McCain se juega su escaño frente a un conservador más rebelde


El senador estadounidense, John McCain. AFP Photo/Paul J. Richards

El Partido Republicano sueña con volver a conquistar el Congreso estadounidense en las legislativas de noviembre, pero antes debe dilucidar su propia guerra interna entre moderados y conservadores en estados como Arizona, donde el veterano John McCain se juega su escaño.


El auténtico rival de McCain para el curul de senador no es el candidato demócrata, Rodney Glassman, sino John David «JD» Hayworth, esperanza del nuevo fenómeno polí­tico estadounidense, el «Tea Party» («Partido del Té).

Ex legislador, comentarista radiofónico en un paí­s donde abundan las emisoras ultraconservadoras y alto cargo de la propia campaña de McCain en 2000, Hayworth tiene 52 años y se encuentra casi empatado con su ex jefe en la intención de voto de los republicanos de Arizona, según algunos sondeos.

McCain, con 73 años, fracasó en su intento presidencial frente a Barack Obama en 2008.

La firma de sondeos nacional Rasmussen le da 47% de votos a McCain y 42% a Hayworth entre los votantes republicanos. Todo candidato por debajo del 50% es considerado vulnerable, señala Rasmussen.

Otro sondeo local en Arizona le da mucho más margen al ex candidato presidencial: McCain 51%, Hayworth 28%.

Pero la señal más clara de la inquietud del equipo de campaña de McCain es su rechazo a un debate con Hayworth antes de las primarias del 24 de agosto.

Una situación inesperada para un hombre que representa a Arizona desde hace 22 años en el Congreso, y que construyó toda su carrera polí­tica en base a su reputación de «maverick» (en inglés, caballo indómito).

«Ya ve, los papeles se han invertido. Ahora es JD el «maverick»», resume satisfecha Patricia Fulston, una activista del Tea Party durante un acto electoral de Hayworth el pasado martes, en las afueras de Phoenix.

El Partido del Té surgió como movimiento de protesta populista y ultraconservador espontáneo hace un año, poco después de la llegada al poder del demócrata Barack Obama. Se trata de un movimiento autónomo, ajeno a los partidos tradicionales, que apoya a los sectores más conservadores del Partido Republicano.

Su nombre lo toma prestado de los primeros revolucionarios contra la Corona británica en 1773, que para protestar contra la metrópolis echaron por la borda cargamentos de té que llegaban en barco a Boston provenientes del Reino Unido.

Los asistentes a la velada electoral de Hayworth el pasado martes eran apenas una cincuentena. Blancos, de 50 años para arriba, recelosos con la prensa y vociferantes con lo que consideran el gran peligro para su estado: la inmigración ilegal.

Un acto electoral del pasado fin de semana de McCain en Glendale convocó el triple de asistentes.

El tono de McCain es respetuoso, casi solemne. No menciona a su rival, y apela al patriotismo de su audiencia. «Tenemos que amar nuestra libertad. El mundo en el que vivimos es incierto», dijo en Glendale, rodeado de veteranos de guerra.

«Estos son tiempos serios», asegura por su lado Hayworth, más incisivo. «El cambio que Estados Unidos votó en 2008 (con el triunfo de Barack Obama) es cada vez más claro para todos nosotros», añade con dramatismo.

La velada electoral de Hayworth es más reducida, pero el tono es de abierto desafí­o. Los inmigrantes «invaden» Arizona, dice sin dudar el candidato conservador. Sus fans aplauden a rabiar.

McCain propone un plan de seguridad draconiano para la frontera con Arizona, y apoya la ley SB 1070 que declara la inmigración ilegal un delito en ese estado.

«Â¿Cuál de los dos McCain conocen ustedes?» ataca con sarcasmo Hayworth. McCain patrocinó una reforma migratoria integral en 2007 junto al difunto demócrata Ted Kennedy, recuerda. Los gritos de desaprobación aumentan.

«Todos apreciamos lo que ha hecho por este paí­s, pero es tiempo de que (McCain) se vaya», señala a la AFP con gesto rotundo un hombre que blande una bandera estadounidense, y que rechaza identificarse.

La principal estrella del movimiento Tea Party es precisamente Sarah Palin, la pareja de McCain en la candidatura presidencial de 2008.

Palin vino al rescate de McCain hace pocas semanas con un acto en el que recordó la fama de «maverick» que tienen ambos, ante miles de seguidores entusiastas.

Pero McCain volvió a desorientar luego, al declarar a un medio que él nunca se habí­a considerado a si mismo un «maverick».

«Eso dice un montón, ¿no le parece?», critica Fulston.