A sabiendas que lo expongo molestará a más de algún grupo de la sociedad civil, creo que no es posible seguir poniendo en duda la conducta de todos los miembros de la Comisión de Postulación que eligió a cinco abogados y una abogada entre el listado de letrados que aspiraban al cargo de Fiscal General.
Algunos de mis contados lectores no coincidirán conmigo, a sabiendas de mi interés porque el Ministerio Público sea una institución que cuente con los recursos humanos y técnicos para cumplir eficiente y eficazmente con su función en la persecución penal y que a la cabeza de este ente esté el más idóneo, probo, valiente y experimentado funcionario; pero que, por lo que he leído de los inconformes con el proceso que se realizó, también debe ser humilde, elegante, cinéfilo, filatelista, colocho, bronceado, vegetariano, heterosexual, plurilingí¼e, maratonista, gimnasta y ambidextro.
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De los seis finalistas del extenuante proceso que realizó la Comisión de Postulación, yo no conozco personalmente a todos los que pasaron a la segunda ronda, y ahora que varios de ellos fueron eliminados en el primer intento, pienso que entre el sexteto sobreviviente deberían haber quedado el actual fiscal general Amílcar Velásquez Zárate, porque ha realizado esfuerzos para mejorar la función del MP, es honesto, con mucha experiencia en la institución, trabajador y conocedor del Derecho Penal, al igual que la abogada Gloria de Torres, caracterizada por su energía y capacidad.
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Pero como la consigna era eliminar a cualquiera que tuviera vínculos con el presidente Colom, peor si en alguna oportunidad se hubiera cruzado un saludo de besitos en los cachetes con doña Sandra, esos dos aún funcionarios del MP fueron descartados y hasta satanizados, al igual que otros abogados que perdieron la virginidad postuladora porque a alguien se recordó que hace un cachimbazo de años uno o varios de esos aspirantes fue o fueron acusados de delitos desestimados judicialmente y posiblemente incriminados por una secretaria despechada, un vecino envidioso o un litigante de la parte contraria.
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Primero se criticó a la Comisión Postuladora por su lentitud en analizar los expedientes y después porque se apresuró a elegir a seis, cuando que debería haberse demorado un día por lo menos, aunque sea contando chistes.
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Allí están los seis escogidos, expuestos a la opinión pública, porque no falta un analista político, económico, cronológico o demográfico que escudriñe con lupa las anteriores actividades de los que, seguramente con ansiedad, esperan que el presidente Colom se decida por uno o una, siempre y cuando resista la presión de quienes piden, reclaman y exigen que se repita el proceso. Es decir, corre y va de nuevo.
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De ese sexteto sólo conozco personalmente a Julio César Rivera Clavería, quien cuando fue funcionario del Organismo Judicial realizó una tarea encomiable, y a María Eugenia Morales de Sierra, esforzada y valiente mujer (remémber Serrano Elías) y de trayectoria intachable, pero no faltará alguien que se las ingenie para descubrir que un día de tantos se pasó un semáforo en rojo. Y los otros cuatro, por algo superaron todos los obstáculos; pero no disfrutan de las simpatías de otros miembros de la sociedad civil, que se ha interesado por la transparencia gubernamental en bien del país, pero no como para salirse del guacal.
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(El malacateco Romualdo Tishudo reincidentemente recuerda la declaración de un acusado, al juez: -El fiscal dice que una mujer me vio cometer el delito; yo juro ante Dios que miles de personas no me vieron en la escena del crimen).