El Ejército Federal a finales de 1912 aún permanecía fiel a Madero, el hecho sin embargo no podía ser atribuido a la lealtad, más bien esperaba al hombre y el momento preciso para derrocarlo.
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Existía una atmósfera de inquietud. Los diputados revolucionarios visitaban al Presidente para advertirle de la gravedad de la situación. Insistían en que el apoyo de la opinión pública era necesario, los excesos de la prensa manejada por el sector conservador que había sido adicto a Porfirio Díaz, así como a los intereses extranjeros, procuraban dañar la imagen de Madero, quien había venido perdiendo soporte popular. Madero respondió que nada malo iba a pasar. El Director del diario Nueva Era comentaba en broma que se necesitaba valor para que alguien se declarara maderista. Por su parte el Embajador Wilson presentaba en sus informes a la Casa Blanca, un panorama sombrío con Madero al frente del Gobierno.
Dos grupos estaban en activa conspiración: los miembros del anterior Partido de Los Científicos que veían hacia el general Jerónimo Treviño y un segundo grupo hacia los generales Bernardo Reyes y Manuel Mondragón, este último representante de Félix Díaz. Los conspiradores se reunían y conferenciaban con oficiales del Ejército y con miembros activos del Partido Católico. El general Victoriano Huerta fue sondeado por algunos partidarios de Reyes y se mantuvo como un espectador en esa primera etapa del complot. Huerta tenía sus propias cartas que en su momento vendría a utilizar.
El golpe planeado para el primer día del año fue pospuesto luego para el cinco de febrero, debiéndose aplazar de nuevo para el día once. Enterados que el Gobierno conocía sus planes, se reunieron en una sesión de emergencia el sábado ocho de febrero decidiendo dar el golpe al día siguiente. Las personas comprometidas y los regimientos que participarían eran conocidos por Madero quien calificó los informes de exagerados.
En las primeras horas de la madrugada del domingo 9 de febrero se inició el levantamiento en los suburbios de Tlalpan y Tacubaya, con la participación de 300 alumnos de la Escuela Militar de Aspirantes, un centro fundado por Félix Díaz. De los cuarteles de Tacubaya salieron 300 dragones del Primer Regimiento de Caballería y 400 más del segundo y Quinto Regimiento de Artillería, así cerca de mil hombres se dirigían a derrocar al Gobierno. Un grupo se encaminó hacia la prisión de Santiago Tlatelolco -la misma de donde Francisco Villa había huido el 24 de diciembre pasado- en la cual el general Reyes estaba encarcelado. Después de ser liberado Reyes, se provocó un motín y en el incendio del edificio murieron más de cien personas. Luego la misma columna avanzó hacia la Penitenciaría en donde fue liberado Félix Díaz.
La segunda columna había tomado posesión del Palacio Nacional habiendo capturado a Gustavo Madero y al ministro de Guerra García Peña. El general Lauro Villar, jefe militar de la plaza reclutó algunas fuerzas leales y recobró el edificio liberando a Madero y a García Peña preparándose para defender el palacio. La columna encabezada por los generales Reyes, Díaz y Ruiz después de huir de la Penitenciaría, ocuparon las calles paralelas que desembocan en el Zócalo.
Momentos después el general Reyes apareció a la cabeza de algunos soldados. Villar le ordenó detenerse. Reyes sin hacer caso siguió avanzando y fue acribillado a balazos. Con su actitud dijeron sus seguidores, esperaba que la muerte viniera a liberarlo, decidido a no sobrevivir a otro fracaso. El combate se desarrolló entre las fuerzas que defendían el palacio y los rebeldes que ocupaban el pórtico, edificios y calles de la Plaza del Zócalo. Cuando el combate cesó más de 400 personas, la mayoría civiles, habían muerto, entre ellas Reyes. Félix Díaz retiro sus fuerzas para atacar la Ciudadela, una vieja fortificación sin importancia estratégica. Madero informado de los acontecimientos salió a lo largo de Reforma rumbo al Palacio Nacional. Cabalgó serenamente a lo largo del paseo sonriendo y saludando a las personas. Llegando a la Avenida Juárez esperó el resultado del tiroteo que todavía se mantenía en el Zócalo, con él estaban algunos ministros, y el General Victoriano Huerta que seguía sin mostrar sus intenciones.
Madero continuó la marcha hacia el Zócalo no sin antes ser ovacionado y montando de nuevo su caballo se dirigió hacia el Palacio Nacional. Por recomendación del ministro de Guerra García Peña, nombró a Victoriano Huerta para dirigir el ataque contra los rebeldes. El núcleo de éstos se reunió cerca de la estatua de Carlos IV, en la confluencia de Juárez con Reforma y desde este punto se dirigió hacia la Ciudadela. Ocuparon las cuatro calles que conducían a la antigua Fortaleza. Emplazando cañones y ametralladoras, antes del mediodía, la Fortaleza que era más una fábrica de armas y una bodega del Ejército con muros de un metro veinte centímetros de grueso, se rindió. Después de tomar la Fortaleza los rebeldes se desplazaron hacia la azotea instalando los cañones en las calles vecinas. Luego de reconocida la situación por Madero, fue confirmado el nombramiento de Huerta y se acordó llamar al general Rubio Navarrete en ese momento en Querétaro, para hacerse cargo de la artillería, mientras los destacamentos cercanos fueron llamados a concentrarse en la Ciudad. Madero decidió salir personalmente a Cuernavaca por el general Felipe íngeles, en quien confiaba, para regresar luego a la capital. La ciudad despertó el día lunes en un profundo silencio, las casas de comercio estaban cerradas. Ese día en la pastelería El Globo se celebró una plática entre Félix Díaz y un enviado del general Huerta. Por la tarde Madero regresó de Cuernavaca a la capital, con más de mil hombres bajo las órdenes del general Felipe íngeles. Los rumores acerca de las conferencias del Globo señalaban al general Victoriano Huerta como parte de la conspiración. (Continuará).