La Tate Modern celebra con un festival artístico a partir de ayer sus diez años de existencia y de éxito inesperado que la han convertido en una de las atracciones imprescindibles de Londres.
Cuando abrió sus puertas al público el 12 de mayo de 2000, al día siguiente de su inauguración por la reina Isabel II, pocos podían prever que el museo acogería a más de 45 millones de visitantes en su primera década.
Desde entonces, presentó 52 exposiciones temporales dedicadas al algunos de los principales nombres del arte moderno, de Frida Kahlo a «El aduanero Rousseau», de Andy Warhol a Juan Muñoz, de Kandinsky a Salvador Dalí, pasando por Matisse y Picasso, que protagonizaron juntos la más popular.
Unos cinco millones de personas visitan anualmente el museo, pese a que el edificio estaba previsto para dos millones, precisan sus responsables. La Tate contribuye anualmente a la economía londinense con 100 millones de libras (116 millones de euros).
Un éxito que le permite reivindicar el título de «galería de arte moderno más visitada del mundo» y ser una de las «tres principales atracciones turísticas gratuitas» británicas.
Además de la riqueza de su colección permanente y las exposiciones temporales, la Tate Modern atrae la atención incluso desde fuera: está instalada en la antigua central eléctrica de Bankside, en la orilla sur del Támesis, en el centro de Londres.
Con su fachada de 200 metros de largo y su chimenea que culmina a 99 metros de altura, la central construida con más de cuatro millones de ladrillos, dejó de funcionar en 1981. Fue reconvertida para acoger la rica colección de arte moderno de la Tate Gallery.
Se preservó la estructura exterior, así como la inmensa sala de turbinas, Turbine Hall, que se convirtió en un espacio que ofrece una superficie única de exposición de 3.300 m2 y varias decenas de metros de altura.
El museo encarga cada año una obra para el Turbine Hall. La serie fue inaugurada con la araña gigante «Maman» de Louise Bourgeois, seguida entre otros por los toboganes de Carsten Hí¶ller o la enorme grieta «Shibboleth» de la colombiana Doris Salcedo. El 12 de octubre está prevista la llegada de la obra del chino Ai Weiwei.
Pese a una superficie de 34.500 m2, 7.827 de los cuales dedicados a las exposiciones, la Tate Modern se quedó rápidamente pequeña. En enero de 2005, anunció un ambicioso proyecto de expansión.
Dos años después, las autoridades locales dieron luz verde a la construcción de un polémico edificio de cristal de 70 metros de alto que aumentará su superficie en un 60%. El proyecto, de un costo de 215 millones de libras (250 millones de euros) debería estar terminado en 2012.
Antes, el museo marcará su décimo cumpleaños con cinco días de celebraciones.
El miércoles, una procesión de 300 escolares que simbolizarán a los visitantes venidos de todo el mundo recorrerá el barrio de Southwark, antes de compartir un pastel con el público asistente.
Del viernes al domingo, el Turbine Hall recibirá a 70 creadores y agrupaciones artísticas venidos de Shanghai, Praga, Seúl, Nueva York o Berlín, en el marco del festival «No soul for sale».
Este aniversario será también una ocasión de rendir homenaje a su director, el español Vicente Todolí, que tras siete años en el cargo anunció en marzo su intención de abandonarlo este verano.