«Si hablábamos, nos arriesgábamos a que nos castigaran más»


Una protesta llevada a cabo en Buenos Aires, Argentina, que pide a la Iglesia católica desligar el caso de la pederastia con la homosexualidad, en una reacción del movimiento gay, para evitar criminalizar la diversidad sexual. FOTO LA HORA: AFP JUAN MABROMATA

«Si hablábamos, nos arriesgábamos a que nos castigaran más severamente», explica Paddy Doyle, quien tení­a cuatro años cuando ingresó en un reformatorio dirigido por la Iglesia Católica irlandesa, donde sufrió abusos regularmente. A los 38, pudo denunciar su martirio.


Una protesta en Italia contra la vinculación de la homosexualidad con la pederastia. FOTO LA HORA: AFP VINCENZO PINTO

Su madre acababa de morir de cáncer, su padre se habí­a ahorcado delante de él y de su hermana de dos años. Pero cuando la justicia estudió su caso, en 1955, lo internó en una institución por «no tener tutor».

Pese a su corta edad fue enviado a un reformatorio en Cappoquin (oeste), donde durante cuatro años sufrió todo tipo de abusos sexuales, fí­sicos y mentales.

Pero los niños callaban por miedo. «No podí­amos ni soñar con hablar. Si decí­as algo, te castigaban en serio, te pegaban, te dejaban sin comida o sin contacto con otros niños. Entonces lo dejábamos correr», dijo a la AFP.

«Era el silencio», dice recordando la barrera erigida por la Iglesia omnipotente. «El paí­s estaba dirigido por órdenes religiosas: las escuelas, los hospitales y algunos dicen que incluso el gobierno. La Iglesia moví­a todas las piezas. Hace 20 años no se podí­a abrir una escuela si no habí­a un miembro de la iglesia en el consejo de administración».

A los ocho años, a Paddy le diagnosticaron una distoní­a, un trastorno neurológico que afecta a los músculos. Fue trasladado de hospital en hospital, siempre religiosos, donde sufrió otros abusos y fue objeto de «experimentos quirúrgicos». «Entré andando y salí­ en silla de ruedas», explicó. Nunca más recuperó el uso de las piernas.

A los 38 años, por fin se decidió a hablar: «Me senté delante de mi ordenador y le dije: «Quiero contarte algo. No me contestó»».

Escribió un libro, «The God Squad» («La Brigada de Dios»), que salió a la venta en 1990. Tras la negativa de un primer editor, que «dijo que era un buen libro pero demasiado arriesgado para publicarlo», una editorial independiente aceptó la apuesta. Doyle fue así­ uno de los primeros en revelar el escándalo. Pero «la psique irlandesa no querí­a creerlo», explica.

La incredulidad era mayor porque Paddy acusa particularmente a monjas, las que dirigí­an el reformatorio, no a religiosos. «Mucha gente no podí­a hacerse a la idea de que una mujer pudiera cometer abusos».

Sin embargo, «The God Squad» se convirtió rápidamente en un éxito de ventas y desbloqueó las mentes, lanzando la atención mediática actual.

Pero todaví­a no se ha hecho toda la luz sobre los años negros de Irlanda. La «negación» continúa, estima Doyle. «Â¿Por qué no están en prisión?», se insurge. «Son violaciones de niños, crí­menes graves. Del Papa para abajo deberí­an comparecer todos ante la justicia.