Los británicos empiezan a votar


Una peluquerí­a fue utilizada para un centro de votación. FOTO LA HORA: AFP BEN STANSALL

Más de 45 millones de británicos convocados este jueves a las urnas, entre ellos los lí­deres de los principales partidos, empezaron a votar en las elecciones generales más inciertas en décadas, de las que podrí­a surgir un parlamento sin mayorí­a absoluta.


Los 50.000 colegios electorales diseminados por todo el paí­s, que abrieron a las 07H00 locales (06H00 GMT), cerrarán sus puertas a las 22H00 (21HOO GMT), cuando las principales cadenas de televisión divulguen sus primeros sondeos a boca de urna. Los primeros resultados empezarán a difundirse a las 23H00 GMT.

El conservador, David Cameron, favorito de los sondeos para ser el próximo inquilino del 10 de Downing Street, fue el más madrugador de los tres lí­deres en votar, y eso que fue retrasado más de dos horas por la gracia de dos jóvenes que se encaramaron a primera hora al techo de su colegio electoral en Spelsbury (noroeste de Londres), antes de retirarse pací­ficamente.

Los jóvenes, que descorcharon una botella de champán y explicaron que estaban allá para «celebrar» y no para protestar, desplegaron una pancarta con la foto de Cameron en la que podí­a leerse: «Británicos, sed conscientes de vuestro lugar. Votad Eton, votad Tory», en referencia al elitista colegio privado en el que estudió el polí­tico.

Cameron, que a sus 43 años espera poner fin a 13 años ininterrumpidos de laborismo, acudió a sufragar finalmente pasadas las 10H30 locales (09H30 GMT), del brazo de su esposa Samantha, que espera un hijo para septiembre.

Poco después votaron en Escocia el primer ministro laborista británico, quien a sus 59 años busca legitimar en las urnas el cargo que «heredó» de Tony Blair en 2007, y su inseparable esposa Sarah.

Casi al mismo tiempo lo hací­a en Sheffield (norte de Inglaterra) el popular liberal demócrata Nick Clegg, tercero en discordia, acompañado de su esposa Miriam González, que no pudo votar junto a su marido por tener sólo nacionalidad española.

La participación, sin embargo, deberí­a ser más alta que en 2005, cuando acudieron a votar un 61% de los electores británicos debido al incierto desenlace de estos comicios.

Las últimas encuestas publicadas el miércoles apuntaban a que los conservadores deberí­an ganar el voto popular, pero no la mayorí­a absoluta de escaños requerida para que Cameron pueda formar gobierno inmediatamente.

También mostraban un ligero repunte de los laboristas de Brown, favorecidos por el sistema electoral vigente -que sólo premia al candidato más votado en cada circunscripción-, nuevamente segundos en detrimento de los liberales demócratas de Nick Clegg.

La perspectiva de un parlamento en el que ninguno de los grandes partidos tendrí­a la mayorí­a absoluta de 326 de los 650 escaños en disputa, inédita desde 1974, podrí­a llegar a dar la llave del gobierno a Clegg, que condicionará cualquier alianza a la reforma de un sistema electoral que perjudica claramente a los pequeños partidos.

En caso de «hung parliament», el primer ministro saliente, o sea Brown, permanecerí­a en el poder e incluso tendrí­a prioridad para intentar formar una coalición, aunque Cameron ya ha anticipado que podrí­a tratar de gobernar en minorí­a con el apoyo de los unionistas de Irlanda del Norte.

Los tres candidatos, que se presentan todos por primera vez a unos comicios al frente de sus respectivos partidos, buscaron hasta el último minuto de la campaña convencer a los numerosos indecisos, que una encuesta estimó en casi el 40% del electorado y podrí­a romper todos los pronósticos.

Finalmente, el único incidente notable de la jornada lo protagonizó el candidato que trata de ganar el primer escaño de la historia para el euroescéptico Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP por sus siglas en inglés), Nigel Farage, que resultó levemente herido cuando la avioneta en que viajaba realizó un aterrizaje forzoso en un aeropuerto al norte de Londres.

ANíLISIS Sin mayorí­a


Si de las elecciones no surge una mayorí­a absoluta y a falta de constitución escrita, Gran Bretaña entrará el viernes en territorio desconocido: la elección del primer ministro dependerá entonces de las negociaciones «polí­ticas», de la mediación de funcionarios y de la presión de la prensa y la opinión pública.

La mayorí­a absoluta -326 de los 650 escaños en la Cámara de los Comunes, la «la Madre de los Parlamentos» que sirvió de modelo a muchas democracias desde el siglo XVIII- es la clave del éxito. Es la única que permite formar instantáneamente un gobierno.

Sin ella, situación que los británicos conocen como «hung parliament», analistas, constitucionalistas y otros polí­ticos contemplan numerosas hipótesis.

«La decisión de los polí­ticos dependerá de la confluencia de factores como la aritmética electoral, las convenciones constitucionales, la presión de los medios de comunicación, información continua y de la blogosfera, la influencia de los mercados financiero y la percepción del estado de la opinión pública», resume la seria Hansard Society, una autoridad parlamentaria independiente.

En base a la aritmética prevalecen dos escenarios:

– los conservadores de David Cameron, favoritos de los sondeos, logran la mayorí­a absoluta. El viernes, el primer ministro laborista, Gordon Brown, se monta por última vez en su Jaguar blindado para ir a entregar su dimisión a la reina Isabel II, y cede su lugar en el 10 de Downing Street a su joven sucesor.

– el otro es si ningún partido alcanza la cifra fatí­dica de 326 escaños.

«El gobierno saliente se mantiene a salvo si o hasta que el primer ministro presente su dimisión a la monarca», recordó el más alto funcionario del Reino, el secretario general del gobierno Gus O»Donnell, basándose en las «convenciones constitucionales».

En consecuencia, Gordon Brown -incluso derrotado- tendrí­a prioridad para tratar de formar «un gobierno estable», mediante una alianza o una coalición, incluso si luego cede su lugar. El lí­der liberal demócrata Nick Clegg, que podrí­a tener la llave de un gobierno, dio a entender que una marcha de Brown podrí­a facilitar la eventual formación de un gobierno «Lib Lab». El ministro de Relaciones Exteriores, David Miliband, estarí­a dispuesto a dirigirlo, según adelantan ya numerosos analistas.

La influencia de los editorialistas y de la vox populi, mencionadas por la Hansard Society, podrí­an tener su peso: las consignas de voto del conjunto de los diarios, con una sola excepción, piden votar contra Brown tras 13 años de gobierno laborista.

Y Cameron no tiene intención de dejarse arrebatar la victoria en caso de quedarse cerca de la mayorí­a absoluta: «Hay las convenciones y hay la práctica, y las dos no van siempre juntas».

La única hipótesis descartada es una «gran alianza» entre laboristas y conservadores, que sólo ha ocurrido excepcionalmente en Gran Bretaña durante las dos guerras mundiales y la crisis de 1929.

Para ayudarles en unas negociaciones que podrí­an ser duras, los jefes de los partidos recurrirán a tres «facilitadores» del llamado «Triángulo de Oro» (Palacio de Buckingham/Función Pública/Downing Street): el secretario general del gobierno O»Donnel, Christopher Geidt, secretario particular de la Reina, y Sir Jeremy Heywood, secretario permanente del 10 de Downing street.

Su papel será garantizar el «juego limpio y velar por que la reina no se vea salpicada por un desorden electoral», explicó el Times. «Sin embargo, los partidos tienen el deber de resolver los problemas entre ellos», precisó a la AFP Akach Paun, del Institute for Government de Londres.

«La fuerza del sistema es que Su Majestad nunca tiene que usar sus poderes latentes», comentó el diario Financial Times, para el que «lo esencial es ir rápido a fin de evitar una desestabilización de los mercados».