Desde niño fui aprendiendo política, el discurso y la dialéctica eran el postre preferido, jamás hubo un «mejor me voy» o un «qué aburrido», escuchar a mi padre era todo un deleite: la injusticia social, la democracia, la Guerra Fría. ¡Por Dios que me encantaba la política! Más viniendo de mi maestro, don Carlos Benjamín Escobedo Rodríguez. Los codos sobre la mesa, las manos en la cara, con la mirada fija en mi héroe, admirando, escuchando, anotando ideas mentalmente, aprendiendo, tomando conciencia social.
Posteriormente en el colegio, mi profesor de Ciencias Sociales, mi admirado amigo el licenciado Gustavo Recinos Orellana, me decía: «Carlitos, de tal palo tal astilla», esa era mi clase favorita, listo para rebatir y cuestionar, a mi corta edad. Desde pequeño fui entendiendo que el discurso genera modo de vida y que a su vez ese modo de vida conduce al cambio, a la necesidad de transformar, dejando de lado la retórica y la crítica, el que cree en sí mismo cree en su discurso y no a la inversa, el buen político hace de su forma de vida un discurso permanente. Mi hermano Luis, fue sin duda otro ejemplo. Los jesuitas me enseñaron que el discurso sin acción es estéril, que el cambio requiere no solo proclamas sino también sacrificios.
Esta tarde a la sombra de los viejos recuerdos, luego de muchísimas transformaciones, he querido traer a colación este tema y aterrizarlo en situaciones concretas. Los nuevos modelos políticos se forman más allá de la retórica que se alimenta de la ironía y la critica sin fundamento.
En el Reino Unido estamos en presencia de un discurso de equilibrio entre los tradicionales discursos y modelos de desarrollo, el liberalismo demócrata ha tomado un punto de inflexión y aparece como una opción real de gobierno, indudablemente el desgaste del partido oficial que califica bajo en temas vitales: migración, economía y guerra en Irak y Afganistán. Estamos en el fin de un ciclo de 13 años. Ahora bien, el tema no es analizar las claves de la elección sino la capacidad disuasiva del discurso del candidato Nick Clegg quien revolucionó la dinámica del proceso con un mensaje que ha conectado con la molestia del ciudadano de a pie. La ironía como recurso argumentativo acompañado de inteligencia y carisma es la clave del buen discurso, del buen proyecto del buen político.
Como nos recuerda la académica chilena Carolina Andrea Goubet Torrealba «En la Grecia Clásica, diversos autores se enfrentan a la tarea de dilucidar las características de la argumentación y del arte de la persuasión mediante la palabra y los discursos. La retórica, entendida como el arte de la persuasión, centra su atención en fundamentos capitales que, todavía hoy alimentan los planteamientos más novedosos.» Lo que denomino el nuevo modelo. Ahora bien un modelo debe contener elementos teórico – científicos, no solamente propuestas o realidades ficticias, de ahí que en las sociedades democráticamente evolucionadas la crítica va acompañada de propuesta y la propuesta de sustento.
Otro caso que alimenta el deseo por el análisis lo constituye la propuesta política de Antana Mockus y su discurso verde. Esta apuesta que trasciende una propuesta ecológica y se inserta en un discurso de oposición sistemática viene acompañada de toda una estrategia interesante. Personalmente considero que el fenómeno Mockus es una tercera vía de equilibrio que lo ha catapultado en las encuestas.
Cuando tuve la oportunidad de hablar del tema con mis alumnos en la universidad, hacia énfasis en tres cosas: a) el discurso no se expone sin fundamentos; b) el discurso se vive, se siente, se conoce, y c) el discurso tiene sus etapas (este es un curso que me fascina dar: lenguaje y metalenguaje para la negociación), aquí incluso habrá que hablar de los momentos y los tiempos del discurso.
El megalómano tiende con facilidad a construir realidades imaginables por él mismo, que él mismo cree, el megalómano inventa dioses y los adora.
Por el contrario, el buen discurso se acompaña de estrategia, de contenido, de discusión y análisis previo, se enriquece de experiencias vividas, de aportes colectivos, de propuestas sensatas y de proyectos sociales que involucren a la voluntad de la mayoría.
Como analista le invito a leer discursos, a analizarlos, a leer entre líneas, a entrever qué se plantea incluso más allá del discurso mismo.
*Politólogo con orientación en Relaciones Internacionales y estudios de posgrado en Política y Derecho Internacional