Carlos Eggenberger, no sé si es joven o adulto), se pregunta aquí en Diario LA HORA, (05-05-2010), si «del Himno ¿habrá otras personas que no les guste?»
Bien, por la forma de expresarse infiero que desconoce la Historia de nuestro bello Himno Nacional. í‰l hace referencia a la letra del poema escrito por el poeta cubano-guatemalteco José Joaquín Palma.
No es que alguien decidiera que hubiera un himno, como expresa Eggenberger, pues este fue convocado por el entonces presidente de la República, general José María Reyna Barrios en el año de 1896, en su letra y su música. En esa ocasión hubo varias impugnaciones en contra de la música, por los músicos «empolvados», decían, quienes no estaban de acuerdo que la música del maestro ílvarez Ovalle fuera la triunfadora, con el argumento de que era «un indito de Comalapa», racismo. Ante estas oposiciones, el presidente Reyna Barrios convocó a un tercer certamen con jurados escogidos por él, que se efectuó en la Casa Presidencial, sita en la 9a. calle y 11 avenida zona 1, hoy Centro Histórico, frente el Parque Infantil Colón. Inmueble histórico. Las propuestas de ílvarez Ovalle en la música, y de Palma en la letra, presentada bajo pseudónimo, fueron nuevamente aprobadas, por lo que el Presidente Reyna Barrios emitió el Decreto correspondiente que está en vigencia, pues no ha sido derogado, y por lo tanto, es Ley de la República.
El que esto escribe, hizo un estudio de los orígenes e incidencias que se produjeron alrededor de nuestro Himno Nacional, y como resultado de esa investigación hice una obra de teatro en tres actos, soy dramaturgo, que se estrenó para el primer centenario de la proclamación del Himno, la historia es bellísima. De este trabajo la Litografía Zadic S.A., imprimó un libreto de lujo en la cantidad de 50,000 ejemplares, sin costo.
En lo referente al quetzal, nuestro símbolo por excelencia, merece respeto igualmente. Lo que escribió Palma de que «remonte su vuelo/ mas que el cóndor/ y el águila real, hay que entenderlo como una expresión poética, no obstante, en tiempos del dictador Ubico, unos campesinos vieron cómo nuestro quetzal peleó en contra de un quebranta huesos al cual venció, pero naturalmente resultó mal parado; los labriegos lo recogieron y lo trajeron a la capital; Ubico, que fue enterado, ordenó que se le asignaran los mejores veterinarios con crden de que tenía que salvarlo, y así fue.
Se me ocurre pensar, de acuerdo a lo expresado por Eggenberger, que si cada generación disponible que no le gusta nuestro Himno Nacional, cada veinte años habría que hacer uno nuevo. Es natural que los acontecimientos de aquellas épocas tengan su característica propia muy diferente a las actuales, y ya que se hace mención a los Diez Mandamientos, sería como querer ajustarlos a los tiempos modernos, y en lugar de las supuestas planchas pétreas, se hicieran en computadora.
Estamos pues, que toda alteración a la música y letra de nuestro Himno Nacional, como se ha venido haciendo, es constitutivo de Delito Patrio.