Reforma Agraria (II final)


La semana anterior evoqué uno de los párrafos de la Carta de Punta del Este, consensuada por los Cancilleres de Latinoamérica en 1961, que alude con claridad a la necesidad de impulsar la reforma agraria integral en los paí­ses miembros. Ahora, me refiero a la propuesta de Reforma Agraria Integral formulada por la Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas, CNOC, desde junio de 2005.

Factor Méndez Doninelli

Por la importancia del tema transcribo fragmentos de la Declaración del Foro Mundial de Reforma Agraria, celebrado en Valencia, España, el 8 de diciembre de 2004, que al respecto proclama: «Una reforma agraria distributiva y conducida por el Estado es un elemento clave del modelo de soberaní­a alimentaria de los pueblos y una medida crucial para la realización de varios derechos humanos como el derecho a la alimentación, a vivienda, a trabajo, a participar en la vida cultural y disfrutar de la cultura propia, a participar en la dirección de los asuntos públicos, y de los derechos ambientales. Por estas razones los gobiernos y la sociedad deben darle un lugar primordial en la agenda de desarrollo. Los programas de la reforma agraria actual deben garantizar a las campesinas y los campesinos, a las trabajadoras y los trabajadores rurales, a los pueblos indí­genas, y a las comunidades excluidas racial y socialmente, el acceso y control sobre la tierra, el agua, las semillas, los bosques, la pesca y los medios de producción (financiación y capacitación), distribución y comercialización. …deben garantizar la seguridad y tenencia de la tierra y los recursos, el libre acceso al conocimiento y la tecnologí­a, apoyar el uso de la tierra para fines productivos y evitar la reconcentración territorial. …deben asegurar a las mujeres plena igualdad de oportunidades y de derechos a la tierra y a los recursos naturales y deben reparar la discriminación y las desventajas sociales a las que las mujeres han sido sometidas. …también tienen que reconocer y realizar efectivamente los derechos de los pueblos indí­genas a sus territorios, así­ como restituir los territorios que les hayan sido arrebatados».

La propuesta de reforma agraria integral de la CNOC se sustenta en la anterior declaración y argumenta su necesidad por: «La pobreza en el campo; la estructura actual de tenencia de la tierra es un obstáculo para el desarrollo del paí­s; la falta de polí­ticas de Estado impide la utilización razonable del recurso tierra en beneficio social; la crisis del modelo agroexportador; el mercado de tierras no es solución para la transformación de la propiedad, tenencia y uso de la tierra; es una medida para enfrentar los impactos de la globalización».

La concentración de la tierra, la exclusión de los campesinos del beneficio del desarrollo, el despojo de tierras y las condiciones de explotación semifeudal de las y los trabajadores del campo, son algunas caracterí­sticas del agro guatemalteco generadores de conflictividad. La acumulación de riqueza es debido a la concentración de tierra y la explotación perversa de mano de obra campesina. Hoy, la situación social en el campo es peor que antes, la población rural más pobre, excluida y discriminada.

Ayer, entre debates públicos, protestas y reclamos de las organizaciones campesinas, se cumplieron 14 años del Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria, sin que se reconozca avances en el tema, mucho menos cambio en la calidad de vida de las campesinas y los campesinos. Las protestas de las organizaciones campesinas exigiendo reforma agraria son justas. Aunque les pare el pelo a los terratenientes y oligarcas, la reforma citada es necesaria para contener en el paí­s una explosión social.