para la credibilidad de la Iglesia.


«Queremos mostrarle nuestro cariño al Papa y a la Iglesia, sobre todo ahora en este perí­odo de crisis», aseguró Matteo Carpanese, un joven italiano de 30 años, al referirse a la ola de escándalos y acusaciones contra la jerarquí­a de la Iglesia por haber encubierto por décadas a curas pederastas en varios paí­ses del mundo, en particular en el viejo continente.

«Pero también vinimos por la Virgen y porque este lugar está más cerca de Dios», comenta la esposa, Pamela, quien entona el himno papal cuando aparece el papamóvil con Benedicto XVI a bordo en medio de la explanada.

En el célebre santuario, al que todos los años acuden para el 13 de mayo miles de peregrinos a ofrecer sus ofrendas y votos a la Virgen que se le apareció a tres pastorcillos en 1917, reina el fervor.

Españoles, italianos, alemanes, brasileños, franceses, portugueses de todas las regiones y hasta chinos, agitan frenéticamente las banderolas y banderas del propio paí­s al paso del pontí­fice alemán, quien se ve algo cansado y plegado con sus pesados paramentos dorados.

«Venimos para que el Papa sienta y vea la presencia de los jóvenes», confiesa Juan Moreno, un estudiante de 20 años quien llegó al amanecer con otros 80 madrileños.

Para el padre José Domingues, la visita del Papa a Fátima es importante.

«Su Santidad no ha llegado aún al corazón de la gente, y por eso es bueno que haya venido hasta aquí­», comenta el sacerdote, de 57 años, quien maneja dos parroquias de la región de Braga.

«Para amarlo hay que saber interpretar su carisma y escuchar sus palabras», sostiene.

Algunos han caminado hasta 100 kilómetros siguiendo «El camino de Fátima» a lo largo de Portugal para cumplir promesas o pedir la intercesión de la Virgen para curaciones o problemas económicos justo el dí­a en que se celebran las apariciones ante la tumba de los tres pastorcitos a los que se les apareció Marí­a.

«Voy a pedir otra gracia porque la presencia del Santo Padre aumenta la gracia recibida», sostiene Serge Corentin, un senegalés de 61 años quien llegó con 40 africanos más.

Después de los aguaceros del amanecer, el cielo de Fátima se aclara y el clima es más clemente.

«Tengo una sensación de paz, de esperanza. No me sorprende que una muchedumbre tan grande venga aquí­ en busca de ello, con los problemas que tiene el mundo», comenta Maria Caldeira.