Calidad de vida, cuesta abajo


¿Qué les queda a los guatemaltecos si la calidad de vida ocupa la posición de cuesta abajo? A consecuencia directa de tanta rodada en una interminable serie de problemas del orden económico. No quedan ya para los connacionales espacios mí­nimos dónde encontrar satisfactores indispensables y urgentes.

Juan de Dios Rojas

Imposible la definición de otra manera, en medio de situaciones adversas como constante que carece de viabilidad. De palabras y más palabras el caso fuera de la normal sólo en eso se limita. Se deduce en el peor de las circunstancias concluye en mera letra muerta, sin duda alguna, contenida en leyes y reglamentos.

En todo sentido se nota esa pérdida, misma que con rapidez preocupante da cuenta de algo esencial y determinante, muy difí­cil de reponer. Ante esa falta de calidad de vida, pierde su espí­ritu cualquier actividad cotidiana, por cuanto desaparece del ambiente y de la persona, debido a la ausencia del soplo que impulsa.

Incluso la dignidad humana sufre deterioro a consecuencia de dicha calidad cuesta abajo, capaz del hundimiento como ocurre en los actuales momentos. Sin embargo, nadie se cruza de brazos, ponen empeño, pero resulta vano todo intento por superar la sobrevivencia que ataca duro y a la cabeza.

La problemática actual es un callejón sin salida. Tras una cosa viene otra, sobrados motivos para sentir esos tremendos golpes. En esencia las alzas exorbitantes de productos, bienes y servicios representan un auténtico quebradero de cabeza, en abierto menoscabo de la calidad de vida mencionada anteriormente.

Hay que reconocer que el tiro de gracia viene a ser el imparable y grosero aumento al precio del petróleo y sus derivados. Ello origina la cadena tremenda de alzas generalizadas, imposible ya de respirar con ese alto coste de vida sin precedentes en la historia nacional contemporánea.

Tamaña situación fuera de serie influye demasiado para que a los compatriotas materialmente les sea sumamente difí­cil remediar. De consiguiente surge de inmediato la apocalí­ptica hambruna y miseria en definitiva, perdiéndose también la esperanza por completo dí­a a dí­a, sin excepción de ninguna í­ndole.

Los sectores sociales de clase desheredada golpeados sin misericordia hacen la lucha, empero ven truncados tales intentos. Por lo tanto, se hace urgente y necesaria la intervención del Gobierno central y además de otros entes estatales. En aras del bien común se justifica tomar cartas en el asunto.

El perfil en mención constituye una verdadera contingencia y en ese orden de ideas es preciso prever cualquier emergencia. Gracias a la pérdida de calidad de vida de los guatemaltecos se originan situaciones de suyo complicadas como reflejo de acciones manifiestas de desesperación directa.

Sólo en letra muerta existe la calidad de vida en el medio. Por más que sea el mejor y significativo postulado del Estado, de ahí­ no pasa tristemente. Deja entonces de constituir además una aspiración legí­tima de la población, en pleno siglo XXI, para que los infolios del tiempo lo inscriban.

Pasa de inmediato a ser algo de segunda categorí­a; de ubicarse en lista eterna de espera quién sabe cuánto tiempo adicional, tal y como lo demuestra bien el actual estado de cosas, un momento oscuro, en el marco de fuertes expectativas. Motivo suficiente es para tronarse los dedos en los linderos del panorama sombrí­o.