«El pecado dentro de la Iglesia»


Marcando distancia con defensores oficiales y oficiosos del Vaticano que han culpado a la Prensa de ser causante del escándalo de la pedofilia, ayer el papa Benedicto XVI dijo claramente que el problema está en el pecado dentro de la misma Iglesia. En el vuelo que le llevó a Portugal, el Santo Padre dijo a los reporteros que «la gran amenaza contra la Iglesia no surge de los enemigos de afuera, sino nace en el pecado dentro de la misma Iglesia», agregando que tiene urgente necesidad de recurrir a la penitencia, para buscar la purificación, entendiendo por un lado el perdón, pero también la necesidad de justicia, en clara alusión a la nueva polí­tica de tolerancia cero para los abusos cometidos por sacerdotes o religiosos.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Hace algunos dí­as un viejo amigo enviaba a su lista de correos electrónicos uno de los tantos artí­culos que se han escrito con la obtusa mentalidad de que el escándalo es producto de la actitud de una Prensa enemiga de la Iglesia y, peor aún, al servicio del mal y dispuesta a destruir el bien. Le contesté a este amigo su correo diciéndole precisamente eso, que el problema no era lo que diga o deje de decir la Prensa, sino la actitud propia de la jerarquí­a que se enconchó para proteger a la institución y terminó apañando a los pederastas, siendo así­ cómplice del crimen cometido. Ayer, cuando leí­ las declaraciones del papa Benedicto XVI, pensé que habí­a encontrado el Pontí­fice las palabras adecuadas para expresar la realidad y que les estaba dando un tapaboca a todos los que, en defensa de lo indefendible, quisieron ver en el escándalo una especie de manipulación de la prensa mundial en contra de la Iglesia, pasando por alto detalles que ahora menciona el Papa, como el arrepentimiento, el perdón y la penitencia, pero fundamentalmente la necesidad de justicia a favor de las ví­ctimas porque no basta con decir perdón, sino tiene que buscarse seriamente la impartición de justicia mediante el castigo de ley. Por supuesto que no me hago ilusiones de que vayan a cambiar de actitud esos oficiosos defensores de la terrible postura que mantuvo la Iglesia durante décadas enteras en las que apañó a los pederastas bajo la equivocada visión de que así­ protegí­an a la institución de la maledicencia. El Papa encontrará dentro de los mismos fieles a muchos que seguirán tratando de tapar el sol con un dedo y negar la existencia de un pecado dentro de la misma Iglesia que es la causa del escándalo. Al fin y al cabo es mucho más fácil abordar el tema de los abusos desde la perspectiva victimizada de quienes sostienen que todo es un invento de los periodistas y de una Prensa comprometida con la diabólica tarea de destruir a la Iglesia, como si eso fuera posible. La religión Católica ha superado situaciones igualmente graves y a pesar de las fallas de sus miembros no ha sufrido menoscabo. Pero obviamente queda abierto un expediente respecto a lo que debe entenderse como materia de la infalibilidad del Papa, porque es obvio que en cuestiones como la decisión que se sostuvo durante tanto tiempo de esconder el pecado y proteger a los pederastas con el agravante de que hasta los trasladaban a otros oficios donde podí­an seguir cometiendo abusos, no puede decirse que el Espí­ritu Santo haya inspirado la decisión de proceder de tan funesta manera. El Papa actual ha dado un paso firme y merecedor de respeto al reconocer el pecado interno y ofrecer que a partir de ahora será la justicia la respuesta a cualquier caso de abuso. Y deja silbando en la loma a los que zafaron bulto culpando a la Prensa.